domingo, 10 de noviembre de 2019

Lou Reed era español, de Manuel Vilas

"Zaragoza no tiene chimeneas. Tiene un alcalde con barba, o tenía o tendrá: todos los alcaldes son el mismo alcalde. Zaragoza tiene viento, pero no es el viento del Juicio Final, es otro viento. No sabemos cuál, pero es otro. Zaragoza tiene mujeres bonitas. Zaragoza tiene muy largas avenidas con casas muy pequeñas.
Tiene semáforos que son idénticos a los semáforos de Sevilla, Pamplona y Madrid. Zaragoza tiene negros que sonríen a la vida. Zaragoza esconde alcohólicos en pisos del extrarradio.
En Zaragoza vivo yo.

Hubiera querido vivir en Nueva York, como todos y todas aunque no lo digan, pero acabé viviendo en Zaragoza. En Zaragoza, se habla castellano como en Salamanca, por ejemplo. En Zaragoza se come bien, pero todo está caro. En Zaragoza los sueldos son tan bajos como en Barcelona. En Zaragoza una cerveza cuesta 2,70 euros si te la tomas en un bar del centro.
Sólo puedes tomarte dos.

Me gusta cuando nieva, pero no nieva nunca en Zaragoza.
Zaragoza no tiene metro.
Tiene autobuses que van a los barrios y en los barrios hay mujeres medio desesperadas. Hay mercados donde venden borrajas. Las borrajas son una verdura típica de Zaragoza.
Una vez vino Lou Reed a cantar a Zaragoza, pero a Lou Reed nadie le dijo el nombre de la ciudad en la que iba a cantar.
Así que no sabe que estuvo aquí.
Nunca supo que estuvo aquí.

En Zaragoza, si te descuidas, te ahorcan, pero eso pasa más en Nueva York. Así que estamos muy bien aquí. Y hay mucho sol, para que te pongas moreno si quieres.
Una vez vino Lou Reed a cantar a Zaragoza, pero ya nadie lo recuerda.
Él murió.
Y los que estuvimos en aquel concierto del 14 de abril del año 2000 estamos olvidando. Y muriendo.
Nadie supo dónde durmió aquella noche Lou Reed y a nadie le importa una mierda como ésa, absolutamente a nadie y eso es hermoso, es hermoso que no lo importe a nadie dónde durmió Lou Reed aquella noche, son vacíos del tiempo, cuerpos y cuerpos, la historia de la humanidad, con sus luces de memoria y olvido, con sus cuerpos famosos y sus cuerpos anónimos.

Lo vieron volar por los cielos de Zaragoza.
Dijo "esta ciudad es terrible".
No volverá a cantar aquí.
Tal vez regrese el día del Juicio Final.
Porque si es verdad eso de la segunda venida de Jesucristo, igual Lou Reed vuelve por segunda vez a cantar en Zaragoza. "You never can tell", dijo alguien de allí, de Zaragoza."

(...)

"Lou nuestro
que estás en Manhattan,
santificado sea tu "Walk on the wild side";
venga a los españoles tu Voz;
hágase tu música
así en España como en el mundo.
Danos hoy
nuestra entrada gratuita a tus conciertos.
Perdona que en la heroína España
pirateemos tus discos,
como también nosotros perdonamos
los millones de dólares que te llevaste
de nuestros hispánicos bolsillos;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del gilipollas de Jim Morrison.

Amén."


Estos son los fragmentos de la novela que más me han llamado la atención. Lou Reed era español, de Manuel Vilas, no me parece mejor que Ordesa, no me ha gustado tanto. Pero me ha hecho sonreír, que no es poco. Y se me han despegado las páginas del lomo, quedando el libro materialmente un poco tarado y simpático.
Tiene Manuel Vilas esa virtud de lograr que te sientas identificado con el patético fracaso de sus personajes (que son todos él mismo) desde una inocencia risueña, casi traviesa, no exenta de pena, pero en absoluto victimista. Muy al contrario, atesorando todo el tiempo una belleza que reside en su inconsciencia, como de niñez. Sin embargo, con una crítica sardónica del presente, acidificada hasta lo salvaje, solo posible desde la perspectiva de un paso del tiempo no favorable.
He seleccionado estos pasajes, de las páginas 164, 165 y 197, que me han recordado, inevitablemente, a mi amiga Cristina, uróloga excompañera de hospital, trabajando ahora en la ciudad del Ebro; y a mi pareja, que vivió allí durante los años de universidad. Cómo no, a Elenita, científica investigadora de élite, exiliada en Manhattan; y a mis padres, claro, que una vez hace unos 23 años, me dejaron encontrar entre sus cosas, como un tesoro prohibido, un cassette polvoriento con unas letras en inglés y la fotografía de una cara demacrada.


