miércoles, 29 de febrero de 2012

Nocilla Experience III


"Así que Julio va y escribe, ¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el petril de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo dentífrico. Pero ella no estaba ahora en el puente.
Y a renglón seguido,
Definición de Bola Cerrada: Una bola B del espacio R elevado a n es cerrada si su complementaria (R elevado a n - B) es abierta.
Ambas son consideradas conjuntos disjuntos en ese espacio R elevado a n, aunque puede llegar a definirse un espacio difuso tal que en él ambas bolas se intersequen."

"La mística tiene mucho que ver con el agua mineral con gas. Microesferas de aire que suben verticalmente a velocidad constante sin que les importe la curvatura del Universo. Un ascender que carece de correlato e imagen en el espacio-tiempo. La masa tiende a caer, y todo es masa, y todos somos y seremos masa, y quizá algún día haciendo colisionar 2 chorros de subatómicas partículas encuentren los físicos al fin el ansiado bosón de Higgs que dé cuenta de tanto peso que nos constituye y rodea. Sube a velocidad constante la burbuja de aire, fría y pequeña, aunque en el torrente sanguíneo te mate. Alguien tendría que pensar qué ocurriría si toda la nieve de las estepas fuera agua mineral con gas congelada, qué forma tendría el tiempo detenido en esas microesferas."

"Harold ya ha ascendido por el estado de Florida para entrar en el de Georgia, traspasarlo, llegar al de Alabama y seguir corriendo. Desde que abandonara su casa prefabricada en Miami y el tenis de videoconsola, sólo corre sin haber aún regresado. Únicamente se detiene para dormir; todo lo demás lo hace en marcha. Cada vez que llega a un cruce se decanta por un ramal al azar, y traza así un camino sinuoso que visto en mapa recuerda al de la carcoma en la pata de una cama con forma de continente americano [recientemente alguien ha señalado su parecido con las circunvoluciones de un cerebro]. Pantalón de pinzas chino, polo rojo, cazadora como de aviador y las viejas Converse en los pies. Ningún signo le indica que deba ni seguir ni detenerse, adopta aquella neutra solución del Principio de Inercia que ya postulara Newton: en tanto nada lo impida, toda cosa en movimiento continuará su trayectoria a velocidad constante. Ha cerrado su mente de la misma manera que la carne tiende a cerrarse tras una operación quirúrgica. Es ése uno de lo secretos que más le atraían cuando en Boston ejercía de médico: ¿por qué el cuerpo, aunque lo sometas a encarnizadas operaciones, siempre tiende a cerrarse, a cicatrizar su herida, a crear de nuevo oscuridad dentro de sí mismo como si la luz, que fuera es signo de vida, allí dentro equivaliera a muerte? Ahora Harold corre, aumenta su masa corporal, y así, cada vez le será más difícil a la luz llegar adentro, al centro del cuerpo que una vez maculado ya no tiene remedio. Muy lejos, una pantalla en blanco y negro de televisor acumula esa luz y miles de partidas de tenis ganadas contra sí misma con un esponjoso doing. 3057 km recorridos, y ni un solo recuerdo."


(más fragmentos extraídos de Nocilla Experience, el libro que me tiene absolutamente fascinado, de Agustín Fernández Mallo, y del que seguiré subiendo maravillas troceadas de esta subespecie remota)


viernes, 17 de febrero de 2012

Velcromina intrave(Ne)nosa

[Vámonos que es viernes, y los viernes es cuando pasan cosas]
No es del todo Jaranaspirit, es más bien Parrandastyle: RequeteJáá!!

jueves, 16 de febrero de 2012

Las luces de los aviones

Siempre hay algo ridículo en las emociones 
de aquellas personas que hemos dejado de querer
Oscar Wilde


En tus ojos y en esa canción de Aroah,
anochece y todo se hiela.
Miro tus fotos y son las fotos de una muerta.
Y la noche sigue anclada al cielo por las luces de los aviones,
atornillada al suelo por los charcos de alcohol y orina que reflejan
su brutalidad y su belleza
contenidas. Siempre
va clavándome al whisky la tristeza
y la carne sobre la calle regada de rostros
borrados de química y lluvia.
Ahora que ya nada puede dolerme. Muy a pesar
de los rótulos de las farmacias. Del pasar atroz
de los trenes como días.
Miro tus fotos y son las fotos de una muerta distinta.
Pero en tus ojos y en otra canción inútil,
amanece y nada cambia.

