miércoles, 19 de agosto de 2009

Así empezó todo, supongo... (1ª parte: inseminación)


La inseminación es el depósito de semen en el fondo de saco vaginal durante el coito.

De los 200-600 millones de espermatozoides en el fondo de saco vaginal, sólo la mayoría de los móviles contactan con el moco cervical e invaden el canal cervical. La vesiculasa que sintetizan las vesículas seminales coagula parte del semen formándose un tapón vaginal que evita el flujo retrógrado del semen hacia la vagina. La emigración vagina-cérvix se completa a las 2 horas de la inseminación, y los espermatozoides que no han entrado en el moco cervical 30 minutos después de la eyaculación son destruidos por el pH ácido de la vagina (amortiguado unos minutos por el líquido seminal).

El moco cervical (más abundante y menos denso durante la ovulación) fluye por el orificio cervical externo, lo que favorece su contacto con los espermatozoides. La malla de filamentos de glucoproteínas del moco, orienta la progresión de los espermatozoides en la dirección del eje del canal cervical. La motilidad de los espermatozoides en el moco periovulatorio es mayor que en el líquido seminal y su desplazamiento más rectilíneo en sentido ascendente. Las contracciones uterinas (producidas por el orgasmo y por las prostaglandinas del semen) no son imprescindibles.

A las 24 horas de la inseminación aparecen en el útero granulocitos y macrófagos que destruyen los espermatozoides muertos. Los espermatozoides progresan a través de las trompas gracias al impulso de sus flagelos y a las contracciones tubáricas. El istmo tubárico tiene una secreción viscosa en la que se acumulan los espermatozoides, desde la que son liberados de forma intermitente por decenas (así aumenta la posibilidad de que encuentren el ovocito). Sólo unos centenares de espermatozoides alcanzan las proximidades del óvulo. El cuello uterino actúa como reserva de espermatozoides durante un máximo de 72 horas.

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