sábado, 18 de junio de 2022

Camino de Valdeolmos

La infancia puede ser verdad
o una rueda de bicicleta pinchada
cerca de Valdeolmos. 
Un sonajero de viento en las retamas secas. 
Caminos agrietados desaguando
una lluvia remota. 

Atardece sobre el hinojo. Se oxidan
una lata de refresco descolorida
un cartucho de escopeta. 
Las sombras de los cardos se alargan. 
Un rumor de cencerros se aleja. 
En el sudor de tu frente estallan
besos de moscas.

Una infancia puede ser mentira o ser
tierra rota. Ésta. 

Si las patrias existen dadme
solo memoria. 

domingo, 19 de diciembre de 2021

Otra pregunta melancoholica más OPE Digestivo

 Señale la respuesta falsa sobre el metabolismo del etanol:

1. La principal vía por la que se metaboliza el etanol es la de la alcohol-deshidrogenasa hepática. 

2. Si la alcohol-deshidrogenasa gástrica tiene mucha actividad, menos etanol será absorbido en el intestino. 

3. Si la alcohol-deshidrogenasa hepática tiene poca actividad habrá menos acetaldehído. 

4. Si la acetaldehído-deshidrogenasa tiene mucha actividad, se metabolizará más acetaldehído a acetato, aumentando las lesiones hepáticas. 


Hagan juego: dejen su comentario. 
Gocen de esta alocada experiencia que es estar en el pellejo de un opositor. 
Muy pronto la respuesta correcta y su debida explicación. 
Feliz diciembre a todos. 


lunes, 6 de septiembre de 2021

apuntes para un agosto fracturado


Leo la novela “el verano que mi madre tuvo los ojos verdes”. Me la ha prestado A. para amenizarme el verano que mi madre tuvo la pierna de su hijo azul.

Ahora mi vida es lenta y sencilla como un blues en un transistor de pilas agotadas. Tengo tiempo de ver "pasapalabra", de leer todas las cookies. En distintos idiomas. Hasta me informo sobre el cultivo del guisante. Estoy pensando en plantar un huerto. Tal vez de rodillas. Como una especie de reverencia a esta tierra arcillosa que se ablanda bajo el peso de mi suela izquierda. Para que la ausencia de cosechas me ayude a diferenciar las estaciones de un año yermo. Lento y sencillo como una escalera o un coágulo.

Qué extraño espectáculo de los sentidos es un blíster. Tan brillante en cada fisura de su papel metálico como una lámpara de quirófano sobre tus córneas. Tan sonoro en el hundimiento de cada ampolla de plástico como la cortical de un peroné al astillarse bajo la carne. Un objeto que concentra el consuelo sensorial mínimo para todo enfermo medicado. Fascinados y cabizbajos sosteniendo entre las manos este objeto prodigioso. Un blíster. Fascinados aunque la droga que contenga en su interior no distorsione la percepción del mismo.

Ahora mi vida es lenta y sencilla. Como una herencia o un triciclo. Tengo tiempo de observar formarse y descargar tormentas de verano sobre la carretera comarcal. Y respiro el olor a asfalto mojado mientras los días se secan y a lo lejos comienza otro incendio. Lento y sencillo
 como un eclipse o una cremallera.

Juego a elegir una canción al día. Una pieza exacta, insustituible, vinculada a la jornada por una razón íntima que no revelo. Envío por whatsapp el enlace de spotify a R., y pego otro de youtube en mi muro de facebook. Casi unas migas de pan por el sendero de montaña que no debí haber cogido. Un acertijo para nadie y contra mí. Algo que me permita, desde el futuro, confeccionar una lista sonora temática que vaya enhebrando las emociones de mi convalecencia. Lenta y sencilla como una avispa resucitada de la piscina por un recogehojas.