El olvido es esa cirugía del pasado que ya nadie puede permitirse.


Verso de combustión lenta 37 (también con el escaner de la biblioteca)


(A Elena, y en recuerdo de aquel conciertazo en el palacio de los deportes de Madrid que nos gozamos el 30 de diciembre del añito pasado)

Nocilla Experience II


"Una mujer llamada Cynthia Ferguson, licenciada en Medicina por la Universidad de Columbia, ha escrito el libro Historia universal de la piel, un tratado que abarca desde las enfermedades de ese órgano a la antropología, usos y costumbres asociados a ella a lo largo de un amplio abanico de culturas y razas. Cuenta que todo se le ocurrió cuando, en las prácticas de cirugía que ella supervisaba en la universidad, todos los alumnos tenían un miedo impresionante al primer tajo de bisturí, cortar la piel les producía una desazón y grima que incluso algunos no podían soportar. Sin embargo, en cuanto metían las manos dentro de la brecha y tenían que acometer auténticas carnicerías en los órganos internos, ese rechazo desaparecía, y hasta se divertían de la misma manera que los niños cuando juegan con el barro o a las cocinitas. Eso le hizo ver el poder de ese órgano que mide 2 m cuadrados en un ser humano estándar; el órgano más extenso que existe."

"Debido a que nada que porte información puede ir más rápido que la velocidad de la luz, existe lo que los cosmólogos llaman horizonte de sucesos, el punto más allá del cual no podemos aún conocer lo que ocurre. Señales de luz que se emitieron hace millones de años y de cuya existencia aún tardaremos en saber. Pero ese horizonte no es plano, sino una extensa superficie que esféricamente nos rodea, una bola cerrada e impermeable hasta que indique lo contrario una simple fórmula que liga la velocidad con el tiempo. En ese momento la nada se materializa en todo, e Ingrid Bergman se echa a llorar cuando en el rodaje de Viaje a Italia encuentran a una pareja abrazada entre la lava de Pompeya. No estaba en el guión ese horizonte de sucesos, pero había alguien allí para filmarlo, traspasarlo, elevarlo a la ficción. El artista Damien Hirst le dice a la prensa, mi obra lo único que demuestra es la imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo."

"Un día de septiembre, Harold, médico de profesión, de 32 años de edad, divorciado y sin hijos, natural de Boston pero afincado en Miami tras, precisamente, haberse divorciado y entender que necesitaba un cambio a aires más cálidos, está en su casa de una sola planta desde la que se ve la costa y un mar tan plano que parece mercurio. Juega al tenis con una videoconsola Atari del '79 conectada a la tele. La pantalla, totalmente negra, un punto cuadrado y blanco que hace de bola, y sólo 2 líneas blancas que se mueven de arriba abajo y simulan a cada jugador y su raqueta. Mediodía, la gente duerme o se baña, las persianas bajadas, silencio, y tras cada golpe de raqueta oye el esponjoso doing que le recuerda al latido de un corazón. Desde hace 3.5 años no para de jugar y devorar Corn Flakes con leche. Es la 78567 vez que es vencido por la tele. Se dirige a la cocina a por otro tazón de Corn Flakes, y observa que se le han terminado. Va hasta el garaje, donde guarda, tiradas en una esquina, multitud de cajas de cereales sin abrir mezcladas con otras vacías. Revuelve esa pila, se sumerge en ella, pero nada. Para su sorpresa, todas están ya consumidas. Metidas a presión en una de esas cajas vacías encuentra sus viejas zapatillas de deporte Converse. Las toma entre sus manos, huelen a musgo, y tras darles un par de vueltas en torno a sus ojos, se las calza, sale al jardín y se pone a correr al trote calle arriba. Lleva un pantalón chino de pinzas, un polo rojo y una cazadora de estilo aviador. Llega la noche y aún nose ha detenido."


