Atravieso el cuerpo de esta ciudad
como el puñal lentísimo que es el otoño.
Como el rugido divisorio y hemorrágico
que es un tren de cercanías si apenas llueve.
Dejando a mi paso una cicatriz de raíles y viento
sobre su carne urbana de hojas secas sin ti.
Y siempre está anocheciendo.
Me asedia una belleza afilada de ojos
sin la erosión de otros ojos. No me defiendo.
Vuelan las horas de cielo extraño.
Moldes de pulpa humana me traspasan.
Saltan astillas y pienso.
Pero al final me atraviesa el otoño de esta ciudad
como el puñal lentísimo que fue mi cuerpo.
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