domingo, 28 de noviembre de 2010

De los últimos refugios evasivos estereotipados... (o risas)



Matorral, maleza, fregado, don nadie, árbol achaparrado, arbusto achaparrado, aborto, cepillo de cerdas cortas, barba corta, pequeño bigote, equipo de reservas, jugador suplente, fregar, restregar, depurar, estregar, anular, achaparrado, canijo.
Scrubs.
Equivalentes conceptuales de médico interno residente.
Joder, sonaba mejor sin saber lo que significa.

Defendiendo el derecho a la tibieza


La buena tiniebla



Una mujer desnuda y en lo oscuro

genera un resplandor que da confianza

de modo que si sobreviene

un apagón o un desconsuelo

es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda


entonces las paredes se acuarelan

el cielo raso se convierte en cielo

las telarañas vibran en su ángulo
los almanaques dominguean

y los ojos felices y felinos
miran y no se cansan de mirar


una mujer desnuda y en lo oscuro

una mujer querida o a querer

exorciza por una vez la muerte.



(Poema extraído de "Geografías" de Mario Benedetti)

domingo, 21 de noviembre de 2010

El Excmo. Ayuntamiento de Alcalá de Henares desafía a la mismísima Real Academia de la Lengua Española. Juzguen ustedes mismos...


En el umbral de Umbral (dosis n elevada a n)


La silla de ruedas. Llevo al niño en una silla de ruedas. Una vez, siendo él muy pequeño, escribí un cuento titulado "La mecedora", donde hablaba de cómo dormía yo al niño todas las noches, antes de llevarle a la cama o a la cuna, en mi mecedora de leer y charlar. Ahora está esto de la silla de ruedas. Es otro viaje quieto, como el de la mecedora, otro viaje sin viaje, y vamos por pasillos blancos, por pasillo negros, a través de villorrios del dieciocho, lunas como hoces, nieves alpinas, flores y gatos, y seres vagos le dejan una sonrisa al pasar, una sonrisa blanca, perdida, y le dicen niña, porque la cercanía de la muerte afemina al hombre -más al niño-, como a veces masculiniza a la mujer, que la muerte no sabe de sexos, es espantosamente casta, y robamos flores de difuntos, geranios dóciles, en una felicidad pequeña, de pastilla para la tos.


Hasta que comprendo que la silla me lleva a mí, que el niño tira de mí, que vamos a no sé qué despeñadero, que soy un cadáver deambulando detrás de una silla de ruedas, o que llevo en la silla de ruedas una porción mínima de muerte, un niño que no pesa, una vida que no suena. Quisiera esto para siempre, seguir cruzando puertas, corredores, sonrisas amarillas de enfermos incurables, y que durase nuestro viaje, hijo, y tenerte siquiera así, viéndote desde arriba, viendo tu cabeza rizada y tus manos mínimas y enfermas, como las manos de esas momias infantiles que a veces aparecen en el alto Nilo. Por eso, todo lo que escriba, ya, quisiera que tuviese la sencillez directa del diario íntimo, de este diario, de lo que hace uno con su caligrafía más honrada, y esto por reducir al mínimo la farsa del vivir, duplicada siempre por la falsa de escribir. Leedme sencillamente, de frente, anulando entre escritura y lectura todo protocolo falsario. Ni el gran espectáculo de la filosofía ni el convencionalismo de la narración. Sólo la escritura de un hombre que hace interminablemente su diario. Lo imprescindible para no morir, pero también para no vivir.


("Mortal y rosa" Francisco Umbral)

Curiosidad de historia de la medicina: enfermedades infecciosas


"Un clavo saca otro clavo". A finales del s. XIX, antes de la era antibiótica, los pacientes sifilíticos eran infectados intencionadamente con malaria para crear una fiebre que, controlada con quinina, minimizaba los efectos de ambas dolencias. Algunos morían por la propia malaria, pero era preferible este riesgo al de una muerte casi segura por sífilis. Esta práctica se mantuvo hasta que en 1910 se comercializó el famoso "Salvarsán", derivado del arsénico y apodado "bala mágica", por ser el primer compuesto sintetizado para la curación de enfermedades infecciosas.


