domingo, 26 de octubre de 2008

Entrevidas 3


Durante la jornada, en ocasiones un sobresalto me agarra, y me saca bruscamente a la superficie densa del automatismo diario.
Creo percibir ligeras variaciones en la voz líquida y eléctrica que mana por megafonía.
Sí. Estoy seguro.
Siempre acercándose, sigilosa, a recuerdos agradables de voces cercanas.
Voces cercanas a mucha distancia de mí.
A mucho más tiempo.


Lo pienso a menudo.
Tres trenes por sentido en un intervalo aproximado de diez minutos.
Un total de 36 convoys por hora, acuchillando el aire a su paso, atravesando planos con una violencia soberbia, a pocos centímetros de mi uniforme descosido.
Cada día de trabajo supone 216 oportunidades de suicidio sencillo y mediático.
Todas desperdiciadas.


Es lo malo de este trabajo.
Demasiado tiempo para pensar.
Me pagan por una especie de autopsicoterapia de aislamiento.
Un cara a cara con lo que sea que domina mis actos.
Un vis a vis con un boceto confuso de lo que en realidad quiero, de lo que temo, de lo que soy y lo que creo ser. Y sin más escapatoria en seis horas que la distracción de negar el saludo a los chicos de seguridad.


Yo, que apenas creía en estas cosas.
Mis primeros avances han sido darme cuenta:
Me siento solo.
Pero no lo suficiente.

No, aun no.




2 comentarios:

  1. El camino a la autorealización
    debe de ser algo parecido,
    aceptar la soledad de buena gana
    para gozar algún día
    de la plenitud de su compañia

    Que el disfrutar de uno mismo no se vea limitado a hacerse pajas.

    Todo lo demás es un sucedaneo
    al que a menudo
    nos aferramos más de la cuenta
    por miedo a estar solos,
    pero igual de necesario
    para poder seguir
    caminando con media sonrisa en la boca,
    mientras aprendemos a pensarnos

    ResponderEliminar
  2. ...hacía bastante que no me pasaba por aquí, y siempre es bueno
    leerte y verte caminando
    en el borde de cada línea que
    escribes,siempre
    a un verso de tu caída,
    que nunca llega...
    no sé si es buena o no la soledad,
    dicen que uno se acostumbra a ella,
    pero mientras dejamos pasar de largo esas respuestas
    yo te invito a no pasar de largo
    cuando nos encontremos en una de
    esas barras
    que todo el mundo sueña...

    un abrazo, amigo...

    ResponderEliminar