lunes, 26 de agosto de 2019

Leed

https://elpais.com/elpais/2019/08/19/eps/1566211925_425707.html

Línea 1


"Florent escuchó las nuevas canciones. Cuando llegó a Línea 1, atendió a la letra y pensó que J no había perdido detalle de todo lo que le había estado pasando por la cabeza. Sabía que la canción hablaba de él. Entendía que era él mismo quien pronunciaba esas palabras. Pero no le molestó. Era una canción tranquila, avanzaba con una despreocupación que contrastaba con el veneno que llevaba su mensaje. Hablaba de cosas que ahora mismo no le apetecía escuchar, pero era tierna. J le había dado un punto de dulzura que la redimía. Hay canciones que purifican la situación más desagradable, que pueden trasladar un hecho concreto a un estadio superior, más allá del bien y del mal, a un dimensión paralela donde la moral no tiene valor, pues ha sido abolida. J había sublimado en una canción el eterno periplo de Florent. También el del propio J, claro. Pero, esta vez, Línea 1 era un regalo para Florent." 

(fragmento del libro de Nando Cruz Una semana en el motor de un autobús, la historia del disco que casi acaba con Los Planetas, publicado por Lengua de Trapo)


jueves, 22 de agosto de 2019

cine lento y exteriores reconocibles

Es un canto bajito y desafinado 
de amor
al Madrid interior 
y semivacío (sofocante,
sucio, perdido), que somos.
La riqueza cultural
y la pobreza inmobiliaria, besándose
como vino y coca-cola
(del vaso de plástico duro a reutilizar),
que somos. Buscando Lágrimas
de San Lorenzo en el Viaducto
olor a gallinejas y madurar.
Tecnocasa y Soleá
Morente en un autobús de la EMT. Jonás
haciéndole una sesión de Reiki a Quentin
en los jardines de Sabatini.
En un after clandestino de Lavapiés
que es un balcón con geranios de Cascorro.
Porque la he visto a gusto
(previas siesta y cerveza solo,
con todo
el aire acondicionado del mundo en los ojos
creo
que creo un poco (y te va a flipar),
en la virgen de Agosto.



sábado, 22 de junio de 2019

Cirrostratos y altocúmulos


De un tiempo a esta parte, vengo dedicando las mañanas de los domingos a leer en la prensa nacional las últimas columnas de escritores que admiro. Manuel Rivas, David Trueba o Almudena Grandes, por ejemplo. Lo hago con la ambición reconocida de ir adoptando de forma progresiva y sin mayor esfuerzo por mi parte, algo al menos de la fluidez de su prosa. De la sencillez certera de una prosa creíble y elegante, que no tengo.  

Aquí va el primer intento, servirá para juzgar la utilidad de mi nueva costumbre esperanzada.

Esta mañana desperté con la insistente resonancia mental de una palabra. De un nombre, más bien. De un nombre y un apellido, cuyo origen o significado, no conocía o no recordaba. En ocasiones ocurre que el inconsciente almacena una información durante nuestras vivencias rutinarias apresuradas. Un tiempo indeterminado después y sin razón lógica aparente, esta información acaba por aflorar hasta nuestro cerebro consciente de forma repentina, dejándolo a uno confuso e inquieto, obligándolo en ocasiones a volver a olvidar sin preguntarse nada.

