domingo, 27 de marzo de 2011

Domingo de Resurrección, de Carlos Salem


Pertenecer

ser miembro de una tribu
un club de fútbol
o una asociación de vecinos
en la que no sea siempre el raro
el sospechoso.
Inaugurar rituales del afecto que sobrevivan sin oxígeno
plantas que florezcan aunque no las riegue
un ordenador portátil que me preste su memoria
una piel ajena que no acabe por sobrarme.
Algo
alguien
más que yo
a quien odiar los domingos por la tarde.
Este vacío está repleto
es un ascensor que avanza de costado
un tren submarino
un avión recorriendo la carretera secundaria
por la que hago auto stop
con las manos en el bolsillo
para maldecir sin ganas
a los coches que no paran
que no adivinan adonde quiero ir
para ignorar a los que se detienen
y me ofrecen un viaje hacia el pueblo
que ya no me interesa visitar.

Solo.
Porque no aprendí
a pertenecer del todo a nadie
y siempre me pareció una cursilada
el asunto del zorro y el principito.
Puede que muera solo
pero eso de dejarse domesticar
como requisito para ser querido
me sigue sonando a trueque
con el que alguien pierde
y casi nunca soy yo.

Solo.
Aunque esta noche la memoria de tu cuerpo lata pegado al mío
y me muerda los labios para no rogar
que te quedes
que te marches para siempre
que nunca hayas venido
que me abras otra vez
ese refugio de sangre envuelta en gemidos
y me encierres en él
durante cinco eternidades.

Cierra la puerta al salir
querida.
Soy inmortal pero a veces lo olvido
y tú me lo recuerdas
cuando es demasiado tarde.

Ya no estás.

Y sigo solo.

No se están tan mal
si logro sintonizar una radio
con canciones que me digan quién soy
si me reconozco y me saludo
y decido caminar lo que me queda de domingo
sin suicidarme.



(poema de Carlos Salem, extraído de su último poemario Memorias circulares del hombre-peonza de la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker)

domingo, 13 de marzo de 2011

No volveré a hacerlo


Tengo que quitarme esta costumbre

de quedarme inmóvil
en mitad de la calle
cuando ya no me ves
aun con el frío de tu saliva entre mis labios
aun con la lluvia de tu pelo sobre mis dedos
observando cómo te alejas de mí
hasta borrarte.

Tengo que dejar de creer que me acostumbra
poco a poco, que me prepara
contra esa vez última
que se acerca.

Porque sé que cuando te vayas,
y te vayas haciendo cada vez
más pequeña en la distancia
y no vuelvas la mirada
y el cruce de un autobús urbano línea 7,
o la esquina de un bloque de pisos
de alguna constructora que ya no existe,
o un contenedor de reciclaje
(ojalá el amor fuera plástico),
se traguen tu andar amargo y
sea para siempre,
siempre diré que aquel ritual doloroso
casi funciona. Por eso.

Tengo que dejar de hacerme daño
por si acaso en algún momento
tú dejas de poder hacérmelo.



sábado, 12 de marzo de 2011

Lichistoso y telepático

"entre lo que aun no sé
y lo que no quiero saber
hay un espacio que he dejado vacío
pa' que guardes tus cosas si te vienes conmigo"

"besos de sal en los labios de mi herida"

"tengo cicatrices en la sien
de tanta bala perdida"


"soy tan facilito que me vas a perder"

(...)

martes, 1 de marzo de 2011

¿Qué habrá?


MA NON TROPPO


De vez en cuando, el mundo nos sonríe.

A ti también, poeta, aunque pretendas
hacer de cada verso una derrota,
y solamente busques en la vida
motivos para hablar de tu tragedia.



ELVIRA CASTRO


Mañana hace dos años, me susurra
al oído mi madre, muy bajito:

el olor de mi abuela todavía
me impregna la memoria cuando pienso
que todo lo que soy llegará a nada.



JOSÉ MARTÍNEZ


Sé que suena pueril, pero me gusta
mirarme en el espejo y ver sus rasgos:

esta vez no me sirven las palabras
que suelo utilizar en otros versos.
No sé cómo nombrar tanta distancia.



EN DOS

Estás partida en dos bajo su vientre,
pero no sientes nada parecido
a la felicidad. Aún no sabes
dónde debes buscar tu redención.



(poemas extraídos de Tras la puerta tapiada, de Francisco José Martínez Morán, profesor de varios talleres literarios en la Universidad de Alcalá)