(Manual AMIR de Infecciosas y Microbiología, 4ª edición)

viernes, 19 de noviembre de 2010

"Azufre", de Enfant Terrible


Me asustan los médicos que creen en Dios. Y la anestesia entrando con la pesadez del mercurio. Una mancha de sangre en el techo del quirófano con la forma de Sicilia. La sangre en las vendas. Las venas como espaguetis. Siento el sistema nervioso como un bulevar de Shibuya. Agitado, acelerado, y loco. Noto calambres como vagonetas de cocaína atravesando una mina de azufre. Trato de ordenar las ideas y alinearlas como latas de conserva en el escaparate de un colmado. Se caen al suelo y se desparraman como cimientos de arena. Los calmantes dibujando objetos que emergen de la pared y se acercan a mis miedos. Y mis miedos rodeándome como diez vaqueros encañonando al último indio. Y la anestesia desapareciendo lenta y tranquila como una niña deslizándose por el tobogán de un parque acuático. Me asustan los médicos que creen en Dios.


(Texto extraído de enfant terrible)

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Y sigues esperando


Hembra que entre mis muslos callabas

de todos los favores que pude prometerte
te debo la locura.

("Hembra" de "El último hombre" 1984. Leopoldo María Panero)

martes, 16 de noviembre de 2010

Más Umbral sobreredendosificado (n x m)


¿Y la vida? Un acecho sexual, continuo, torvo, con muebles y oficinas de por medio, nada más. Hombres y mujeres se observan de reojo, se espían, precipitan y retrasan el momento de la captura. El sexo es un crimen sin víctima o con víctima. Algo de esto decía Baudelaire. Hay una crueldad, un vampirismo implícito, algo torvo y cínico en la lucha de los sexos.

De tienda a taxi, de teatro a alcoba, desde el fondo de las sombras, por detrás de los cristales, las vitrinas, las ropas y los parques, hombres y mujeres se buscan y desencuentran en el juego cruel, monótono y eterno del crimen sexual. Entre tanto, se tienden puentes sobre el mar o se levantan escaleras hasta la cúpula del aire. Pero lo único cierto es la cloaca sexual que cada noche inunda el mundo. Una realidad zoológica y apestosa. Avergonzados de la elementalidad de todo esto, que no es sino una dinámica de rebaño, hemos hecho lirismo, filosofía, complicación y metafísica. Lo he repetido más de una vez: toda la cultura no es sino el esfuerzo desesperado del hombre por dignificarse a sí mismo, por estofarse de trascendencia. La religión quiere darnos un alma y la cultura quiere darnos un traje.

Pero somos opacos y desnudos. Otoño. Astenia. La cabeza se me decapita sola. Los brazos se me lastran de sombras. Los muslos se me espesan de sueño. Soy una ropa vacía que pisa con miedo la falsa vegetación del mundo, la trampa de ramas y hojas de la muerte.

En las escaleras mecánicas de las tiendas dialogo con mi hijo muerto. Ante los quioscos de periódicos soy una página rasgada que se lleva el viento. La vida se ha quedado hueca de tiempo, el tiempo se ha quedado hueco de días. El tiempo lo creamos nosotros viviendo, esperando, avanzando. Si uno dimite de la vida, el tiempo ya no existe. El tiempo es nuestra impaciencia. Sin impaciencia, las esferas se paran y el mundo descubre su inanidad de chisme inútil, de trasto viejo, de cosa caída.

