ROPA TENDIDA
Cuando se ríe, sus tetas se levantan al cielo. Como la ropa tendida las mañanas de viento. Tiene en los ojos, el brillo del que guarda un secreto. El brillo de quien acaba de entender algo al hacer una travesura. Las briznas de hierba pegadas en la cara mojada. La sonrisa de quien está tan drogado de vida que parece no pertenecer a ella. No vive con intensidad, es la intensidad. Un millón de vectores emergen de sus hombros cuando baila. Mi torpeza sólo es comparable a mi admiración. El amor nace las mañanas de viento.
CAPILARIDAD
Son tus venas trepando
hacia tu vientre
hacia tu cuello
ese enjambre cabreado
de capilaridad
verdosa y enrabietada
que ilumina la Antártida de tus veintidós años
convirtiéndola en un bosque quemado.
En mi cabeza, tú siempre tendrás
la edad con la que te conocí.
Envejeceré mirándote y bebiendo café,
con el mismo desdén que si estuviera
emborrachándome.
ORILLA
En la pesadilla, ya no eras tú. Sólo el dibujo de algo que se asemejaba a lo que fuiste. Un mecanismo cansado. Unos tendones que ceden. Los bordes de una promesa incapaces de seguir venciendo a la aerodinámica.
En la pesadilla, nadas exhausta. Aliviada, al avistar las barandillas barnizadas de los pueblecitos de la costa. Pero no alcanzas la orilla. El ruido de los tenedores sobre los platos, como en cualquier principio de verano, eclipsa y silencia tu muerte. Las bombillas de las terrazas se reflejan verdes en el agua. Los geranios, impasibles ante la tormenta. Tu cuerpo, las algas, un resorte oxidado.
En la pesadilla, la muerte tímida y salvaje, termina lo que el miedo empieza. Quien se ahoga no eres tú. Soy yo. El miedo del pasado persigue al miedo del futuro.
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