sábado, 23 de diciembre de 2017

Completamente sábado

“MADRID

Para Ángel, Benjamin, Chus y Joauín,
Poetas líricos.

Agua limpia, Madrid, para tus ojos limpios,
Mientras que te despiertan los trenes y los pájaros.
Tienen prisa los días cuando buscan contigo
La ropa de los lunes en la estación de Atocha
Y el mar de los veranos en las flores deplástico.

Cielos limpios, Madrid, para tu sol de invierno.
Yo me como las eses, pero me siento tuyo,
Y soy azul sin nubes igual que los plurales,
Igual que el viento sur sobre las carreteras,
Como la cortesía de la palabra mundo,

Barra libre, Madrid, para el desconocido
Que duerme en la mañana y conspira en la noche.
Y bienaventurados los que temen al campo,
Los que viajan en metro, los que paran un taxi,
Los que nuca se pierden en La Paz del desorden. 

Los últimos amigos han cerrado la puerta.
Buenas noches, Madrid, otro whissky con hielo.
Agradezco tus ascuas a los pies del balcón.
Brindemos por La Luz rota de las estrellas
Que hace guardia en las casas a través de los sueños.”



“MEMORIA DE LA FELICIDAD 
(PLAYA DE ROTA)

A Silvia y Felipe

No es injusta la vida
Por estar condenada a cambiarme despacio
Como yo te desnudo.

Si no fuese una pobre amistad temblorosa,
Un íntimo abordaje,
El tiempo debería permanecer callado
Y detállanos de la puerta 
Para guardar así
La verdad de tu piel y La Luz de la tarde.

Desde el jardín, a voces,
Los amigos nos piden que bajemos.
Quieren ir hasta el pueblo por la playa.

A las olas que llegan
No les faltan misterios que poner a tus pies,
Ni arena que borrar entre tus pasos.
Mi libertad, que todo lo padece
Y navega entre unas posesivas,
Al verte caminar va comprendiendo
Que si tú te quedases
Así, tal como eres,
Salvada de las horas,
Con tu cabello negro, y con tus ojos,
Y con la fe de la madera limpia
Que flota en tu mirada,
Yo me iría alejando de ti,
Cada vez más hundido
como una luz se aleja por el mal
De una verdad robada por el tiempo.

La vida no es injusta,
Aunque esté cornada a cambiarte despacio
Como yo te desnudo.

Vente conmigo al frío del invierno.
Deja que todo pase
Como pasa una mano por la piel,
Como corre la lluvia
Por el cristal de un dormitorio.
Allí se puede ser feliz. Incluso
Volveremos un dia,
Descalzos y abrazados en la niebla,
A caminar por esta laya
Cuando seamos viento.”


(Poemas de Luis García Montero, extraídos de la antología Aunque tú no lo sepas, publicada por Visor a raíz de la grabación del documental con el mismo nombre)

viernes, 22 de diciembre de 2017

Insomnio, poema de Rafael Correcher

Sarajevo, invierno de 2012

“Nunca conseguiré olvidar
Lo que pasó.

Fueron soltándose
Una a una
Las cuerdas de tu piano
Mientras el fuego las mordía.

De fondo la ciudad,
La lluvia y ese reflejo del incendio
En los cristales rojos del autobús.

Entonces recordé
Cuando era niño
Y en el bosque jugábamos
Hasta la madrugada,
Las brasas,
Los pies descalzos
Sobre la tierra.


Ahora hace frío
Y ya oscurece;
Un pájaro
Se refugió en la cañería.

Dame alguna palabra
En la que pueda descansar.

Estoy aquí.

El tiempo se quebró como una rama.”


(Insomnio, poema de Rafael Correcher. Incluido en la antología “En legítima densa, poetas en tiempos de crisis” de Bartleby Editores)


domingo, 26 de noviembre de 2017

Protocolo para episodios de alta contaminación, nivel 4

Bostezo y sueñan mis alveolos con todo el dióxido de nitrógeno sobre el Madrid que nos separa.

jueves, 19 de octubre de 2017

Los baños de la Fnac

Despedirse de una ausencia, cómo.

