Recorro con un dedo tembloroso el cerco de café aguado sobre esta página que va cortándome los párpados. Otra vez esa extrañeza sensorial predecible, esta conocida falta de algo. Ingrávida y atemporal. Como muerta. Va mi cama surcando esta resaca bajo la grieta creciente que me observa desde el techo esperando el naufragio. Esa grieta que es ya una sonrisa macabra y sangrante, que es ya una herida abriéndose del todo en el pecho de nadie.
Hojas secas sepultan las aceras de esta ciudad, obstruyendo el sumidero de alcohol y días que es mi cerebro. Salgo a la calle.
Y no puedo parar de correr, quizá porque no sé hacia adónde.
Madrid se hunde aparentando normalidad, miserable y orgullosa, y yo no puedo dejar de imitarla. Todo se extingue en el tiempo y brindo ahora por lo que ya no soy capaz de recordar. Nada me afecta demasiado, sonrío y miento.
Cuando salgo de la ducha y de mí mismo ya ha oscurecido. Esquivo camiones de basura, pakistaníes vendiendo latas de cerveza y casi siempre mi propia suerte. Suena la voz infiltrante de Lichis cantando Palabras de gasolina en mi cabeza. No siento frío ni sueño. Cruzo miradas perdidas con desconocidas, dejándome atravesar por esta luz drogada de farola municipal. Y entro por fin en ningún sitio.
Miradme: cuando uno se odia lo suficiente bebe con esta indolencia.
Por alguna razón necesitamos inventar sucedáneos sabiendo perfectamente que no podrán salvarnos de nosotros mismos. Esperando siempre que pase algo.
Trago sin atreverme a asesinar a todos los chicos felices que he sido.
Y sigo bebiendo, a veces para negarme que te sigo buscando.
DE NADIE EL AGUA DEL RÍO por PABLO OTERO
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No tú
no yo
no él
de nadie el agua del río
ni la plata, ni la bellota, de nadie
el susurro, ni el azahar.
Ni luz ni sombra tienen pertenencia.
Ni siquie...
Hace 12 horas
1 comentario:
qué dificil se hacen algunos días en los que tienes que despertarte y no sabes por qué, de esos en los que no te salva ni un madrid-manchester, ni lakers-oklahoma, y tienes que saludar y decir que estás bien, gracias, qué mierda la que ponemos alrededor nuestra buscando lo impoluto en la felicidad, como si no fuese una sucia y desgastada a la que el óxido ha terminado por desbrillar. en fin. que llevo un día de bajón a cuestas, que ayer me acordé de ti y te enlacé por twitter cuando alguien habló de melancoholía, que siempre me sabe a poco verte en modo fugaz, y que estamos en guerra, siempre. así nos conocimos, supongo. y así es como nos solemos despedir. un abrazo hermano.
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