Habitualmente me ha ocurrido a mí este curioso fenómeno, viniéndome a la mente, como una especie de regurgitación cognitiva,  un dato que no creía recordar, en el momento justo para compartirlo en una conversación sobre alguna materia aleatoria que de la que no poseo la más mínima cultura general. 

Platos de cocina coreana, la discografía de Los Pekenikes, los tipos de nubes cirroestratos y altocúmulos, el reglamento actualizado del balonmano playa, yo qué sé. La fecha exacta de una batalla célebre y lejana, el nombre auténtico no artístico de un director de cine o un vocalista de soul, vaya usted a saber, cualquier cosa. Palabras técnicas absurdas sobre geología, aprendidas alguna vez en la asignatura escolar de Conocimiento del Medio, edafología, astenosfera, foliación, buzamiento.

Y siempre en el contexto festivo de una ebriedad compartida con amigos o pareja, en un ambiente distendido, no laboral, con la guardia bajada (supongo que algo tendrá que ver, del mismo modo que recordamos más el contenido de nuestros sueños en períodos vacacionales en que estamos relajados). Aunque también con un ánimo discretamente eufórico, consecuencia innegable del alcohol consumido.

Esta vez no ha sido así, no había bebido nada, y estaba solo. Aunque bien pensado, el hecho de estar de guardia localizada durante el fin de semana, y haberme dormido la noche anterior con una incierta ansiedad basal (temeroso de una llamada urgente desde el hospital en plena madrugada), pudiera equipararse en cierta medida a la excitación del influjo etílico que antes mencionaba, no sé.

Siento algo de miedo, o de pudor, al desvelar exactamente qué dos palabras me han venido a la mente nada más despertar, esta mañana. Supongo que porque sé que así muestro a los demás, más de mi de  lo que yo mismo estoy dispuesto a saberme. La conciencia es esa autocensura de supervivencia. El inconsciente, ese trastero con humedades donde guardas los discos de grupos que ahora odias y fotos de exnovias que te hicieron daño. Un habitáculo asfixiante y con arañas, donde caben más trastos de lo que crees, del que mantienes alejado a las visitas, pero que te recuerda, de vez en cuando, quién eres y por qué.

No voy a cebarlo más, ahí van. “Álvaro” y “Cunqueiro”.

martes, 18 de junio de 2019

Un poco de psicodélico


"Florent estaba muy mal. Acostado en el sofá de la salita, ni se enteraba de la que se estaba liando en la habitación contigua. A Jesús se le había ocurrido un efecto psicodélico: escribir una frase al revés. leerla como tal quedase, con las letras ordenandas en estricto sentido inverso, y luego reproducirla marcha atrás con el magnetofón. J estaba entusiasmado con la marcianada.

La idea venía de lejos. J, Florent y Jesús habían estado jugando meses atrás con una grabadora estropeada que tenía un amigo en Madrid. Si registraban sonidos en una cara de la cinta, al darle la vuelta los reproducía al revés. Se pasaron la noche leyendo al revés nombres de grupos indies españoles y descojonándose al oir cómo sonaban al girar la casete. Kcin Ajítragal, Atsinumoc Oniliuqni Le.... Y venga a reír. Pusieron tanto empeño que al cabo de unas horas ya sabían leer de carrerilla y al revés "El Inquilino Comunista me chupa la polla". Con la tontería, el turrón y la botella de anís que habían comprado en el supermercado DIA les dieron las tantas.

Esa dicción retorcida y satánica le daría un buen punto a la canción que Los Planetas estaban grabando aquella tarde. Se titulaba "Dr. Osmond (para remontarte angélico)" e iba a formar parte del disco recopilatorio Maraworld 1.0 que editaría la Sala Maravillas de Madrid. En 1953, el doctor Humphry Osmond proporcionó la primera dosis de mescalina a Aldous Huxley. Un año después, el escritor publicaría el libro Las puertas de la percepción. Osmond y Huxley establecieron una estrecha amistad basada en sus inquietudes alucinógenas. Uno de los asuntos que discutieron largamente fue cómo bautizar el efecto que producía el consumo de drogas. Huxley proponía fanerotímico. Osmond acuñaría un término más sugerente: psicodélico. Y delirando con la idea de comercializar aquellas liberadoras sustancias en la adormecida sociedad de los años cincuenta, aportó un eslogan: "Para bucear en el infierno o remontarte angélico, sólo necesitas un poco de psicodélico". Osmond inventó una de las palabras que más veces han pronunciado Los Planetas. La frase que Los Planetas grabarían para aquella canción tenía que ser: Ociledocisp ed ocop nu, ocilegna etratnomer arap. o sea: Para remontarte angélico, un poco de psicodélico. El doctor Osmond estaría orgulloso de ellos. "