Masturbarse en los baños de la Fnac.
Madrid es ya eso. Tragar
por los ojos
todo el asfalto,
sangre y cristales rotos
de una M-30 vacía.
Respirar quizá
el ocaso ebrio de un jueves de octubre
desde algún descampado. Meterse
en los pulmones guijarros, un río entero
seco de (pánico a la fluidez de los días)
tanto dolor y whisky rotos
vomitados contra su fondo,
bengala de auxilio invertida
en mitad de este desierto industrial y turístico.

Porque existe sólo
como fondo de desidia que recorta tu silueta.

Madrid es ya eso. Y no una ciudad que nos viviera desde la boca.
A la que volver de resaca los domingos,
por si en mitad del atasco, escribieras. No.
Sólo una costra semiesférica de polución protegiendo
automóviles Cavify, bicicletas de reparto Deliveroo,
esclavos y ejércitos
de trolleys nórdicas buscando en Google maps
su piso Airbnb. La aceras que el fin del verano no arañan.
La mirada cuerda de los mendigos.
Y no sé qué más.

Esta ciudad (antidisturbios y publicidad
de prostitucion en los limpiaparabrisas de los coches aparcados)
se repliega como cerrándose un libro
que te ha vencido, se va
escurriendo por sus alcantarillas todo el sentido
que tuvo.

Mi mejor amiga se ha marchado.
La chica que quiero no se va
(te vas) a quedar.

La ausencia de gorriones en los parques de tu infancia.

Madrid es ya eso y yo me pregunto
cuál de los otros que ya soy me justificará lejos.


viernes, 13 de octubre de 2017

retamas silbantes

Qué raro es conducir justo ahora por la M-50 hacia casa de mis padres.
Entre las retamas silbantes de sus cunetas. Cuando deja de llover, bajo esta luz indecible. Intemporal y remota. Qué extraño este cielo nublado y eléctrico, panel retroiluminado de atardecer, roto de miedo. Troquelando un horizonte todo de vallas publicitarias: Fortecortin y silencio.
Hundo el pie en el acelerador. Atravesando como un disparo de gasolina y cuero ese aire quebrado que envuelve a las cosas olvidadas del extrarradio.
Qué raro conducir por la M-50, hacia casa de mis padres, entre semana, sin retenciones por tráfico lento ni radares móviles. El dolor a punta de dedo en el ángulo muerto del retrovisor de Dios (desempleado de larga duración, a 140 y en sentido contrario). Subiendo el volumen de la radio para sacar de mi cabeza por un segundo esta sensación de tragedia familiar esperada, mal disimulada hace tan solo unos minutos por teléfono. Por qué. Para qué. Acelerar (una vida) apagándose.

jueves, 12 de octubre de 2017

ropa interior cara

Dejar sonar la alarma del teléfono hasta que la batería se agote. Caminar descalzo por la tarima tibia, memoria velada de algún verano. Sujetar entre los labios el último cigarro de una cajetilla olvidada en tu salón. Salir al balcón, respirar una lluvia sucia que nada arrastre, el silencio cómplice de los muebles mal encolados, esta luz débil filtrándose entre nubes y parabólicas, no reflejada en los ojos de nadie.
Adivinar el rumor insoportable de una actualidad lejana y absurda. Renunciar a ella. Despreciarla.
Poner al fuego una cafetera, inclinarse sobre el quemador de gas, para encender aquel cigarrillo seco, casi una reverencia anacrónica de olor y sueño. Ya sabéis, todo esto.
Despertar de una siesta profunda puede ser estético e inútil. Como publicidad de ropa interior cara. Como una tristeza irracional y súbita.

