sábado, 28 de marzo de 2009

Este oficio no es para cobardes



La gente tiene una idea muy equivocada de los poetas. Un poeta no es una damisela asustadiza que se pasa la vida oliendo flores y soltando remilgos de monja o flatulencias sentimentales. Un poeta es un peligro público. Me refiero a los poetas de verdad, claro está, no a los meros versificadores o a los trileros que expanden logomaquias. ¿Que cómo se reconoce a un poeta de verdad? Nada más fácil: un poeta de verdad es aquel que se juega el pellejo en cada uno de los poemas que escribe, lo cual significa que no hay nadie tan valiente (o tan temerario) como un poeta de verdad, quizá porque tampoco hay nadie tan vulnerable. No digo que un poeta de verdad no pueda ser un caballero cortés, de ideas políticas aburridamente razonables, un padre de familia amantísimo y un ciudadano probo. Por supuesto que puede serlo; de hecho, suele serlo. Pero detrás de esa apariencia civilizada se agazapa siempre el corazón en pie de guerra de un cazador de cabelleras o de un comanche sediento de sangre. La prueba es que no hay guerra más cruel que la guerra entre poetas, una guerra en que nunca se hacen prisioneros, y cuya única norma conocida es que no admite normas. El oficio de poeta consiste en cazar la verdad, así que para ser un poeta de verdad no hay más remedio que lanzarse alegremente a esa misión suicida. Por eso el poeta siempre está en guerra. El poeta de mentira está siempre en paz consigo mismo y en guerra con los demás. El poeta de verdad está siempre en paz con los demás y en guerra consigo mismo, o en guerra consigo mismo y también con los demás...



(Javier Cercas, artículo publicado en ElPaísSemanal del 15 de Enero de 2006)




viernes, 27 de marzo de 2009

miércoles, 25 de marzo de 2009

Epidemiología del suicidio



En general, se atribuyen al suicidio el 0,5-1% de las muertes. Las mayores tasas de suicidio en países desarrollados se dan en países nórdicos, Europa del Este y Japón, siendo marcadamente inferiores las tasas de los países mediterráneos y de religión católica, entre ellos, España (5-6 suicidios/100000 habitantes y año). Aunque las estadísticas no recogen la mayoría de los intentos de suicidio, se calcula que son al menos de 10 a 30 veces más frecuentes que los suicidios consumados. Los factores de riesgo implicados en el suicidio son:

  • -Factores sociodemográficos:
-Sexo: el suicidio consumado es dos o tres veces más frecuente en hombres que en mujeres en todos los grupos de edad; en los intentos de suicidio, la proporción se invierte, y las mujeres lo intentan hasta 4 veces más.
-Edad: las tasas de suicidio van aumentando con la edad, sobre todo a partir de los 70 años; sin embargo, el suicidio no es una causa frecuente de muerte en ancianos que fallecen por diversas enfermedades médicas. En adolescentes y jóvenes, siendo su frecuencia absoluta muy inferior a la de los ancianos, se convierte en la 2ª-3ª causa de muerte.
-Religión: tasas menores de suicidio en creyentes y practicantes (sobre todo católicos y musulmanes), frente a ateos o agnósticos.
-Estado civil: los separados/divorciados y los viudos se suicidan más que los solteros, y éstos más que los casados; los casados con hijos tienen las cifras más bajas. En los intentos de suicidio, estas diferencias no son tan marcadas, aunque siguen siendo más frecuentes en personas que carecen de pareja.
-Situación laboral: aumentan las tasas en desempleados, jubilados (en los primeros años) y en aquellos que llevan a cabo trabajos altamente estresantes y tienen acceso a medios letales (médicos, policías, militares..).
-Nivel socio cultural: en clases altas, aumenta el suicidio consumado; en clases bajas, los intentos de suicidio.
-Otros: mayores tasas en situaciones de aislamiento social (sobretodo zonas deprimidas de las grandes ciudades, pero también áreas rurales despobladas); países multirraciales, mayor riesgo en el grupo racial mayoritario (EEUU caucásicos) y menor en minorías étnicas.

