domingo, 12 de junio de 2011

En un sobre dorado (gracias)

"(...) Se paró durante una hora, un pajarito!
-Ah! Creía que era algo más importante.
Era yo el que no le había explicado bien lo que había sentido. No le había explicado bien la emoción que yo había tenido. Me quedé tan mal que me dijo: ¿habrá alguien en el mundo, que de profesión encuentre las palabras justas? ¿que las sepa unir de manera que cuando a él le late el corazón, logre hacérselo latir a los demás?
Ese día, decidí ser poeta"

(Attilio, El tigre y la nieve)

Las putas casualidades.
Recibía hace unos días este regalo por vía postal con ilusión y cara de idiota. Justo después de andar buscándote por una red social, y creyendo haber reestablecido contacto contigo tras agregar por error a una tal Sara Hibiki. Y claro, me sentí ridículo y afortunado, viéndome otra vez sorprendido, sobrepasado por la ironía omnipresente de la consecución de acontecimientos.
Un poco traidor también, por haber renunciado tan rápido y sin percatarme a nuestro patio de juegos inmediato y primitivo. Si existe de verdad algo etéreo, todopoderoso y sobrenatural en lo que merezca la pena creer sin que sea una multinacional, debería manifestarse premiando de algún modo a los que aun escriben cartas por correo tradicional, aunque sea con un vale descuento para una compra superior a 100€.

Después de casi 10 años...
...y justo en ese instante
sonrío yo también.

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