Durante la jornada, en ocasiones un sobresalto me agarra, y me saca bruscamente a la superficie densa del automatismo diario.
Creo percibir ligeras variaciones en la voz líquida y eléctrica que mana por megafonía.
Sí. Estoy seguro.
Siempre acercándose, sigilosa, a recuerdos agradables de voces cercanas.
Voces cercanas a mucha distancia de mí.
A mucho más tiempo.
Lo pienso a menudo.
Tres trenes por sentido en un intervalo aproximado de diez minutos.
Un total de 36 convoys por hora, acuchillando el aire a su paso, atravesando planos con una violencia soberbia, a pocos centímetros de mi uniforme descosido.
Cada día de trabajo supone 216 oportunidades de suicidio sencillo y mediático.
Todas desperdiciadas.
Es lo malo de este trabajo.
Demasiado tiempo para pensar.
Me pagan por una especie de autopsicoterapia de aislamiento.
Un cara a cara con lo que sea que domina mis actos.
Un vis a vis con un boceto confuso de lo que en realidad quiero, de lo que temo, de lo que soy y lo que creo ser.
Yo, que apenas creía en estas cosas.
Mis primeros avances han sido darme cuenta:
Me siento solo.
Pero no lo suficiente.
2 comentarios:
El camino a la autorealización
debe de ser algo parecido,
aceptar la soledad de buena gana
para gozar algún día
de la plenitud de su compañia
Que el disfrutar de uno mismo no se vea limitado a hacerse pajas.
Todo lo demás es un sucedaneo
al que a menudo
nos aferramos más de la cuenta
por miedo a estar solos,
pero igual de necesario
para poder seguir
caminando con media sonrisa en la boca,
mientras aprendemos a pensarnos
...hacía bastante que no me pasaba por aquí, y siempre es bueno
leerte y verte caminando
en el borde de cada línea que
escribes,siempre
a un verso de tu caída,
que nunca llega...
no sé si es buena o no la soledad,
dicen que uno se acostumbra a ella,
pero mientras dejamos pasar de largo esas respuestas
yo te invito a no pasar de largo
cuando nos encontremos en una de
esas barras
que todo el mundo sueña...
un abrazo, amigo...
Publicar un comentario