Verano sin ti.
Y yo cayendo en esta red
nacional de carreteras del estado.
Volátil
asfaltado
insomne
atrapado
en lo indefinido, en
(-garzando estaciones de servicio)
la obsesión de perseguir, sin descanso,
esta lejanía que te huye.
Eterna y remota red
nacional de carreteras del estado (líquido)
para perderme escurriendo hacia mí mismo,
en
tre el crujir de las ramas caídas bajo mis pasos
para en mitad por ejemplo de esta Soria ilusoria,
cerrar los ojos, respirar
el rumor de un río de dudas que la brisa desimanta
(que tu risa desplegada, desoída,
deshilacha)
en
saberme por fin
equidistar infinito
de todo lo que me roza
(envenenada desmemoria).
Porque mi danza ebria no es un tambaleo
(dípteros de luz: tacto y sueño).
Mi caída es
un reajuste constante de distancias invertidas
en
tre tu mirada y el tiempo
(que ya no tengo, que ya es de otro)
La belleza insolente de una juventud que no tengo.
Verano sin ti.
(para no recordar, para no pensar
te, para ser ya siempre
otro y lejos
de)
Donde quiera que estés.
Yo acelero.
Soy Elder Bastidas justo antes de que T se vaya.
Soy lo que fuera Fred Ballinger justo antes de ser ya siempre Fred Ballinger.
Soy tu voz leyéndome las columnas dominicales, mientras volábamos por la A6 y tronaba Sufjans Stevens en la radio de mi volkswagen seminuevo. Soy tu mano acariciando mi nuca. Dándome de comer sándwich de berro, queso cheddar y mostaza. Soy lo que fui para no ser ya nunca.
Porque sin ti, yo también seré
todas las canciones tristes de más de 7 minutos.
viernes, 29 de julio de 2016
7 minutos
sábado, 2 de julio de 2016
French Harina, de Raúl Ferruz (fotogramas de una vida II)
ATOLONDRADO
Me siento como un animal recién parido,
atolondrado y nervioso,
arrogante ante la inmensidad de la vida.
Y el cerebro suspendido por la cafeína,
flotando como una patata en agua hirviendo,
como unas bragas sujetas por dos pinzas
ondeándole a la vida.
La prosa es la puta de la poesía.
Me siento como un animal recién parido,
un borbotón de lo que será una fuga.
Verle las orejas al lobo
ayuda a recordar
que sigues estando en el bosque.
PALOMAS
Me desperté e hice la cama en todas las habitaciones de mi cabeza.
Y tu olor, bajo las sábanas, atrapado como un insecto entre las páginas de un libro. He pensado en ti, de un modo impreciso. Como alguien que consulta la previsión meteorológica de una ciudad extranjera.
El niño que sueña con comerse a las palomas dice que sólo sueña con comerse algo que vuele. Al abrirle el pecho han encontrado un corazón de cera y plumas en el intestino. El forense me ha dado un bote pequeñito que ahora reposa sobre la mesita de noche. Junto a tu ausencia.
Alguien debería deshacer las camas, de nuevo, en las habitaciones de mi cabeza.
BORBOTONES
Cuatro quesos y heroína.
oligofrenia rumana,
Enola Gay fumigando
nuestras entrañas.
Tus ojos,
el color del iodo
sobre las heridas.
Heroína,
y los poros del cerebro
abriéndose como tulipanes
mecánicos.
CENIZAS
Me desperté, me hice una paja, y me afeité. Cogí un billete de cincuenta de entre las páginas de Veinte mil leguas de viaje submarino, y bajé a la calle. El calor se agarraba a los cuerpos como las manos de un violador. Arranqué el motor, y salí de la ciudad.
Crucé la costa con las ventanillas bajadas y me detuve ante la puerta de su casa. Mi padre leía el periódico al otro lado del jardín. Entré, me abrazó, y comimos y bebimos el resto de la tarde.
Como en cualquier noche de Agosto, hubo una mala pregunta, y fue mía. ¿Qué canción quieres que suene el día de tu entierro? Los dos nos quedamos en silencio mirando las cortezas de queso mordidas sobre el plato. Me fui de su casa, y se quedó sentado en el borde de la cama. La camiseta de tirantes reposaba sobre su barriga como un animal tranquilo. Me di cuenta por primera vez de por qué le quería. Ocurrió de repente. Como la lluvia inesperada. O el olor del barro recién pisado.
Subí al coche y encendí un cigarro. Me quedé mirando al fondo iluminado de la piscina mientras en mi cabeza sonaba el Hallelujah de Jeff Buckley. Salí de allí, y pensé en el día que Keith Richards esnifó las cenizas de su padre. Nadie pareció entender un gesto de amor tan puro. El acto siempre está por encima del pensamiento.