(más fragmentos extraídos de Nocilla Experience, el libro que me tiene absolutamente fascinado, de Agustín Fernández Mallo, y del que seguiré subiendo maravillas troceadas de esta subespecie remota)

miércoles, 15 de febrero de 2012

Vida perra bailonga


Pues sí, la noche del sábado toca en El Dragón el grupo de mi primo, ese personaje enfermizo y tierno, estúpida pero literariamente autodestructivo al que estoy inmensamente agradecido por delirios como éste.
Iban a tocar en Elperroverde, un café cultureta que hay en el centro de Alcalá y pensaba tragarmelo enterito, pero nada. Dice que en sitios desparasitados y con agua corriente se niega, por principios. Así que nada, a éste no sé si al final acudiré a rememorar magulladuras e intoxicaciones prepúberes, costras purulentas varias de mi pasado no tan reciente. No sería un mal sitio donde volver a dislocarme el hombro. De momento voy dando la brasa. A partir de las 9 y media, 3 pavillos, Asco&Panzetta in live!

martes, 14 de febrero de 2012

Nocilla Experience, de Agustín Fernández Mallo


"Sandra hace el vuelo Londres-Palma de Mallorca. Apenas 1 hora en la que el giro de la tierra se congela. Hojea la revista British Airways News. Reportajes de vinos Ribeiro, Rioja, las últimas arquitecturas high-tech en Berlín, ventas por correo de perlas Majorica. Sobre una foto de una playa del Caribe le cae una lágrima, pero no por culpa de la playa, ni del Caribe, ni de la gravitación que le es propia a las lágrimas. Mira por la ventanilla, lleva los ojos al frente. Ni nubes ni tierra. Constata lo que ya sabía: en los aviones no existe horizonte."

"...El radio de acción, el banco de pruebas para su constatación, no pasa de 2 o 3 manzanas en torno a su azotea. En el barrio encuentra todo cuanto necesita: comestibles, conversaciones banales y ropa de temporada en tergal. La pretensión de su teoría consiste en demostrar con términos matemáticos que la soledad es una propiedad, un estado, connatural a los seres humanos superiores, y para ello se fundamenta en una evidencia física bien conocida por los científicos: sólo existen en la naturaleza 2 clases de partículas, los fermiones [electrones y protones, por ejemplo] y los bosones [fotones, gluones, gravitones, etcétera]. Los fermiones se caracterizan por el hecho, ampliamente demostrado, de que no puede haber 2 o más en un mismo estado, o lo que es lo mismo, que no pueden estar juntos. La virtud de los bosones es justamente la contraria: no sólo pueden estar varios en un mismo estado y juntos, sino que buscan ese apilamiento, lo necesitan. Así, Marc toma como reflejo y patrón esa clasificación para postular la existencia de personas solitarias que, como los fermiones, no soportan la presencia de nadie. Son éstas las únicas que le merecen respeto alguno. Aparte, están las otras, las que como los bosones se arraciman en cuanto pueden bajo asociaciones, grupos y demás apiñamientos a fin de enmascarar en la masa su genética mediocridad. A estos últimos Marc los desprecia, por eso no es extraño que a él no le importe cómo marcha el mundo, ni si hay pobreza o riqueza, ni si sube o baja el precio de la fruta o el pescado, ni las manifestaciones, colectividades, partidos políticos, religiones u ONGs. Por supuesto, tiene por auténticos modelos de vida elevada, de vida esencialmente fermiónica, a Nietzsche, Wittgenstein, Unabomber, Cioran y sobre todo a Henry J. Darger, aquel hombre que jamás salió de su habitación de Chicago. Además, Marc, como todo fermión, hace tiempo que dejó de frecuentar mujeres y amigos. Su única conexión estable con el mundo es la red internauta..."

