sábado, 24 de julio de 2010

Tres poemas de Juan Gelman


Gotán


Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
los ouna especie de olvido donde guardar jos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron traquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fué yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre
él moverá mi boca por la última vez.



Alza tus brazos...

Alza tus brazos,
ellos encierran a la noche,
desátala sobre mi sed,
tambor, tambor, mi fuego.

Que la noche nos cubra con una campana,
que suene suavemente a cada golpe del amor.

Entiérrame la sombra, lávame con ceniza,
cávame del dolor, límpiame el aire:
yo quiero amarte libre.

Tú destruyes el mundo para que esto suceda
tu comienzas el mundo para que esto suceda.



Epitafio

Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.

Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.

¡Digo que el hombre debe serlo!

Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.



(Juan Gelman)

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