Un verano con demasiado tiempo no tiene porqué volverte loco. Pero prestas atención a las catástrofes naturales de los informativos. Y a las fotos felices de las vacaciones de tus contactos. Y entonces entiendes que el ser humano se extingue a toda velocidad. Y que no te importa porque desprecias (a toda ferocidad) la estupidez de esos padres orgullosos que exponen gratuitamente el rostro de sus hijos en las redes sociales.

Ahora mi vida es lenta y sencilla. Como un guiso antiguo, una lepra, un ZX Spectrum. Hasta he pensado en escribir por el simple placer de solamente hacerlo. Sin la autoexigencia de dotar al texto de una narración ordenada ni de una coherencia formal. Ni siquiera de un final suficiente, que complete el relato o al menos sea fácil de identificar cuando no llegue. Como una cosecha de migas de pan olvidadas en un camino de polvo de hueso.


sábado, 14 de agosto de 2021

pregunta melancoholica OPE Digestivo

 Señale la respuesta correcta de la epidemiología de la hepatopatía alcohólica y el alcoholismo: 

A) Un 75% de las personas presenta datos de dependencia o abuso de alcohol en algún momento de su vida. 

B) Las lesiones hepáticas por el alcohol son más frecuentes en personas jóvenes que abusan del mismo. 

C) Los problemas de abuso y dependencia del alcohol son más frecuentes tras los 45 años. 

D) Un 50% de las cirrosis hepáticas en países occidentales se deben al alcohol. 


Jueguen amigos. Dejen su comentario. 
Disfruten esta trepidante aventura de sentirse opositores. 
Próximamente, la respuesta correcta y su correspondiente explicación.
Feliz agosto. 

miércoles, 11 de agosto de 2021

tormenta en Wyoming


Me he puesto a dibujar una muleta.
A lápiz y sobre un bloc de papel de la marca Gvarro que me regaló R.Cuando a 550 km de distancia le dije por teléfono que había tenido un accidente de montaña, me aseguró que me conseguiría unas muletas.
Me tranquilizó mucho esa promesa, me llenó de ánimo.
Y aquí las tengo.

Deslizo ahora la mina de grafito sobre la superficie árida de la lámina.
Y pienso que el éxito real es poder contar con alguien que se preocupe por ti desde algún sitio y te procure algo absurdo en un momento dado, una necesidad puntual y prosaica.
Alguien que complete por ti una tarea de lo más banal, pero que percibes transitoriamente desde tu juicio convaleciente como una hazaña fuera de tu alcance (y que te inflige además una pereza paralizante). Qué consuelo y qué quietud poder desentenderte de ese cometido. Confiarlo a quien sabe materializar todo su miedo a tu dolor en un objeto tangible.
Con gracia y sencillez.
Alguien que se las arregla misteriosamente para arrastrar a la luz desde la nada, por ejemplo, unas muletas.
Éstas.

Durante mi infancia, siempre recuerdo a mi abuelo paterno sostenido por unas muletas.
Sufría una cojera consecuencia del tétanos que lo había tenido en coma durante varios meses. Después, nunca dejó de hacer nada que se hubiera propuesto. Lo hacía más despacio, podía tardar días, daba rodeos a través de pequeños logros secundarios que posibilitaran el objetivo final. Descansaba, y volvía firme en su convicción, siempre apoyado en sus muletas, a veces mediante otros tantos inventos propios que diseñaba y elaboraba con elementos rudimentarios para salvar sus dificultades de movilidad.

Me dieron el alta y R. me trajo a casa de mis padres. Celebramos todos juntos el 90 cumpleaños de mi abuela, que me vio en muletas, sopló las velas de su tarta, y no paró de hablar de mi abuelo en toda la tarde.
Viajó mi abuela hasta mi abuelo a través de mis muletas.

Por eso, supongo, la imagen de este simple artículo de ortopedia es para mí todo un símbolo de tesón e ingenio, de paciencia y de capricho, de persistencia hasta el éxito. Raigambre e inteligencia práctica alcanzando mi cuerpo desde el recuerdo y la niebla mal iluminados de un antepasado muerto. Un misterio que encierra todo el orgullo familiar que heredo inesperadamente este agosto de 2021.
Encriptado en unas muletas.

