Despedirse de una ausencia, cómo.
Masturbarse en los baños de la Fnac.
Madrid es ya eso. Tragar
por los ojos
todo el asfalto,
sangre y cristales rotos
de una M-30 vacía.
Respirar quizá
el ocaso ebrio de un jueves de octubre
desde algún descampado. Meterse
en los pulmones guijarros, un río entero
seco de (pánico a la fluidez de los días)
tanto dolor y whisky rotos
vomitados contra su fondo,
bengala de auxilio invertida
en mitad de este desierto industrial y turístico.
Porque existe sólo
como fondo de desidia que recorta tu silueta.
Madrid es ya eso. Y no una ciudad que nos viviera desde la boca.
A la que volver de resaca los domingos,
por si en mitad del atasco, escribieras. No.
Sólo una costra semiesférica de polución protegiendo
automóviles Cavify, bicicletas de reparto Deliveroo,
esclavos y ejércitos
de trolleys nórdicas buscando en Google maps
su piso Airbnb. La aceras que el fin del verano no arañan.
La mirada cuerda de los mendigos.
Y no sé qué más.
Esta ciudad (antidisturbios y publicidad
de prostitucion en los limpiaparabrisas de los coches aparcados)
se repliega como cerrándose un libro
que te ha vencido, se va
escurriendo por sus alcantarillas todo el sentido
que tuvo.
Mi mejor amiga se ha marchado.
La chica que quiero no se va
(te vas) a quedar.
La ausencia de gorriones en los parques de tu infancia.
Madrid es ya eso y yo me pregunto
cuál de los otros que ya soy me justificará lejos.
Joaquín Valenzuela / De "Lo igual de ciertas cosas"
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*Parador en olvido*
el semisueño, semi recuerdo
tomó casa lindera, almohadas, salas
de visitas, caramelos
tachó balcón francés por dar a tierra
el mural ...
Hace 13 horas
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