Me lo regaló Agüero, un tipo tan generoso como exigente, desprovisto en general de entusiasmo hacia el trabajo de otros. Bastó para generarme un interés inusual y me sumergí en su lectura con mi habitual falta de constancia. Me considero tan poco aficionado al tenis como a las autobiografías. Sin embargo disfruté de su lectura desde el primer párrafo. Una escritura sencilla, directa y cargada de un contenido extraño y simpático, contado de forma honesta y valiente, con muchas anécdotas divertidas y reconociendo una vulnerabilidad inesperada.
Copio aquí algunos fragmentos que me han llamado la atención, páginas tras cuya lectura he tenido sin remedio que realizar el habitual doblez en su esquina, para poder regresar con agilidad:
"Se supone que debo ser una persona distinta ahora que he ganado un torneo de Grand Slam. Todo el mundo me lo dice. Lo de "La imagen lo es todo" ha pasado a la historia. Ahora los comentaristas deportivos aseguran que, para Andre Agassi, ganar lo es todo. Tras dos años llamándome estafa, diciendo que no soporto la presión, que soy un rebelde sin causa, ahora me colocan en un pedestal. Declaran que soy un ganador, un jugador sólido, uno de los grandes. Dicen que mi victoria en Wimbledon los obliga a evaluarme de nuevo, a reconsiderar quién soy en realidad.
Pero yo no siento que Wimbledon me haya cambiado. De hecho, me siento como si me hubieran hecho príncipe de un secreto sórdido: ganar no cambia nada. Ahora que he ganado un Grand Slam, sé algo que se permite saber a pocas personas en este mundo: las victorias no nos hacen sentir tan bien como mal nos hacen sentir las derrotas, y las buenas sensaciones no duran tanto como las malas. Con gran diferencia."
(...)
"Nos vamos en coche hasta las montañas, recorremos el Strip en ambos sentidos, escuchando el CD especial de Gil. Él lo ha titulado: Calambres de barriga. Su filosofía, en todo, es buscar el dolor, cortejar el dolor, reconocer que el dolor es la vida. Si tienes el corazón roto, me dije Gil, no te escondas de él. Recréate en él. Si nos duele, dice, dejemos que nos duela. Calambres de barriga es una colección de las canciones de amor más tristes jamás escritas. Las escuchamos una y otra vez hasta que nos aprendemos las letras de memoria. Cuando termina una canción, Gil recita las letras. A mí, de hecho, me sirven más esos recitados que las canciones en sí. Él deja en evidencia a todos los artistas. Prefiero oír a Gil recitar una canción que a Sinatra interpretarla.
Con los años, la voz de Gil va haciéndose cada vez más grave, más densa, más aterciopelada, y al recitar el estribillo de un tema desgarrado suena como si a través de su cuerpo se manifestaran Moisés y Elvis Presley juntos. Merecería un Grammy por su interpretación del Please Don't Be Scared, de Barry Manilow:
Aunque su versión de We Can't Build a Fire in the Rain, de Roy Clark, me emociona siempre, por más veces que la recite. Uno de los versos, en especial, nos dice mucho:
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