"Ya había dejado de fijarme en las cosas porque huían cuando iba a cogerlas, como si ya no reclamaran su nombre [la planitud y sus símbolos en todos lados aguardando], hasta que llegaste tú [tu noche], nudo de sábanas. Bebíamos para besar y reír sin prestar atención a todo cuanto no fuera este coágulo, esta habitación de hotel. Pensábamos en nuestra noche como en un poema a imagen y semejanza de otro que nadie había escrito. Ilusa emboscada la del
don´t disturb colgando en la puerta, la de los veleros que navegaban ahí fuera ignorando el verano prácticamente agotado, levantarse tarde y, envueltos en las sábanas, ver pasar la gente por la calle, mira, ahí va la soledad, decías, y aquellos veleros [ya lo he dicho, no sé porqué lo repito] surcando un verano que ya no era de ellos, ah, sí, para añadir: de nadie. Un nudo de sábanas eras en la noche, muñeca rusa, desnudándote, capa a capa sirviéndome todas esas cosas en las que ya había dejado de fijarme porque huían cuando iba a agarrarlas. Terrible emboscada a veces la vida: ahora entiendo por qué no nos arrasó en aquel instante."
"No he caminado todo este camino contigo para al final decirte que en nuestra piel nunca se puso el sol, porque ya lo sabes, ni que no volvería a habitar ese paraíso; bien está. Pongo un disco, miro por la ventana, insisto en el timbre de la recepción vacía, ya casi no bebo gin. Podría glosar mi vida con un único día. Si me hubieras preguntado alguna vez por qué caminaba aquel camino contigo, hubiera arrancado una flor para injertarla entre tus labios, o hubiera pedido otra ronda, o la hubiera emprendido a golpes con cualquiera; te hubiera dicho, en resumen, que no lo sabía. Hoy respondería que para saber que el amor es directamente proporcional al dolor, o que el sueño es una trampa que no merece ser vivida. Te diría, en resumen, que aún no lo sé."
(extraído de
Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus, de Agustín Fernandez Mallo)
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