Es este sardónico impulso.
Este hobby macabro.
Este ridículo tic que ya no sé disimular.
Es esta trágica tendencia
a comprender de verdad un pensamiento
al mismo tiempo que lo escribo,
lo que terminará por destruirme del todo.
Es esta adicción fulminante
a descifrarme hacia fuera
lo que me está destrozando lentamente.
Me vierto. Me vacío.
Me desangro a través de un bolígrafo.
Al final quedará de mí un cuerpo hueco
y cientos de hojas sucias de cuaderno,
como huellas sucias de existencia.
Arrancadas y tiradas por el suelo.