Cuando nada espero ni busco ni pretendo, sólo queda el movimiento mediocre y elemental de la vida, su mecanismo torpe y repetido. Pero el tiempo, categoría y aura de todas las cosas, ha sido abolido. El tiempo, sí, lo crea nuestra impaciencia, como a Dios lo crea nuestra soledad. En cuanto retiramos nuestra adhesión a las grandes abstracciones, se disuelven en el aire. Sin anhelos por mi parte, ya no hay tiempo: sólo hay clima. Y quizá ni siquiera clima. Porque el tiempo metafísico y el tiempo climatológico van más confundidos de lo que parece. Puede ser que sólo exista el tiempo climatológico, el tiempo de los hombres del tiempo, el de los anticiclones y las borrascas. De ese tiempo hemos hecho una categoría convirtiéndolo en Tiempo con mayúscula. Pero el Tiempo sin hombre se queda en meteorología.

Tiempo, otoño, astenia. “Tiene usted una astenia” me dice el médico. Yo creo que es el mundo el que tiene una astenia.


("Mortal y rosa" Francisco Umbral)

domingo, 14 de noviembre de 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

11 años de Albal

Supe de ella que supo de mí.
Más que nadie hasta entonces.

Con la mirada vacía,

terminada como una litrona.

Olía a lluvia y a escombro. Eran sus pechos

dos flanes de sangre tibia. Le gustaba de sí

un lunar entre las cejas, como si su plan

fuera un planeta. Me contó ese secreto una vez.

Hacía malabares con corazones de cuarto menguante

envueltos en papel Albal. Estallaban en el aire.

Salpicando de palidez su rostro como la luz

del interior de un frigorífico viejo. Aquel día

vi sus mejillas rotas color vino, por las lágrimas

color se fue. Saltaron once años.

Jamás volví a saber.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Enésima sobredosis redentora de Umbral (n+o)

En noches de ahogo, al pie de mi hijo enfermo, velando su navegación agónica hacia la muerte, he sentido el tirón hondo de la infancia, de lo lejano, el retorno a cuando nada había ocurrido, al principio de mi vida, y he escrito cosas tan sencillas como éstas, buscando la simplicidad consoladora y aclaratoria de mi vida primera: Calle de tantos astros, rinconada del tiempo, la dimensión del mundo me la daba un vencejo. Oro de las mañanas empobreciendo el cielo, soles de cada tarde en un ladrillo eterno. De los países del alba venían los buhoneros y en sus pregones altos flotaba un hombre muerto. Calle de tanta noche, mitología del miedo, madres de los difuntos en las tapias de enero. Sonaban las iglesias enormes de silencio y pasaba la yegua inmensa de los tiempos. El hombre más remoto era sólo un lechero y el Dios de los espacios era sólo mi abuelo.

He escrito a la luz de una linterna, a la luz de una gota de agua, a la luz de la noche, sobre las rodillas, en papel sucio, buscando la consoladora asonancia de una prosa o un verso simples, y así me salían cosas como esta otra, que doy precisamente por su falta de valor literario, en este diario, y que están en los papeles originales rodeadas de los dibujos simples e inflados de le tengo hechos a la cara de mi hijo: Volver de nuevo al niño que fuiste no sé cuándo, subir de nuevo al cielo viejo del campanario: era un desván el cielo en las tardes de mayo, por donde erraban soles y agonizaban pájaros. No haber vivido nada de lo que me ha pasado, sino, a través del hijo, morir hacia mi barrio. Barrio de luces pobres, velero desguazado, cuando el mapa del aire se me queda en blanco. No haber dado el inútil rodeo autobiográfico para volver difunto al tiempo del milagro. Estoy velando un niño que soy yo mismo, extático.


