"1
Un viernes de enero de 1997, el día ya había soltado todos
sus peces, como solía, para que pudieras perseguirlos:
nadar en un océano de dolor. El sol había despertado,
pero aún no había abandonado el lecho. Allí permanecía
medio dormido, bostezando y estirándose, luchando con
la frialdad, contra el ejército del frío.
...Desierto lleno de aves rapaces, en cuyo cuerpo sin alas
una fina pelusa ocupaba el lugar de las plumas.
¿Cómo persuadir a mis pestañas
de que han de acostumbrarse a este polvo humano
ensordecedor?
Necesitas rodillas de fuego:
serán tus testigos las piezas de caza acosadas,
las señales maravillosas.
Tiempo:
en sus cables oscilan los cuerpos,
en sus plazas bailan los cuerpos.
Mas pareciera que el tiempo mismo
oscilara solo,
bailara solo.
Oscuros cielos
que acumulan nubes,
almacenan truenos.
Hierbas de la ira
más altas
que las cúpulas de las iglesias
y las torres de los rascacielos.
Ventana:
flauta rota.
Sospechaba que aquel plano de la ciudad acabaría cercándome,
adondequiera que me encaminara:
*Más te vale, guardián celeste,
limpiar de telarañas tu memoria.
*Paz familiar es la cama.
*Tus ideas sobre la materia
en la nebulosa de estatuas y monumentos
son alabanzas del vacío.
*La química de la soledad
destila muchedumbre.
*Pon el cielo al fuego
en un gran caldero.
*No alcanzarás la rectitud
sino en la medida que te tuerzas.
*No combatas más que a ti mismo:
en la tierra hay especio para todos,
aunque el poder sea la primera de las bestias.
*Escoge bien el sitio para pescar.
Después, ruega al cielo
al echar la red.
*¿Pero, quién eres?
Tengo muchos nombres,
pero no sé quién soy.
La música gospel
se abraza al cuerpo del cielo
y al cuerpo de la tierra
en ritmos que alumbran los candiles de la infancia.
Pan musical
es el Mesías.
Harlem,
guitarra de la luna naciente.
Hamilton Terrace:
Pasa una mujer negra
que pronuncia palabras de luz.
Otra mujer
despierta en sus labios besos dormidos.
Tercera mujer:
noche de ébano.
Historia:
luces que acarician el cuerpo de los edificios.
El pasado colorea las farolas.
Baja la cabeza, George Washington,
no sea que choque con las heridas del techo.
¿En verdad se ocultan
relámpagos rojos bajo la piel negra?
George Washington:
sólo el viento
equilibra las montañas.
Soul food:
Despierta a tu infancia
y aprenderás a comer
de la mano de la música.
Duke Ellington, Paul Robeson:
otro mapa
para la rosa de los vientos.
Sugar Hill:
escuadrones de colores
en el cuartel de las pasiones.
Caballos que emigran a colinas soñadas.
125th Street,
por donde deambulan espectros
que llevan el brazo de la historia bajo el sobaco:
estaturas
más altas que las paredes de las casas.
Teatro Apolo,
escenario donde se mezcla la gente con las estrellas,
telón que recita el elenco de actores.
Harlem,
en las falanges de la mano negra
nache la mano del pervenir.
Caminos que se perfilan.
Mi primer relato del futuro
versará sobre ti.
2
Sed negra sobre la tierra:
entre ella y la infinitud del aguda,
sólo un hilo blanco.
¿Por qué, vieja hoz,
nuestra taberna es tu cosecha?
Redes de pesca:
Pesca del espacio, a veces.
A veces, pesca de hombres.
Harlem,
mercados
que promueven el tráfico de nubes.
Este tiempo es de ceniza
-dice Harlem-
pero yo sólo aprenderé de la llama.
Selva es mi cuerpo
-dice Harlem-
montes mis días.
¿Cómo no vestir de viento?
Harlem,
Louis Armstrong sube,
gemido a gemido,
de la garganta del aire.
Sin duda,
un clarinete ligero en labios de la vida
puede desmentir a los tambores del silencio
en los que redobla la muerte.
Harlem,
las cosas hablan contigo
desde sus escombros.
Y tus cafés son pechos secretos de mujer.
El tiempo y la negritud
han comenzado a unir sus pasos.
Harlem,
cuida ese ritmo,
cultívalo.
(Nueva York, 4 de enero de 1997)"
Poema de Adonis extraído de Epitafio para Nueva York, traducción de Federico Arbós, editado por Nordica libros.
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