Hago resonar en mi pensamiento las tres sílabas de la palabra "muleta". Pronuncio después en alto, muy despacio, para mi absoluta soledad, la palabra completa. Me dedico ese lujo ridículo, una exhibición fugaz e íntima de inofensiva locura. Y caigo en la cuenta de que tiene “muleta” una fonética desgraciada comparada con la perfecta belleza que completa la suma total de sus significados. Existe en la palabra muleta un desequilibrio aberrante. Veo en ella un eje torcido, una proporción lisiada, una tara, no sé. Le ofrecería mis buenas muletas, a muleta, yo, ahora mismo.

Hacía más de diez años que no dibujaba nada.
Con lo que me gustaba de pequeño, de verdad que no consigo explicármelo.

Para dibujar la muleta tengo que observarla detenidamente. Escruto su estructura con dureza, clavando la mirada en sus formas. Recorro su perfil primero con la retina, después con el tacto frío de sus líneas metálicas bajo mis dedos. Para al final duplicar su anatomía ya deformada sobre el papel, conformando el esbozo de grises. Observo y dibujo la muleta como si estuviera domando un caballo mustango al que confiar el peso de mi cuerpo enfermo. En mitad de una llanura de Wyoming atravesada por una tormenta. No me importa las veces que el animal salvaje me tire al suelo (total, ya tengo huesos rotos). Voy a herrar esas muletas y colocarle una montura. Mi severidad de hoy serán la confianza y la libertad que ellas me devuelvan durante semanas.

Concentra esta muleta mi equilibrio sobre el mundo.
He terminado el dibujo, comienza mi recuperación.
Creo que me ha quedado bastante torcida.

jueves, 1 de abril de 2021

message in a bote

 


Cabina telefónica, Plaza de la Constitución 
(frente a antigua oficina de Correos). 
Serracines, Madrid. 2021.

viernes, 15 de enero de 2021

¡Qué Desilusión!

Sé que no estoy en mi juicio 
 y que me falta inspiración.
 
 ("¡Qué desilusión!" Leño) 

 
Media vida fingiendo sufrimiento 
para que me publiquen un artículo científico 
antes 
que un libro de poemas.
 
Qué desilusión.

Ni la medicina merece esa mentira 
ni la literatura
esta verdad.


 

https://www.reed.es/ArticuloFicha.aspx?id=4734&hst=0&idR=84&tp=1

domingo, 10 de enero de 2021

Filomena

 Un Dios tartamudo rodaba sobre Madrid un anuncio de champú anticaspa. 

lunes, 4 de enero de 2021

Balance anual

Escribo esto un 31 de diciembre. Y este año que hoy se acaba ha sido duro y difícil. He superado una mudanza, otra, pero no por enésima menos extenuante física y mentalmente, igual de cronificada, casi un cáncer (no). He sufrido un accidente de tráfico, sin secuelas aparentes, tampoco físicas. He trabajado como sanitario del sistema público de salud en una de las regiones más castigadas por esta pandemia, en la que más profesionales nos hemos contagiado porque menos nos han protegido. Se canceló el concierto de la gira de despedida de Extremoduro para el que tenía entradas. No conseguí la plaza de interino a la optaba en una convocatoria pública. No pude celebrar mi cumpleaños con amigos. Y se me adelantaron en la compra de una vivienda que realmente me gustaba. Para mí, 2020 tampoco ha sido un año excelso. Pero yo que sé, lamentarse es tan fácil como inútil. 

También me han pasado cosas buenas. Mi amiga Elena ha vuelto de Nueva York tras años de exilio profesional. He conseguido no quemarme en el trabajo, de momento, a pesar de las tragedias a las que he asistido y de los maltratos que gestores y gobernantes me han seguido dedicando. He empezado a cocinar. Un poco. Algunos platos sencillos. Pero ensucio mucho la cocina. Me he demostrado lo poco que necesito. Vivo en un hogar precioso con la persona que quiero, lo construimos día a día más y mejor, con algunas horas de bricolaje torpe, esperanza y buen gusto. Mis padres y mi hermano están bien de salud. La verdad es que tampoco se puede pedir mucho más.  