("Mortal y rosa" Francisco Umbral)

Jazzcalá juernes night

Smell Blue organiza una Jam Session en Kigston pub de Alcalá de Henares.
Será el jueves 11 de noviembre a las 22:oo horas.
Podéis acudir a escucharles, pero si os animáis, también a tocar algunos temas con ellos.
Smell Blue son: Sami (saxo), Lucas (guitarra), Ricky (piano), Kike (piano) y Michael (batería).
No os lo perdáis.

martes, 9 de noviembre de 2010

Presentación del nuevo libro de Gsus Bonilla


Yo no tengo muchos amigos en esto de la poesía. Él es uno. Y desde hace ya tiempo. Recuerdo la cara que puso cuando tras un recital en elmonodelatinta que casi nadie entendió, le pregunté cuándo saldría este segundo libro suyo. Pues el momento ha llegado. Espero que disfrute de todo esto que se le viene encima porque se me ocurren pocos que se lo merezcan más. Qué ganas tengo de leerlo. Un abrazo Gsus. Y otra vez enhorabuena.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Nueva dosis redentora de Umbral (n+ñ)

Huyo, sí, a ese mundo quieto y ficticio, a esa vida posible e inexistente, a veces, escapando de mi propia vida, de este naufragio donde nadie se ahoga, de este desorden de cuadros que hay que clavar, libros que hay que leer, cosas que habría que escribir, y la muerte pasando a través de todo, luces, tiempo, hijo, días, muebles, palabras, dones, ensartando la vida silenciosamente. O hago una vez más, queriendo salvar algo, el retrato del niño. Dejadme hacerlo aquí, dibujar con palabras fáciles el desorden inocente y artístico, demasiado artístico, de su cabeza ligera y su nariz de gato niño, los ojos, pétalos de una flor oscura, hoja y fruto al mismo tiempo, con su halo profundo de tristeza o algo peor, que tanto me estremece, y el esfuerzo banal de la boca, dibujada primorosamente, y que a veces se riza en palabras íntimas y a veces se abulta, débil y ya masculina, en palabras violentas de espuma sola. Esas mejillas como una fruta excesiva que no pertenece a ninguna cosecha, el cuerpo espeso y reciente , que tomo en alto para apretar su gracia simple, las manos, sólo dibujo, o los pies, tan breves, naciendo esa minuciosidad del borrón tierno que es el cuerpo. Muy terminado por unas partes y muy en embrión por otras, el niño, como todos los niños.

("Mortal y rosa" Francisco Umbral)

Anécdota curiosa (digestivo)


Warren y Marshal trabajaron en la década de 1980 para demostrar la relación de Helicobacter pylori con la úlcera gástrica. Como en otras ocasiones, fue una mezcla de azar y determinación lo que les llevó al éxito. Por un lado no aislaron el germen hasta que accidentalmente "descuidaron" un frasco de cultivo durante las vacaciones de 1982, y por otro, para superar el escepticismo inicial, Warren ingirió un frasco con el germen, tras lo cual desarrolló una gastritis demostrada con endoscopia 10 días tras la ingesta.


(Manual AMIR de Digestivo y Cirugía General, 4ª edición)

sábado, 6 de noviembre de 2010

Sal de mi cabeza (y más buenrollismo necesario)


¿Dónde vas caraguapa? Que se te ha estropeado el pelo.
Tienes los ojos de llorar y yo así no los recuerdo.
Recuerdo de tu mirar, de tus lindos ojos negros.
Esa mirada es imposible de olvidar.

¿Dónde vas caraguapa? ¿Quién te dijo a tí
que nunca se supera una resaca?
¿Dónde vas caraguapa? ¿Quién te hizo elegir
tomar camino carretera o manta?

Dejarte de ti. Dejarte de ti.
Dejarme de ti. Dejarme de tí.
Y yo era el que soñaba con tus brazos.

¿Dónde vas caraguapa? Que no me dices nada de na.
¿Dónde vas caraguapa? Caraguapa se va.
Recuerdo de su mirar, de sus lindos ojos negros.
Esa mirada es imposible de olvidar.

Caraguapa se va, Caraguapa se va.


Aquí el temazaco en cuestión.

Por el mismo precio, gran versión. Tú pide por esa boquita.

Y alegría ostia, que es sábado noche.

De volveres y otras divertidas zancadillas vitales


"Volver es un verbo con trampa

que lo mismo suena a revancha que a derrota"

"Tal vez sea cierto que la magia no existe, pero las casualidades trabajan a destajo cuando el otoño en Madrid conspira contra la imbecilidad de los enamorados."

