El sonido de una sirena de ambulancia atraviesa la noche.
Y no sé si se acerca o se aleja.
No sé si estaba de fiesta y me recogen o si estoy de guardia y la recibo.
Porque ahora mi vida es esto, construirme metódico y constante dentro del hospital para destruirme agónico fuera.
Cuidar enfermos 6 días y una guardia y media a la semana. Para poder enfermarme 5 noches al mes, hasta anestesiarme de odio y vacío.
Beberme las nóminas para no llorar los certificados de defunción, las miradas incrédulas de los familiares.
Atraviesa la noche una sirena que me conduce intoxicado y roto, con la camisa manchada de sangre, hacia mí mismo refugiado en un pijama verde y unas ojeras dispuestas.
Cuando las tragedias son tu rutina laboral, adulteras tu ocio hasta un hedonismo salvaje. Fuera del hospital, todo adquiere una pátina ridícula de banalidad. Te endureces y frivolizas tu alrededor. Nada importa demasiado. La realidad aburre y vives rápido.
Aproximadamente a 150 km/h por el carril izquierdo de la A-42.
Una sirena de ambulancia que atraviesa la noche y mi presente desorientado, para que uno de mis dos yos le sobreviva al otro.
DE NADIE EL AGUA DEL RÍO por PABLO OTERO
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No tú
no yo
no él
de nadie el agua del río
ni la plata, ni la bellota, de nadie
el susurro, ni el azahar.
Ni luz ni sombra tienen pertenencia.
Ni siquie...
Hace 6 horas
2 comentarios:
Estás vivo. Y lo están quienes ven al primer yo. Es suficiente.
Gran blog.
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