Del 2021 espero comprar discos de segunda mano con Alfon, tocar un blues facilón a la guitarra con Mateo y Chema, salir al monte con Sergio y Manu. Emborracharme con Dani y el Abuelo. Pegarme un homenaje culinario con Agüero y Gómez. Viajar con Regi. Ir a una fiesta de disfraces a casa de Adri. Aunque sé que será difícil que este nuevo año me ofrezca disfrutar como antes de un buen concierto de rock, por ejemplo. De jugar como antes un partido de baloncesto, por ejemplo. De dar abrazos como antes a mi abuela, por ejemplo. 

Ya sé que ha sido un año aciago para la mayoría. Pero tal vez sea más práctico analizar que maldecir. Del 2020 me quedo con la enseñanza de que podemos vivir con menos. Y creo que debemos vivir con mucho menos si no queremos que los años siguientes sean peores que este. 

domingo, 3 de enero de 2021

Patacon y Gerris Lacustris

 En los últimos días de diciembre de 2020 son noticia las palabras escogidas por academias de la lengua como las más significativas del año. Creo que "confinamiento", "coronavirus" y "nós" (por gallega y también por distinta comentada con Mateo vía telefónica) fueron algunas. La madrugada de nochevieja, sin embargo, rondó mi cabeza de forma obsesiva la palabra "patacones". Ja. Llegó a mi por Regi. Ella la pronunció en nuestra cocina, por la tarde, mientras deshacía el hatillo de víveres y me daba instrucciones para preparar el ceviche de langostinos. Creo que patacones son las rodajas secas de plátano macho frito, muy crujientes, y según parece, deben sumergirse en el caldo inmediatamente antes de comenzar a degustar el plato, para evitar que se reblandezcan, y preservar así el contraste de texturas y consistencias. Lo que aprendo con ella, oye. El caso es que la palabrita en cuestión debió de quedar resonando en mi inconsciente como para que unas diez horas después no pudiera desprendérmela del pensamiento mientras intentaba continuar durmiendo. 

Muy distintos son los significados que me evocaba de forma errónea su fonética. Recordé "barracón", claro, de origen militar, probablemente por la noticia reciente y celebrada de que mi amigo Dani adquiría y se instalaba una vivienda prefabricada en un terreno cercano a la casa de mis padres. Me confundía "patacudo" cuyo significado dudo haber conocido previamente y he tenido que consultar: adinerado, en portugués. Y por extensión "zancudo", sinónimo en américa latina de mosquito, referido a la familia de los culícidos (orden Díptera) en taxonomía, que incluyen especies vectores de la Malaria o la Fiebre Amarilla. 

Asocié a continuación "zapateros", esos asombrosos insectos de río (orden Hemíptera, familia Gerridae) que logran desplazarse por la superficie del agua apoyados sobre sus larguísimas patas en constante flotación. Un fenómeno interesante que se fundamenta, supongo, en la tensión superficial del agua y en una especie de almohadilla formada por pelos hidrófobos que poseen en los extremos de sus patas, esto no lo suponía en absoluto, consiguiendo así formar una minúscula bolsa de aire sobre la superficie. Lógicamente esto de nuevo lo he tenido que consultar. Cómo iba yo a saberlo. Por quién me tomáis. Así he aprendido además, que su conocimiento profundo era un reto, y ha sido materia de estudio para los prestigiosos matemáticos del MIT. Nada menos que una de las últimas incógnitas físicas de la locomoción animal que quedaba por desentrañar. Por lo visto los zapateros se mueven como una barca de remos y no servía, como con los animales terrestres, la tercera ley de Newton para explicar su movimiento. Publicaron el estudio en 2003 en la revista Nature y construyeron un prototipo de robot que camina sobre el agua aplicando estos mismos fundamentos. El pasado verano me bañaba en el río Ega a su paso por Arbeiza, reparando en la curiosa anatomía de estos simpáticos bichitos y sin embargo ignorando por completo toda esta información.