"Mihály piensa a menudo en Maleva, se pregunta qué habrá sido de ella. En las avenidas vacías el frío cuartea la pintura de los grafitis, dándoles un carácter de imposible mapamundi. La ciudad, con la nieve a una altura de 3 pisos, parece más que nunca un embalse a media capacidad en el que despuntaran antenas y azoteas. Los semáforos siguen encendidos bajo el hielo y cambian de color dándole al suelo, sucio pero cristalino, un aire de fiesta vacía. Los fragmentos de edificios y bloques que aun quedan  por encima de la nieve han sido cubiertos por unas grandes caperuzas de tela de algodón, construidas con sábanas rescatadas de los antiguos campos de concentración de Siberia y diversos hospicios, cosidas las unas a las otras; como no se lavaron, en esas telas hay de todo. Así que da igual estar bajo el hielo que por encima de él, porque en todo caso el horizonte es vertical y blanco, y nada se ve. La idea de esas caperuzas de algodón había sido de un conductor de autobús llamado Jodorkovski, que hacía una vez al mes la ruta que va de Ulan Erge a Berlín. (...) Mihály toma un café en el office que hay junto al quirófano, piensa que quizá Maleva esté ahora en la planta baja de alguna casa, bajo el nivel del hielo, sentada en una silla ante el fuego de una chimenea escuchando una casete de Lou Reed, o quizá más arriba, cubierta por una caperuza blanca, inventando un horizonte. (...) Da el último trago al café y regresa a la sala de operaciones, otro crío con apendicitis. Ya son 15 en lo que va de año. Sabe ya lo que se encontrará, una cápsula de Yodo 125 radiactivo alojada en su apéndice."


(fragmentos extraídos de Nocilla Experience, el libro que me tiene absolutamente fascinado, de Agustín Fernández Mallo, y del que seguiré subiendo maravillas partidas de esta especie)

lunes, 13 de febrero de 2012

domingo, 12 de febrero de 2012

Alcoholestidad brutal (de virajes y rejas)

A estas alturas de la resaca y a pesar de no tener nada que confesar antes de que cualquiera me delate.
Para unos ha sido un giro discreto, apenas perceptible. Casi perdonable.
Otros podrán recriminarme brusquedad y falta de delicadeza. Hasta de respeto. Y puede que a mí mismo.
La persona de mis textos siempre en segunda persona ya no es la misma persona a pesar de ese algo que le hace ser constantemente la misma persona que no termina de existir a este lado de la pantalla.
Hace tiempo que ya no es a ti a quien escribo. Sino a ti.
Y espero que tú nunca lo sepas del todo.

viernes, 10 de febrero de 2012

jueves, 9 de febrero de 2012

O Camiño

Primero fue el crepitar inconfundible y eterno de nuestras suelas hundiéndose unos milímetros en la nieve. Ese sonido intemporal y cómplice de la nieve aplastándose bajo nuestros cuerpos a cada paso. Subíamos de Piedrafita a O Cebreiro por aquella cuneta abandonada, gélida de oscuridad a las 6:07 am, aun con la tibieza y el sueño residuales del asiento del autobús apagándose bajo el abrigo. Los labios morados de Rubén iluminados por su Galaxy sin cobertura a través de su propio vaho. Y por fin ver esa nieve sobre el asfalto como a pinceladas de un bebé drogado, dibujando un perfecto y silencioso moteado cancerígeno.

Siguió con el tacto mojado del musgo extendiéndose vertical sobre la corteza de aquel castaño, casi una barba postiza vegetal o un sarpullido febril de color lima. Y debajo, el camino se abría como un surco infinito alfombrado de hojas secas de roble, perdiéndose en la lejanía entre dos hileras dormidas de helechos y piedra.

Luego soy yo mismo, deteniéndome a beber agua, respirando, y sintiendo cómo cientos de barras intermitentes de sol de invierno perforan la sábana de hojas de eucalipto en movimiento constante, alzada 30 metros por encima de mi cabeza. Se posan sobre mi piel como insectos de luz y van quemándome los párpados.


En Palas de Rei, es el humo del café trepando por mi gesto agotado y risueño. Empañándome la nariz mientras me distraigo leyendo la curiosidad intranscendente impresa en el sobre del azúcar. Saber disfrutar de volver a sentir el frío y el cansancio. De volver y saberlo. Ser consciente de todo de repente, sentado en aquella extraña cafetería de diseño en madera y telas, en el interior de aquel macrocomplejo turístico de bungalows.

Más tarde sería la imagen perpétua a la luz del mechero de mis viejas botas Hi-tech vacías, manchadas de un rastro terroso de verdes y grises. Mis viejas botas llorando sinuosos y deshilachados dos cordones rendidos sobre el parqué del interior del albergue.

