"Un clavo saca otro clavo". A finales del s. XIX, antes de la era antibiótica, los pacientes sifilíticos eran infectados intencionadamente con malaria para crear una fiebre que, controlada con quinina, minimizaba los efectos de ambas dolencias. Algunos morían por la propia malaria, pero era preferible este riesgo al de una muerte casi segura por sífilis. Esta práctica se mantuvo hasta que en 1910 se comercializó el famoso "Salvarsán", derivado del arsénico y apodado "bala mágica", por ser el primer compuesto sintetizado para la curación de enfermedades infecciosas.
(Manual AMIR de Infecciosas y Microbiología, 4ª edición)
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