domingo, 21 de noviembre de 2010

En el umbral de Umbral (dosis n elevada a n)


La silla de ruedas. Llevo al niño en una silla de ruedas. Una vez, siendo él muy pequeño, escribí un cuento titulado "La mecedora", donde hablaba de cómo dormía yo al niño todas las noches, antes de llevarle a la cama o a la cuna, en mi mecedora de leer y charlar. Ahora está esto de la silla de ruedas. Es otro viaje quieto, como el de la mecedora, otro viaje sin viaje, y vamos por pasillos blancos, por pasillo negros, a través de villorrios del dieciocho, lunas como hoces, nieves alpinas, flores y gatos, y seres vagos le dejan una sonrisa al pasar, una sonrisa blanca, perdida, y le dicen niña, porque la cercanía de la muerte afemina al hombre -más al niño-, como a veces masculiniza a la mujer, que la muerte no sabe de sexos, es espantosamente casta, y robamos flores de difuntos, geranios dóciles, en una felicidad pequeña, de pastilla para la tos.


Hasta que comprendo que la silla me lleva a mí, que el niño tira de mí, que vamos a no sé qué despeñadero, que soy un cadáver deambulando detrás de una silla de ruedas, o que llevo en la silla de ruedas una porción mínima de muerte, un niño que no pesa, una vida que no suena. Quisiera esto para siempre, seguir cruzando puertas, corredores, sonrisas amarillas de enfermos incurables, y que durase nuestro viaje, hijo, y tenerte siquiera así, viéndote desde arriba, viendo tu cabeza rizada y tus manos mínimas y enfermas, como las manos de esas momias infantiles que a veces aparecen en el alto Nilo. Por eso, todo lo que escriba, ya, quisiera que tuviese la sencillez directa del diario íntimo, de este diario, de lo que hace uno con su caligrafía más honrada, y esto por reducir al mínimo la farsa del vivir, duplicada siempre por la falsa de escribir. Leedme sencillamente, de frente, anulando entre escritura y lectura todo protocolo falsario. Ni el gran espectáculo de la filosofía ni el convencionalismo de la narración. Sólo la escritura de un hombre que hace interminablemente su diario. Lo imprescindible para no morir, pero también para no vivir.


("Mortal y rosa" Francisco Umbral)

1 comentario:

Lola dijo...

Uno de mis libros preferidos de Umbral...
He escuchado tu entrevista en la radio. Felicidades.
Un beso Guillermo.