(fragmento del libro de Nando Cruz Una semana en el motor de un autobús, la historia del disco que casi acaba con Los Planetas, publicado por Lengua de Trapo)

domingo, 16 de junio de 2019

Hígado, sobre el origen de la palabra



Imprescindible conocimiento para todos los hepatólogos.
Nueva magistral lección de Emilio del Río, latinista tuittero.
Cada domingo en la 5ª hora del programa de RNE1 No es un día cualquiera, con Pepa Fernández.
Muchísimas gracias por recordarnos el origen de nuestra lengua para mantenerla así más viva en el presente.

domingo, 12 de mayo de 2019

Baño de bar en Willamsburg



Jackbar, curioso refugio.
Fotografias realizadas con una cámara SJCAM SJ5000.
En el 143 de Havemeyer St, Brooklyn, NY.
Gracias, Ele.

lunes, 15 de abril de 2019

Oración, un poema de Manuel Vilas

Ahora que ha finalizado el periodo de precampaña y comienza el de campaña electoral y en absolutamente nada se diferencian. Justo ahora que en cada radio que sintonizas, televisión que enciendes, avenida que recorres... Que en cada insalubre red social a la que te asomas recibes solamente metralla sorda de propaganda insultante.
Ahora que tan demostrada ha quedado en la historia reciente esa incapacidad de la mayoría para decidir un futuro menos esclavo para la propia mayoría. La vida es injusticia poética y leo en una carta certificada que he sido designado con el honor obligatorio de constituir mesa electoral el próximo domingo 28 como suplente de vocal. Justo ahora que cuanto sé me produce de inmediato una infinita pereza.
Una metralla sorda de propaganda agotadora, para dimitir del latir inútil del mundo. Ahora que solo quiero refugiarme detrás de un endoscopio hasta que se extinga la humanidad entera. Es un verdadero placer releer y teclear este poema devastador y genial de Manuel Vilas.


"El vacío general de todas las cosas.
La ingravidez de la democracia, la ingravidez
de los parlamentos europeos,
el laico vacío de los edificios públicos.

El vacío de la entrega del premio Cervantes a ancianos noqueados.
La ingravidez de la concesión del premio Nobel
a ancianos que escribieron en inglés igualmente noqueados.

La ingravidez del capitalismo: la severa vanidad
de un automóvil, de un edificio, de unos zapatos nuevos.

El frío ante todas las artes de la Historia.

El vacío en las reuniones del G-8, legislando
sobre la nada y sobre los pobres y los enfermos.

La ingravidez de los Rolling Stones, una vez acabado
el concierto la gente regresa a pisos escuálidos en transporte público,
en ordenadas y cívicas ciudades occidentales.

El vacío de la riqueza, su funesta materia inorgánica.
La ingravidez de la ONU.
El frío de la ancianidad de Margaret Thatcher.

La insignificancia de España.

El vacío de los océanos.

El frío de las vísceras de los Reyes y de los Presidentes de todas las Repúblicas.

La ingravidez de las habitaciones de los hoteles de lujo.
El frío del alcoholismo, última luz del mundo.

La insignificancia de Central Park, en Nueva York.

El vacío de las Navidades.

La insignificancia de Francia.

La ingravidez de la Unión Europea.

El vacío de todos los salarios del universo.

La ingravidez de las calles
de todas las ciudades del planeta.

El vacío de la enfermedad.

La insignificancia de los mejores hospitales estadounidenses.

El frío de la disfunción eréctil, el vacío de la sequedad vaginal.

La ingravidez del cáncer de colon."