  • -Factores psicopatológicos.

La enfermedad psiquiátrica es el factor de riesgo más importante para el suicidio. Se estima que el 90-95% de los suicidios se produce en personas con una enfermedad psiquiátrica definida, siendo la de mayor riesgo el trastorno depresivo (hasta el 80% de todos los suicidios), seguido de las toxicomanías (incluido el alcoholismo) y la esquizofrenia.

-Trastornos depresivos: el 10-15% de los pacientes con episodios depresivos se suicida. El suicidio es más probable en las formas bipolares que en las unipolares, y mucho menor en las formas crónicas (distimia). El riesgo aumenta en las formas graves (depresiones psicóticas, depresión con síntomas endógenos/melancólicos) y con la edad (depresiones en ancianos). Se describe un cierto aumento del riesgo al inicio del tratamiento antidepresivo, al mejorar antes la inhibición psicomotora que el ánimo y los pensamientos depresivos; afortunadamente, este fenómeno no es frecuente. La relación entre depresión y suicidio explica el leve aumento del suicidio en primavera y otoño. Los intentos de suicidios se relacionan con problemas adaptativos ante situaciones sociales adversas.

-Alcoholismo y otros trastornos por abuso de drogas: más del 15% de los alcohólicos se suicida; son sobre todo varones y, con gran frecuencia, hay además otra enfermedad psiquiátrica, sobre todo depresión. Los tóxicos facilitan el salto a la ideación suicida.

-Esquizofrenia: el 10% se suicida. El riesgo mayor es al comienzo de la enfermedad, en los pacientes jóvenes varones y con síntomas depresivos tras el primer brote (depresión postpsicótica).

-Trastornos de la personalidad: es un factor de riesgo importante porque, además, con gran frecuencia coexisten otras enfermedades psiquiátricas como el alcoholismo o la depresión, y porque son personas con problemas de relación con los demás. Los de mayor riesgo son el tipo antisocial (hasta el 5% de los suicidios) y el borderline/límite (suicidios impulsivos o por “paso al acto”).

-Anorexia nerviosa: el suicidio es la segunda causa de muerte en estos pacientes (5%).

  • -Otros factores de riesgo:

-Enfermedades físicas: aumentan el riesgo, especialmente si producen dolor crónico resistente a los tratamientos, son terminales o causan incapacidad; siempre hay que considerar los posibles efectos depresógenos de muchas medicaciones.

-Antecedentes familiares de suicidio (que suelen indicar una enfermedad psiquiátrica con componente hereditario).

-Acceso a medios de alta letalidad (armas de fuego, medicación de alta toxicidad).

-Conductas suicidas previas: el 40% de los depresivos que se suicidan habían hecho un intento de suicidio previo.




"Premier Deuil", 1888.
William-Adolphe Bouguereau.

domingo, 8 de marzo de 2009

luces frías color post-it , olor magia


("Los amantes del círculo polar" 1998. Julio Medem)

Homenaje póstumo 12


Solamente

ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida




(Alejandra Pizarnik)

sábado, 7 de marzo de 2009

viernes, 6 de marzo de 2009

Special K


La ketamina es un agente anestésico no volátil que se introdujo en la práctica clínica en el año 1970. Hoy se utiliza frecuentemente como agente de inducción en pacientes pediátricos. La ketamina es un derivado liposoluble de la fenciclidina.

Los mecanismos de acción de la ketamina a nivel molecular permanecen desconocidos. La ketamina parece deprimir selectivamente la función normal de asociación del cortex y tálamo, mientras aumenta la actividad del sistema límbico. Se sugiere un mecanismo que involucra a los receptores opiáceos por la reversión de los efectos de la ketamina por la naloxona. También pueden estar involucrados los receptores de la serotonina, noradrenalina, y muscarínicos de la acetilcolina.

