Aridez y silencio.
Bebo
a morro de la botella de Tullamore Dew
sentado sobre esta duna parada
a medio abducir, como un teleférico averiado
entre las grietas del suelo y esta luna cansada
de congelarme el sueño.
Aridez y silencio.
Bebo y respiro
esta inmensidad enterrada
como un perro muerto al que quisiste.
Aridez y silencio. Más silencio.
Bajo un cielo rajado de cometas, yo meo whisky
en la tez curtida
de una tierra fuera del tiempo.
A lo lejos chillan los dromedarios.
Sigo bebiendo y a veces pienso,
para nada,
en esta desertización imparable de mis días
como un exotismo divertido y peligroso
que me arrastra.
Inquieta tanto silencio. Y la duda
de si es paz o vacío
esta falsa libertad que siento.
Crecen rompiendo el aire
hierbajos quemados y miento:
he venido al desierto
a infectar de presente mis arterias torcidas,
a secar de frío esta flor rabiosa y malcriada
que es la metástasis ulcerada
de un recuerdo.
A extraviarme en lo remoto como una esperanza.
He venido al desierto a desertar
de mí. De algo en mí
que ya no eres. Que quizá no pueda
ser ya nadie.
Aridez y silencio.
Bebo y me llueven estrellas
como colillas mal apagadas sobre el cortavientos.
Yo venía al desierto a algo, pero de eso hace ya tantos silencios
que en lugar de acordarme, mejor
sigo bebiendo.
https://www.youtube.com/watch?v=h81oiF7VIOw
https://www.youtube.com/watch?v=tgY7aDZpqMk
https://www.youtube.com/watch?v=_swc9EXdid0
(Fotografías de Ignacio Mateo Sagasta)