(El surcoreano con el que coincidimos en el refugio de Triacastela ha aparecido sentado al borde del camino sobre un muro de piedra, fumando y bebiéndose una lata de cerveza de marca extraña, sonriéndole al sol del medio camino entre Sarriá y Portomarín. Chapurreamos un nefasto inglés compartiendo itinerario y risas multinacionales durante algunos kilómetros. Luego en el albergue, le observaría sentarse frente al radiador insuficiente, apoyando sus pies desnudos sobre la superficie metálica, con una manta vieja cubriéndole su piel cenicienta hasta los tobillos.)

Por supuesto el sabor de los chupitos de licor-café diluyéndose en mi saliva y de fondo la televisión alertando del temporal en un gallego incomprensible. Rendidos y felices sobre la mesa de hule mal fregado, en la casa de aquella mujer con mandil que nos abrió la puerta una noche cerrada en Hospital da Cruz.

Y también la mirada del niño de la mesa de enfrente en aquella posada de Sarriá, que le señalaba a su madre el destello púrpura y denso que era el brillo sanguíneo de nuestra botella de vino. Y acto seguido, entre confundido e indignado, el aro de luz perforando mi ceja. Y yo sorprendiéndome de no haber intentado antes encontrar entre ambos fuegos débiles alguna relación extraña.


O cuando cruzábamos el Miño en Portomarín y vi sus aguas rizadas de viento, ondulando aquel alga hipnótica de color radiactivo adherida al pilar sumergido del puente. Y mi propia cara chorreando sudor y lluvia, levantando la mirada y sonriéndole al reflejo del escaparate de la tienda de souvenirs.

Aquí todos parecen saber bien sus motivos para caminar, para seguir caminando siempre hacia el frente a pesar de todo. Yo ando sin ser muy consciente de todas las cosas de las que me despido en cada metro y para siempre. Y en mi paso no hay desprecio hacia el pasado, no hay culpa, no cabe. Simplemente camino, sin pensar (todavía no me lo trago). Sin pretender dejar atrás nada en concreto.

[Ya en aquel albergue rural de diseño en Ribadiso de Baixo, suenan Los Planetas en mi mp3 de batería moribunda y yo permanezco derramado boca arriba sobre la litera con los ojos muy abiertos. Detrás de mi cabeza, al otro lado del cristal empañado, se abre un valle de pinos inundado de niebla. Y en el intervalo de silencio entre “Canción del fin del mundo” y “No ardieras” leo los mensajes de otros peregrinos a Eding negro sobre la madera del somier de la litera de arriba: “nunk se anda + q nadie” (isabel de VK, 18/8/04), “akí se foya en silencio” (una de la cuenca minera del Nalón, 6/7/07), “cuidao con la rubia de recepción que es bollera” (mcFly Cordobés, 15/2/06). Y así hasta que me duermo y todo se apaga.]

El contraste lisérgico en el rostro de la dependienta de aquella panadería en Melide, entre el rosado vascular del jamón cocido de sus mejillas y el azul de hielo virgen antártico en sus ojos de 25 años y miga caliente. Más placer visual hipertrofiado.

Los dientes mellados del taxista borracho ofreciéndome mi equipaje y las vueltas en la puerta de la estación de tren de Santiago, con ese olor a sangre y brasero que tiene siempre el dinero en la mano de los enfermos si es domingo.


Yo no sé si es posible vivir un viaje con tal intensidad que lo recuerdes doble. Si puede existir un deja-vu que dure 5 días. Una hipermnesia hiperestésica sin psicotrópicos. Yo no sé si es posible un viaje con tal intensidad que creas seguir viviéndolo constantemente. Hasta tener que escribirlo.

(Ya de vuelta, sentado en el autobús, la enésima visita de esta obviedad inocente: mi concepto de belleza reproducible es sólo un viaje largo en estado de embriaguez, preferentemente en invierno, y con gotas sobre los parabrisas salpicando de perfección y drama el paisaje veloz que es la biopsia inútil de una mirada. Que siempre es a su vez la biopsia inútil de una huida.)

Decidme dónde hay más poesía que en una carretera mojada.
Sigo quemando kilómetros y lluvia.


miércoles, 8 de febrero de 2012

Empieza la buena vida...