viernes, 2 de junio de 2017

La malcasada, de Luis Alberto de Cuenca


"Me dices que Juan Luis no te comprende,
que sólo piensa en sus computadoras
y que no te hace caso por las noches.
Me dices que tus hijos no te sirven,
que solo dan problemas, que se aburren
de todo y que estás harta de aguantarlos.
Me dices que tus padres están viejos,
que se han vuelto tacaños y egoístas
y ya no eres su reina como antes.
Me dices que has cumplido los cuarenta
y que no es fácil empezar de nuevo,
que los únicos hombres con que tratas
son colegas de Juan en IBM
y no te gustan los ejecutivos.
Y yo, ¿qué es lo que pinto en esta historia?
¿Qué quieres que haga yo? ¿Que mate a alguien?
¿Que dé un golpe de estado libertario?
Te quise como un loco. No lo niego.
Pero eso fue hace mucho, cuando el mundo
era una reluciente madrugada
que no quisiste compartir conmigo.
La nostalgia es un burdo pasatiempo.
Vuelve a ser la que fuiste. Ve a un gimnasio,
pintate más, alisa tus arrugas
y ponte ropa sexy, no seas tonta,
que a lo mejor Juan Luis vuelve a mimarte,
y tus hijos se van a un campamento,
y tus padres se mueren."

[El otro sueño, Sevilla, Renacimiento, 1987]

martes, 30 de mayo de 2017

Cómo dejar de escribir, de Esther García Llovet


"Soñé que nadie se muere la víspera.
Qué de puta madre sonaban las frases de mi padre, sonaban a verdad, a realidad pura y transparente, o, mejor aún, hacían que la realidad quisiera parecerse a ellas."

...

"Claudia era ese tipo de mujer que en las fiestas se sienta al borde del sofá, sin llegar a quitarse el abrigo, siempre lista para dar malas noticias. Claudia había llegado tarde, cuando ya todo el mundo se estaba marchando, con una bolsa de canapés de Mallorca y un vino argentino que traía muy bien agarrado por el cuello. Yo estaba en la cocina. La dueña, la Silvestre, me había invitado hacía un rato al verme pasar por delante de su casa, desde la ventana alta del salón. Yo creo que la fiesta estaba resultando tan lacia que me había invitado sólo por tener a alguien nuevo que enseñar. Todos estaban razonablemente borrachos, un borrachera que parecía costumbre y que ya no sorprendía ni a los pequeños gemelos Silvestre, que andaban por ahí. Una borrachera de viernes por la tarde. Estaban borrachos pero se dieron cuenta en seguida de que yo no tenía nada de que hablar, nada de que hablar con ellos al menos, y me fui a la cocina para echar una mano. En la cocina había una filipina minúscula cascando una pila de nueces y fumando como una chimenea. Tenía esa cara plana de los asiáticos, como si se la estampara contra el suelo al levantarse por las mañanas. Me señaló un bol enorme de arroz hervido y tres tubos de pasta de anchoa y entendí que tenía que mezclar todo eso. Era lista, la filipina. Empecé a mezclarlo todo con un tenedor de plástico, esa comida de gato o e refugiado, cuando oí una voz.
- Hola.
Era Claudia. Estaba apoyada en el marco de la puerta, con la bolsa de Mallorca, las gafas de sol recogiéndole el pelo en la coronilla.
- Me llamo Claudia. Claudia Cardone. -Me tendió la mano. Como una agente inmobiliaria.
- Renfo. -Le tendí mi mano abierta. Estaba manchada de pasta de anchoa y al estrecharla se manchó ella también. La retiré enseguida, disculpándome. Ella se miró la mano. Sonrió. Y entonces se llevó el dedo a la boca, el pulgar sucio, y lo chupó. Así es. Mirando al suelo como si no fuera con ella pero dando una larga y sonora chupada a su dedo manicurado. Cuando levantó la vista miró a la filipina, le dijo algo en tagalo y las dos se echaron a reír, la filipina con una carcajada grave y ronca. Igual era un filipino.
Claudia se dio la vuelta y se largó al salón, sin mirarme, dejando en la mesa la bolsa de Mallorca y el vino. Yo me había quedado de piedra. Seguí con el arroz.
- Don´t be a jerk -me soltó la filipina al cabo de unos minutos. Es decir, no seas un niñato, no seas un gilipollas, no seas un maldito pendejo. Todo lo que yo era entonces. Cuando me decidí a ir al salón Claudia se había marchado ya"

...