La ketamina es un potente agente hipnótico y analgésico. La ketamina produce un estado de inconsciencia llamado "anestesia disociativa" caracterizado por el mantenimiento de los reflejos (p.e. de la tos y corneal) y movimientos coordinados pero no conscientes. Los pacientes anestesiados con ketamina frecuentemente se quedan con los ojos abiertos y parecen estar en un estado cataléptico. La analgesia que produce es profunda pero la amnesia puede ser incompleta. La ketamina produce un aumento importante de la presión intracraneal, flujo sanguíneo cerebral, metabolismo cerebral de O2 y presión intraocular. El efecto de la ketamina sobre el sistema cardiovascular se manifiesta por un aumento de la presión arterial sistólica de 20-40 mmHg, aumento de la frecuencia cardiaca, gasto cardiaco y consumo de 02. También se elevan las resistencias vasculares pulmonares. Estos efectos son secundarios a un aumento de la actividad simpática. La ketamina tiene paradojicamente un efecto depresor miocárdico directo que puede llegar a ser clínicamente evidente en pacientes en estado crítico (p.e. en pacientes hipovolémicos traumatizados, o pacientes con permanencia prolongada en UCI). La repetición de las dosis produce progresivamente menor estimulación hemodinámica con cada dosis.

Después de un bolus IV, la ketamina produce anestesia quirúrgica en 30-60 segundos. El despertar aparece en 10-15 minutos. La inconsciencia aparece dentro de los 5 minutos de la inyección IM con un efecto pico que aparece después de 20 minutos. Una dosis oral produce máxima sedación en 20-45 minutos.

La ketamina se utiliza como agente inductor IV. Es particularmente útil en pacientes hipovolémicos, con taponamiento cardiaco, o en pacientes con enfermedades congénitas cardiacas con shunt derecha izquierda. La ketamina puede ser también útil en pacientes con enfermedad bronquial reactiva severa debido a su efecto broncodilatador. La ketamina es particularmente útil como agente de inductor en niños por producir menos delirio que en los adultos. También es útil porque puede ser administrada como agente inductor por vía intramuscular en pacientes no cooperantes. La ketamina puede producir sedación consciente en pacientes pediátricos que van a someterse a procedimientos menores como curas o cambios de apósitos, desbridamiento de heridas, o estudios radiológicos. La ketamina puede producir una excelente analgesia sin depresión respiratoria para estos procedimientos.

El efecto adverso más destacado que aparece por el uso de la ketamina es un fenómeno conocido como delirio de emergencia. Éste ocurre después de algunas horas de la anestesia con ketamina y se manifiesta con confusión, ilusiones y temor. La incidencia de estas reacciones en adultos es del 10-30%, pero es mucho más bajo en la población pediátrica. Las grandes dosis de ketamina se asocian con una mayor incidencia de reacciones. El uso repetido de la ketamina produce progresivamnete menos reacciones. Las mujeres y los pacientes con historia de alteraciones psiquiátricas tienen más probabilidad de experimentar el delirio. Las benzodiazepinas se utilizan para disminuir la frecuencia y la severidad de estas reacciones. El lacrimeo y excesiva salivation son efectos secundarios comunes por el uso de la ketamina. Puede desarrollarse tolerancia a los efectos hipnóticos de la ketamina después del uso repetido en cortos periodos de tiempo (p.e. cuando se utiliza diariamente para curas). La ketamina no se conoce que produzca hipertermia maligna ni sea potencialmente liberador de histamina.

La ketamina puede administrarse IV, IM, rectal, u oralmente. La dosis normal de inducción es de 0.5-2.0 mg/kg IV o 4-10 mg/kg/IM. Para el mantenimiento de la anestesia se utiliza a dosis de 30-90 mg/kg/min, y a dosis de 10-20 mg/kg/min para producir sedación consciente. Las dosis deben ser reducidas en pacientes ancianos. La ketamina está disponible en una solución acuosa de 10 mg/ml, 50 mg/m,. La ketamina es compatible con el suero salino o soluciones de dextrosa. La ketamina es administrada normalmente en unión de una benzodiazepiana para reducir la incidencia y severidad de las reacciones de delirio. La administración anterior de benzodiazepinas o N2O puede disminuir los efectos estimulantes cardiovasculares de la ketamina.


lunes, 2 de marzo de 2009