Cracovia sin ti
Carlos Salem

lunes, 1 de noviembre de 2010

De nuevo otras nuevas otras dosis redentoras (n+n')


Algunas veces me quedo dentro de unos servicios públicos, aseos los llaman en algunos sitios, aseos pone encima de la flecha indicadora. Hay que quedarse así, quieto, en un inodoro conocido o desconocido, en el baño de casa o en los servicios de una cafetería, en el ataúd vertical y acondicionado del retrete, hasta que la palabra water se disuelva en el aire, sintiendo cómo la vida se detiene. Paredes de azulejo muy menudo, tres azulejos caídos en algún sitio, tres cuadraditos de cal y yeso y pared y tiempo, por donde asoma la crudeza de la construcción, tres huecos de una simetría casual y natural, Klee y Mondrian sentados en la taza, el uno o el otro encarnados en mí, mirando el juego de cuadraditos caídos, la geometría deficiente, gris y vivida de la pared, en un clima de nalga, orín, silencio y rumor, y las cañerías, las tuberías que tragan agua de vez en cuando, como un reptil dormido que respira o hace la digestión, ese buche de agua negra que pasa por la garganta de la tubería cada cierto tiempo, y afuera el rumor de la ciudad, se llena uno de beatitud y de pronto comprende que no está oyendo nada, que la ciudad se apaga, que ya no existe, pero a lo mejor perdura el rumor del bar, el escándalo de la barra, gritos y gambas, o la conversación de dos parroquianos, ahí fuera, mientras dan suelta a su ácido úrico, vamos a ver si nos dan de comer, y que llevo un hambre que no veas, y yo aquí, sentado en la taza, o de pie, mirando la bombilla negra, el rollo de papel higiénico, tan soso, tan servicial, tan maltratado, un grifo cerca del suelo, que no cierra ni abre nada, el polvo y la puerta.

En la puerta hay inscripciones, roturas, nombres, marcas de bolígrafo, manchas marrones, quemaduras pequeñas, crueldades, el rastro de toda la tribu defecadora que ha pasado por aquí. Una sexualidad elemental, la torpeza de unos órganos genitales que parecen pintados, efectivamente, con los órganos genitales, alguna alusión política, confusa, confusa, directa, un nombre de mujer, Petri, una pe demasiado grande, el tipo empezó con entusiasmo, con grandiosidad que luego desfallece en las otras letras, terminadas de cualquier manera. Qué poco dura el amor.

O hubo algo más urgente. Petri. Alguien ha querido perfeccionar la tarea grabando otro nombre a navaja, trabajando la madera de la puerta, pero también se ha cansado y se ha ido, y al final se ha limitado a dibujar ligeramente las letras con la punta del arma, sin ahondar, uno quisiera llevarse estas puertas de retrete, estos relieves, qué exquisitez, el gusto decadente por lo popular, por lo espontáneo, por lo enigmático, ese arte que ahora se ha puesto de moda, todos juegan a imitar la casualidad de la vida, ya es bastante haber visto, haber sabido ver el arte que hace la vida, la emoción que tiene el tiempo fragmentario de la gente, llevarse la puerta, salir cargado con ella, transportar el tablón por las calles, como un carpintero o un antropólogo, si le pones una firma puede valer mucho dinero en una sala de exposiciones, pero todo eso ha quedado fuera, la cultura, la vida, mi vida, aquí sólo es una puerta de verdad, un aglomerado de realidad, madera artificial sintética contrachapeada que me separa del mundo, me aísla, me entierra, que constituye mi soledad, instaura una individualidad que no tengo divide el tiempo, mientras el mundo desaparece afuera y sólo me envía olores de guiso, de distancia, de mediodía, de gente. Puedo desencadenar la caída de las aguas, la catarata ruidosa, una catástrofe de cisterna que todo se lo lleva y echa de nuevo sobre mí la actualidad.


("Mortal y rosa" Francisco Umbral)