Como veis, así hila, salta, desvaría y gripa una mente afectada por la privación de sueño y la resaca. ¿Dónde termina la asociación de ideas y empieza el discurso divergente? Feliz 2021 y salud mental para todos. 


sábado, 2 de enero de 2021

leed, ved, malditos!

https://elpais.com/cultura/2021-01-01/la-prueba-del-alcohol-literario.html

https://www.rtve.es/noticias/20201026/anatomia-dandy-quien-fue-realmente-francisco-umbral/2049140.shtml

domingo, 27 de diciembre de 2020

miércoles, 23 de diciembre de 2020

tictac


A veces es muy tarde para tomar café. 
Y demasiado pronto para una cerveza. 
Eterno momento exacto 
suspendido de sueño y sed.
Extravío ahogado. Deshora desierta  
donde no encontrarnos.


lunes, 21 de diciembre de 2020

Open, las Memorias de Agassi

Me lo regaló Agüero, un tipo tan generoso como exigente, desprovisto en general de entusiasmo hacia el trabajo de otros. Bastó para generarme un interés inusual y me sumergí en su lectura con mi habitual falta de constancia. Me considero tan poco aficionado al tenis como a las autobiografías. Sin embargo disfruté de su lectura desde el primer párrafo. Una escritura sencilla, directa y cargada de un contenido extraño y simpático, contado de forma honesta y valiente, con muchas anécdotas divertidas y reconociendo una vulnerabilidad inesperada. 

Copio aquí algunos fragmentos que me han llamado la atención, páginas tras cuya lectura he tenido sin remedio que realizar el habitual doblez en su esquina, para poder regresar con agilidad: 

"Se supone que debo ser una persona distinta ahora que he ganado un torneo de Grand Slam. Todo el mundo me lo dice. Lo de "La imagen lo es todo" ha pasado a la historia. Ahora los comentaristas deportivos aseguran que, para Andre Agassi, ganar lo es todo. Tras dos años llamándome estafa, diciendo que no soporto la presión, que soy un rebelde sin causa, ahora me colocan en un pedestal. Declaran que soy un ganador, un jugador sólido, uno de los grandes. Dicen que mi victoria en Wimbledon los obliga a evaluarme de nuevo, a reconsiderar quién soy en realidad. 

Pero yo no siento que Wimbledon me haya cambiado. De hecho, me siento como si me hubieran hecho príncipe de un secreto sórdido: ganar no cambia nada. Ahora que he ganado un Grand Slam, sé algo que se permite saber a pocas personas en este mundo: las victorias no nos hacen sentir tan bien como mal nos hacen sentir las derrotas, y las buenas sensaciones no duran tanto como las malas. Con gran diferencia."

(...)

"Nos vamos en coche hasta las montañas, recorremos el Strip en ambos sentidos, escuchando el CD especial de Gil. Él lo ha titulado: Calambres de barriga. Su filosofía, en todo, es buscar el dolor, cortejar el dolor, reconocer que el dolor es la vida. Si tienes el corazón roto, me dije Gil, no te escondas de él. Recréate en él. Si nos duele, dice, dejemos que nos duela. Calambres de barriga es una colección de las canciones de amor más tristes jamás escritas. Las escuchamos una y otra vez hasta que nos aprendemos las letras de memoria. Cuando termina una canción, Gil recita las letras. A mí, de hecho, me sirven más esos recitados que las canciones en sí. Él deja en evidencia a todos los artistas. Prefiero oír a Gil recitar una canción que a Sinatra interpretarla. 

