sábado, 10 de septiembre de 2016

Sobre la obra de Ginés F. Castillo (mi padre), por Edmond Sefcick.


-Pero ¿Con qué pinta? 
-Es acrílico, seguro que es acrílico. 
-Que no, se ve que es óleo. 
-Pues a mí me parece más bien acuarela, estas transparencias se logran sólo con acuarela. 
-¿Tú crees?...no sé, parece otra cosa. 

 Esta discusión es la que se puede oír frente a una obra de Ginés, pero es muy difícil adivinar el medio que el artista ha utilizado para realizar su trabajo; sus colores pocas veces salen de un tubo de pintura. Él es un alquimista de la plástica, los colores los obtiene de extrañas reacciones químicas, siempre nuevas, siempre distintas porque él es un buscador curioso de todo lo que puede producir un efecto visual, no para sorprender o chocar, sino para compartir con nosotros su visión del mundo, o más bien su visión a secas.

 La superficie de sus cuadros son una puerta de acceso hacia el interior, pero el pasar de fuera a dentro no se hace de cualquier manera, por eso es importante que este acceso sea adecuado y facilite el paso sin dificultad: Ginés lo comprende así y, consciente de ello, da toda la importancia que  merece al tratamiento de la superficie.

Por este motivo busca, investiga hasta dar con la técnica que más se adapta a la forma en que quiere abrir esta puerta. Utiliza en su trabajo a veces una grupilla, otras un trozo de tela, una arandela y  una infinidad de objetos y productos industriales heteróclitos, todos ellos muy alejados del quehacer artístico habitual pero que en sus manos adquieren una dimensión poética insospechada que nos hace olvidar su banalidad al verlos integrados en el relato artístico del cuadro y así dejan de ser objetos neutros para convertirse en elementos activos que transmiten sensaciones y emoción.

Su composición es fuerte, madura, nunca casual. Cada elemento del cuadro está en su lugar, se ve un sostenido trabajo de reflexión que no deja nada al azar y sin embargo, este poderoso trabajo intelectual no cierra el paso a lo emocional, por el contrario: lo busca y lo provoca.

 Visitando su exposición nos encontramos con un artista sincero y generoso, que en su obra nos da a ver, sin artimañas, lo que él es y nos invita a participar con él de sus “estados de alma”: nos muestra sin ambages su propia realidad interior, haciéndonos ver en espejo, la nuestra, esa que teníamos olvidada, oculta por las preocupaciones del diario vivir.

El contemplar sus obras nos permite encontrarnos a nosotros mismos. Es un poeta que nos muestra sus sentimientos y emociones dejándonos el suficiente espacio para que participemos en su obra con nuestros propios sentimientos y emociones de modo que nos encontremos presentes en sus cuadros. Ginés nos permite reinventar su obra adaptándola a nuestra  realidad personal de manera que podemos, apoyándonos en lo que vemos, crear nuestro propio universo, diferente del suyo pero compartiendo el mismo espacio de 100 x 120cm.

 Kuo Hsi, gran pintor de los Sung, dijo: “Hay paisajes pintados que uno atraviesa o contempla; otros por los cuales podemos pasear; otros aún en los que quisiéramos quedarnos y vivir en ellos. Todos estos paisajes alcanzan el grado de excelencia. Sin embargo, aquellos en los que nos gustaría vivir son superiores a los otros”. 

Los cuadros de Ginés son una invitación a errar por un espacio onírico, irreal, en el que todo es posible; en ellos los colores, la composición y las formas son resonancias que hacen eco con nuestras propias vibraciones ; son paisajes sin montes ni ríos ni árboles que , sin embargo, poseen todo lo necesario para que podamos deambular e  incluso, quedarnos en ellos para apoderarnos de ese tiempo que se nos ofrece, tiempo de contemplación, tiempo que no se detiene pero que se abre y se ensancha para dar cabida al espacio para el paseo y el ensueño…

 Finalmente, podemos decir que Ginés es un artista íntegro y original que ha mantenido la humildad que le permite aprender de los grandes maestros y, al mismo tiempo, guardar esa parte de soberbia, indispensable a todo artista, que lo autoriza a liberarse de su influencia, para crear su propia forma de expresión y ofrecernos un arte fresco y sorprendente.

Edmond Sefcick


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