"-Aquí - me contestó-. En mi coche. Qué pasa.
- ¿En tu coche?
Me miró de frente. Llevaba la ropa arrugada y probablemente no se había duchado en una semana. Por lo demás, estaba fresco como una colegiala.
- Este coche es mío. Es el primero que me compré, feo como eran feos los coches de antes, aunque ahora pagarían una pasta por él. La gente compra cosas viejas pensando que son antiguas cuando sólo son usadas, no sé. La gente es gilipollas. En cambios a los viejos no nos quiere nadie.
- Pero si este coche se lo robaron a mi padre. Me lo dijo la policía.
- Porque se lo regalé cuando cumplió los dieciocho. Se lo regalé para que saliera de casa y viera el mundo. 'Échate a la calle, sal ahí fuera y diviértete aunque sólo encuentres miseria y vuelvas lleno de asco o de pena. La pena puede ser divertida también', eso le dije. Pero no lo hizo. Prefirió encerrarse en su cuarto a escribir novelas, esos novelones de cien mil páginas, la Biblia en pentámero yámbico. Ahí sí había pena, ves. Pero aquí -señaló con el dedo la calle, la señalización de Prohibido el Paso, el cartel de Cerrado de El Chigre-, nada de nada. Escribir, eso sí. Escribir y escribir y escribir. La puta literatura. Qué aburridos, qué estreñidos, la verdad. Qué poca sangre, los escritores. No te fíes de nadie que tiene la misma cara borracho que sobrio, Renfo. 'Si sales de la pena saldrás de cualquier cosa', eso le dije. De cualquier cosa. Dímelo a mí."

(fragmentos de la novela Cómo dejar de escribir, de Esther García Llovet)


lunes, 17 de abril de 2017

31, Joan Fontaine Odisea (AFM) / Oporto abril '17

"Por empezar con un clásico de Auserón,
un día más me quedaré sentado aquí,
en la penunbra de un jardín tan extraño,
barremos autopistas sabiendo exactamente
quienes somos si algo nos hace sufrir, y sin saber
quién vivió la felicidad que el azar nos tenía asignada,
parpadeamos y batimos ante un mismo relámpago
con la esperanza de que una voz nos diga
te espero, guarda para mí los kilómetros
que vienes quemando,
y al instante el trueno nos recuerda que al fin somos
no más que una tumoración florecida en la luz, un cuerpo
que llegó, creyó soñar y dejó aún menos que los animales,
quienes al menos dejan
conductas repetidas.

El tiempo
empieza después.

Heráclito dijo, el cosmos más bello
es basura esparcida al azar, lo que no dijo
es que esa sola frase pone en marcha
la duda de toda una vida: Dios no tiene unidad.
¿Cómo la tendré yo?
, atormentó a Pessoa.
Nunca sabremos si vivimos tapando vacíos o
vaciando quimeras, ni si aún seguimos siendo
el niño que agarrando una muñeca
ríe junto a su hermana en la fotografía,
ni si el silencio abisal de las fotografías
es la prueba más fiable de que la muerte quedó atrás,
[siendo así, ¿qué nos espera?]
Una certeza: los versos son la forma
más amable del desamor aunque dilaten
el dolor de la herida, y ahora
a seguir adelante
[gracias Andrés por la frase]
con farmacia y con aguante.

Perder un amor equivale
a perder todos para siempre.

Lyotard vino a decir, se pisa humo,
y la hoguera está en tu cabeza,
lo que no dijoe es que eso ya todos lo sabíamos,
que desde Altamira el hombre no ha cesado
de inventar cosas inútiles, palabras como amor, 
compañía, felicidad; incluso vida. 
Lo dijo Woody, pero de otra manera,
la vida es como un campo de concentración.
Hagas lo que hagas no puedes salir de él sin morir. 

