miércoles, 30 de marzo de 2016

lunes, 28 de marzo de 2016

poema sin título para un atardecer, de Jesús Baena

"Qué mierda esta tristeza, sin embargo,
que lo confunde todo. Dime, ¿fingirías por mi
una tarde, un ratito, que el mundo es todo brisa,
brisa pura sin dientes ni cuchillos,
que me quieres, y nada se interpone?
Pero es pedirte mucho, ya lo sé.
Qué pena que me quieras, que te quiera,
y siempre falte algo, sobre algo, huya algo,
y este lodazal con sus espinas, osea, mis pecados,
y la trinchera sórdida, quiero decir: la noche.
No debiera beber cuando estoy triste.
No estoy acostumbrado. Fíjate lo que ocurre."

lunes, 21 de marzo de 2016

Confesión confusa (diez años después)

Hoy solo quiero conducir muy despacio, durante horas, hacia ningún lugar decidido.

sábado, 19 de marzo de 2016

Esta noche


Prólogo del autor (el hombre sentimental)

"El hombre sentimental es una historia de amor en la que el amor no se ve ni se vive, sino que se anuncia y recuerda. ¿Puede esto ocurrir? Algo como el amor, que es siempre urgente e inaplazable, que requiere la presencia y la consumación o consumición inmediata, ¿puede anunciarse sin que aún exista, o recordarse de veras cuando ya no existe? ¿O será que el propio anuncio y el mero recuerdo forman, ya y todavía respectivamente, parte de ese amor? Lo ignoro, pero lo que sí creo es que el amor está fundamentado en gran medida en su anticipación y en su memoria. Es el sentimiento que exigen mayores dosis de imaginación, no sólo cuando se lo intuye, cuando se le ve venir, y no sólo cuando quien lo ha experimentado y lo ha perdido tiene necesidad de explicárselo, sino también mientras el propio amor se desarrolla y tiene plena vigencia. Digamos que es un sentimiento que exige siempre algo ficticio además de lo que le procura la realidad. Dicho con otras palabras, el amor tiene siempre una proyección imaginaria, por tangible o real que lo creamos en un momento dado. Está siempre por cumplirse, es el reino de lo que puede ser. O bien de lo que pudo ser.

En este reino se mueven los personajes de El hombre sentimental, o al menos asistimos sobre todo a aquellos fragmentos de su historia en los que -por anticipación o recuerdo- más obligados están a convivir con el amor cuando aún no lo tienen o lo han perdido ya. La diferencia entre los dos principales personajes masculinos del libro estriba en que, así como uno de ellos no se conforma con con esa dimensión imaginaria, proyectiva o ficticia, sino que da los pasos necesarios para que su amor vislumbrado se vea desplazado por su amor vivido (para que su amor se cumpla), el otro, el verdadero hombre sentimental, es quien ha aceptado -con paciencia, pero con resignación- esa vía imaginaria, unilateral, y se ha instalado vitalmente en ella. Para el primer personaje, el término de su amor no será excesivamente grave -como de hecho no lo es para casi nadie en la sociedad actual- porque desde el momento en que ha optado por lo real, o si se prefiere por lo cumplido, ha elegido ya el punto de vista de la memoria, que hace soportables todas las cosas. El otro personaje, en cambio, al perder un amor incumplido (y concebido como tal), se ve obligado a abandonar el verdadero reino del amor, el de la posibilidad y la imaginación. Y es esa pérdida, sobre todo, la que lleva a la desesperación.

En medio hay un personaje femenino, Natalia Manur, que en la novela es mostrada sólo de manera difusa, como a través de un velo. Sólo se la ve con nitidez en una ocasión, al principio, dormida, como yo vi a la mujer del tren Milán-Venecia. Esto puede sorprender, ya que al mismo tiempo se trata de un personaje central. Pero quizá pertenezca a esa larga estirpe de mujeres de ficción que (como Penélope, como Desdémona, como Dulcinea y otras tantas de inferior alcurnia) están y quizá no son: seguramente las más peligrosas para quienes entran en contacto con ellas, y el narrador de El hombre sentimental no parece ignorarlo: "Pues bien sé", dice, "que no hay sentimiento más eficaz ni más duradero que el que se edifica sobre lo que es fingido, o aún es más, sobre lo que nunca ha existido." Cabe preguntarse si ese narrador quiso decir también: "sobre lo que no se ha cumplido"."


Javier Marías.
Marzo de 1987.

sábado, 12 de marzo de 2016

crucifixión olvidada (postales de invierno)


http://www.melancoholismo.blogspot.com.es/2009/04/los-mundos-de-will.html

https://www.youtube.com/watch?v=9wIbylO24gE
https://www.youtube.com/watch?v=3EL20VKlvbs
https://www.youtube.com/watch?v=6OnVyVynhQA

jueves, 10 de marzo de 2016

beso líquido

Caen las gotas sobre un fondo de silencio, pesado y blando, como el preludio inconsciente de algo. Caen las gotas.

De lluvia, fina e implacable, en el campamento mal iluminado de 25.000 refugiados en Idomeni, frente a cientos de periodistas internacionales.
De quimioterapia, lentísima y letal, en el gotero del sillón número 12, bienvenido al hospital de día de Getafe, avísenos si necesita algo pulsando este pequeño interruptor.

Acaricio alambradas de espino y hogueras junto al endotelio embarrado de una arteria mesentérica infiltrada. Escucho en alta fidelidad el chapoteo sobre el lodo de unas botas infantiles y el llanto de una madre que se tapa la cara al salir de la consulta de Páncreas. Es arte una salpicadura de gemcitabina sobre la mejilla sonrosada y fría que no cubre el hiyab. Expuesto en ARCOmadrid 2016 25 aniversario: imaginando otros futuros. Claro que es arte la mancha de barro y orina surcando los hilos trenzados de seda, extendiéndose por la corbata nueva de un oncólogo sonriente. Instalación Sitaçoes límite 1 y 2, de Anna Bella Geiger. 75 x 320 x 140 cm. Pabellón HALL 7, stand F06, Galerie Bárbara Thumm, Berlín. Vendida.

Alguien muy drogado nos aliña desde el cielo a torpes chorrritos de esperanza y lujo, confundiendo ambos dispensadores, acabados en vidrio y acero, diseño sueco, ya disponibles en su tienda on line.
Pero caen las gotas, siguen cayendo.
Confirmando en su beso líquido el simple retraso inútil de todo aquello que avanza imparable.