Con los años, la voz de Gil va haciéndose cada vez más grave, más densa, más aterciopelada, y al recitar el estribillo de un tema desgarrado suena como si a través de su cuerpo se manifestaran Moisés y Elvis Presley juntos. Merecería un Grammy por su interpretación del Please Don't Be Scared, de Barry Manilow: 

Cause feeling pain's a hard way
To know you're still alive. *

Aunque su versión de We Can't Build a Fire in the Rain, de Roy Clark, me emociona siempre, por más veces que la recite. Uno de los versos, en especial, nos dice mucho: 

Just going through the motiones and pretending
We have something left to gain. **

*Porque sentir dolor es una manera dura de saber que estamos vivos. 
**Repetir las acciones y fingir que nos quede algo que ganar."

(...)

"Éste es el libro de mi papá, respondió Jaden en un tono de voz que no le había oído usar nunca, salvo para hblar de Papá Noel y de Guitar Hero. 
Espero que él y su hermana sientan el mismo orgullo por este libro dentro de diez años, y de treinta, y de sesenta. Lo he escrito por ellos, pero también para ellos. Espero que les ayude a evitar algunas trampas en las que yo caí. Más aún, espero que se convierta en uno de los muchos libros que les ofrezcan consuelo, orientación y placer. Yo descubrí tarde la magia de los libros. De los muchos errores que quiero que mis hijos eviten, ése ocupa uno de los primeros puestos en la lista." 

jueves, 10 de diciembre de 2020

violines

 No he escrito antes sobre el coronavirus. Nunca he escrito hasta hoy del impacto que tuvo en mi vida y mi ánimo esta pandemia durante la primavera de 2020. Como sanitario, hijo o amigo, quizá como paciente, puede que lo peor aun esté por ocurrirme, quién sabe. Pero durante los meses de marzo y abril de este interminable año, viví momentos extenuantes y espantosos trabajando en el hospital. Y después, al volver a casa en coche por las calles vacías, momentos de voz quebrada al manos libres, tratando de fingir fortaleza y esperanza como respuesta a siempre las mismas preguntas de seres queridos preocupados. 

Recuerdo aquellos días de forma vaga, movido por un automatismo instintivo, una alienación de supervivencia. Convencido de la conveniencia de trabajar todo lo posible para así, ya fuera por cansancio o por falta de tiempo, poder pensar lo mínimo imprescindible, y que a la vez, el calendario avanzara lo máximo. Recuerdo consultar con esperanza la sección diaria de Kiko Llaneras en la prensa digital ansioso de algún indicio epidemiológico de mejoría cercana. Las noches en vela, creyendo apreciarme una leve dificultad respiratoria, las horas con los ojos fijos, muy abiertos en medio de la oscuridad. Los días agitados y repletos de silencio, temiendo la noticia fatal y probable de algún familiar o amigo. 

Durante todo aquel tiempo, lo recuerdo bien, un par de artefactos diarios de contenido audiovisual me ayudaban a desafiar esta realidad desapacible. Todas las noches, al llegar a casa agotado, ponía en la tele pública el final de las noticias y Carlos del Amor firmaba unos reportajes de minuto y medio que no eran sino pura poesía de lo cotidiano en forma de fotografías, música y su voz en off con unas pocas palabras idóneas. Todas las mañanas a las 7:41, en RNE1, Laura Barrachina, a modo de resumen de su programa "efecto Doppler" de la noche anterior, declamaba una reflexión filosófica y recomendaba con lirismo y elegancia una buena serie, un prólogo lúcido de novela o una portada de disco recóndito. Siempre tras una música de violines que anunciaba su sección. Y en la que no puedo dejar de reconocer la melodía de Where is my mind? de Pixies (aunque la señorita R jamás me ha dado la razón en esto). Y así cada mañana iba despertando cansado en mitad de una rutina de incertidumbre y dolor, sin saber qué horror viviría esa jornada en el hospital al que me dirigía. Pero silbando al volante la sintonía de violines, emocionado ante el comienzo de mi dosis diaria de cultura. Fresca. Evasiva. Necesaria.