Por eso necesitamos pensar que donde
termina el asfalto empieza la divinidad que no vemos,
estrecha es el alma, confesó San Agustín,
para contenerse a sí misma, y a pesar de todo
nos empeñamos en ser automóviles que
sin piloto ni luces se cruzan en la noche,
hacia su propia luz cada cual teledirigido,
hacia su propia sombra cada cual teleperdido.
No queda aún la última gasolinera,
el último desayuno en el shopping center,
un último vistazo al mapa de carreteras
cada vez más blanco y negro. Otro latido
menos amargo en los ojos azules de la cajera
antes del que será el último control de alcoholemia,
te dices,
nos queda.

Por terminar con el mismo clásico,
soy metálico en el Jardín Botánico."







(poema indeleble de Agustín Fernandez Mallo, número 31 de su Joan Fontaine Odisea, releído recientemente a tiempo en mitad de una autopista portuguesa desierta. De regalo los enlaces a las dos canciones que en el poema ocurren y a una más posterior que se me ocurre porque las palabras, se escurren)


lunes, 27 de marzo de 2017

Hierro y Níquel (y si me dieses una pista..)




"Dicen los sabios doctores
que la ausencia causa olvido.
Yo soy uno que no puede
olvidar que te ha querido."

domingo, 26 de marzo de 2017

youtube

Se conocieron así.
A través de un gesto mutuo
infinitamente paciente
de amor distante y resignado.

Uno publicaba en su muro de Facebook videos de canciones en Youtube.
El otro buscaba las letras y se adivinaba en cada verso.

Distantes y resignados también
así
se fueron desconociendo.

martes, 14 de febrero de 2017

Travessera de (ninguna) Gràcia

2017 llueve tal vez
de un modo inconsciente todos
creemos merecer (algo que se aleja).

Barcelona brilla rota
como un botellín desenfocado.
casi ella, sólo frío. fuga intravenosa
esquirla, desmemoria,
océano.

desandar
todas las noches
de una ciudad, desaprender quizá
casi una vez su mirada. por el suelo
llovido (te extraño)
Barcelona brilla rota
y éramos
sólo un desagüe de bocas ciegas
sangrando
2017 llueve Barcelona mirada la vida
siempre acaba
(defraudando).


domingo, 12 de febrero de 2017

Palabralgia

"Mamihlapinatapai" es una palabra del idioma de los nativos yámanas de Tierra del Fuego, listada en el Libro Guinness de los Récords como la "palabra más concisa del mundo", y es considerada como uno de los términos más difíciles para traducir: 
"Una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambas desean pero que ninguna se anima a iniciar".  

(recorte digital de la revista Negratinta)

