Al ver la madre que el niño no elegía el reloj que ella había propuesto, volvía a decir aquello de que se iban sin ninguno. La escena duró casi veinte minutos y al final el niño, completamente desasosegado, eligió el reloj que le gustaba a su madre.
Lo grave es que se creyó que le gustaba a él, o eso me pareció a mí. Odié a la madre aquella como si fuera la mía y cuando se alejaron unos pasos compré el reloj que le gustaba al niño. Luego me metí en el metro detrás de ellos y aproveché uno de los movimientos del vagón para introducirle el reloj al niño en el bolsillo sin que se dieran cuenta ni la madre ni él.
Esa noche dormí mejor. Las buenas acciones siempre me producen un raro bienestar. Por eso hago pocas: porque el bienestar es raro y me quita de escribir. Cuando soy feliz, odio escribir, que es lo que más me gusta. Se ve que no es posible ser feliz y hacer lo que a uno le gusta al mismo tiempo. Ésta es una contradicción que la filosofía no ha estudiado suficientemente. No sé quién decía que la gente suele triunfar en lo segundo para lo que está más capacitada porque para triunfar en lo primero hay que alcanzar niveles de desgracia verdaderamente insuperables.
(fragmento extraído de
"Los objetos nos llaman" de Juan José Millás, que fue Premio Nacional de Narrativa en 2008)
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