sábado, 14 de enero de 2017

Tony Pagoda y sus amigos, de Paolo Sorrentino

"Y por la noche retomo mi vida de viejo. En el silencio de mi casa, sentado solo en la cocina contra la modesta luz de la araña, me como unos albaricoques que extraigo con destreza de unos papeles de periódico. Detengo la mirada sobre un artículo que he visto impreso en el papel arrugado del periódico. Todavía conserva el perfume de plomo y albaricoque. Habla de las diez razones por las que merece la pena vivir. Me apasiono. Y leo esa lista en la que predominan las cosas bonitas. Los hijos que dicen papá, las puestas de sol, la fidelidad, los mares celestes de Tavolara y Salina, los esposos y esposas que llevan juntos treinta años, las miradas ardientes de los enamorados, los despertares con el olor del compañero al lado, la pizza margarita, los indelebles recuerdos de la escuela, la amistad pura.
En resumen, un gran repertorio de experiencia y ternura flota en esas listas de la felicidad redactadas por gente común. Y es en ese mismo momento cuando me doy cuenta de que ese repertorio, ¡ay de mí!, no me pertenece. No consigo compartir con ellos la misma experiencia. Un estremecimiento de sufrimiento me atraviesa. Porque, desgraciadamente, vivo con la maldita, insoportable convicción según la cual el alma humana tiene facetas que van más allá de sus buenas intenciones.
En homenaje a estas convicciones y por respeto a mi verdad, he decidido escribir mis diez motivos por los que merece la pena vivir.
Ahí van:
1. La exaltación impagable de irse a la cama exclusivamente con las mujeres de los demás.
2. Intentar vivir honestamente, no conseguirlo, y decir con satisfacción que los has intentado.
3. Volver a casa infelices e indefensos, pero sin sentido de culpa.
4. Constatar, con una sonrisa, que la resaca ha sido inferior al pico de excitación proporcionada por las drogas y el alcohol.
5. Decapitar, con un sable antiguo, las cabezas de todos los padres obsesionados exclusivamente con la educación de los hijos.
6. Meter la cabeza debajo de las sábanas después de haber practicado, a intervalos regulares, el noble arte de la aerofagia.
7. Cruzarse por la calle con gente que conoces, mirarles directamente a los ojos, y no saludarles.
8. Duda de la inteligencia de las personas consideradas por unanimidad inteligentes.
9. Descubrir, pero desgraciadamente no sucede nunca, que todos están conspirando en tu contra.
10. Los ojos secos de las madres.
Habría también un onceavo: los ojos secos de los padres que no hemos tenido."

"...Le digo al taxista el nombre del hotel, pero a lo largo del trayecto veo un quiosco donde se venden perritos calientes y le pido que me deje allí mismo. Así estoy: en frac tomando un bocadillo, rodeado de seis adolescentes borrachos que arman jaleo. Sueltan frases en alemán. No entiendo nada. Pero, naturalmente, se puede percibir el ritmo y la atmósfera de las cosas que dicen. ¿Y sabéis qué descubro? Se están divirtiendo. Con nada. Con seis cervezas de un euro y tres bocadillos que comparten. Dos se besan en la boca porque han descubierto que se quieren. Otro los divierte imitando a alguien desconocido para mí. Otro disimula un eructo. Exóticas bellezas. Ríen de pronto, simplemente porque se han mirados los unos a los otros. No valen una mierda, nada, y sin embargo son un concentrado de dignidad insólita, elegante, objetiva.
Son la juventud, tal y como tiene que ser.
Perder el tiempo, ociosamente, para descubrir poco a poco todo lo que la vida tiene para ofrecernos: la amistad, el sexo, el dolor, la inseguridad, la vorágine, el enamoramiento, el resentimiento, la envidia de aquel que se ha quedado solo porque aquellos dos se están besando. Los miro con descaro, con insistencia, y formulo un pensamiento muy simple: aquí es donde debería de estar la tal Ruby. Tendría que estar en medio de estos chicos. Y también todas las demás que van arriba y abajo de la misma manera, si tan solo supieran lo que se están perdiendo al no estar aquí con estos seis austriacos frente al quiosco de los cojones.
En cambio, se creen muy listas haciendo cosas de viejos, cosas que la vida te condenará a hacer más adelante: shopping sin parar y novios canallas, padres carroñeros, relaciones instrumentales y hermanos rufianes.
Les querría decir; habrá tiempo para estas cosas, pero por ahora id con los chicos de vuestra edad a decir tonterías hasta las tres de la madrugada, pasad de todo lo demás. Es aquí, delante de todos los jodidos quioscos de todas las ciudades, donde anida la belleza, no a bordo de los coches por cortesía y en las falsas discotecas de las casas privadas de los ricachones que manotean a diestro y siniestro..."

"Al final no queda otra que buscar un espejo para decirse con desconocida sinceridad: eres un subnormal."

(fragmentos geniales de la genial novela Tony Pagoda y sus amigos, de Paolo Sorrentino, descubrimiento reciente de personita cercana que agradezco hasta el infinito ;-)