domingo, 27 de mayo de 2012

"La palabra C" (8x19)


Suena una trompeta de jazz cincuentera y vierte el contenido transparante de una coctelera inclinada en dos copas con aceituna. Están ambos sentados, el uno frente al otro, en el salóm sombrío de uno de ellos. Levanta una de las copas frente a su cara y dice:
-Por la estupidez.
Cuando su amigo se dispone a beber tras agitar en el aire también su copa, prosigue:
-No he acabado. Por el dolor muscular, los espasmos. Por sentir como si te hubieran arrancado las articulaciones y te hubieran puesto cristales rotos.
-¿Debería copiar todo esto, o..?- Interviene por primera vez.
-Tu estómago se llena de bilis, el vómito es como si alguien te metiera un gancho al rojo por el esófago y te rasgara la carne, la sangre gotea por la garganta y te ahoga y te da arcadas con un estupendo sabor a cobre de moneda quemada.
-Soy oncólogo, sé que..
-Si lo supieras no estarías aquí sentado. Día dos: los leucocitos desaparecen, abriendo tu organismo a los ataques. La fiebre se dispara, la piel parece que te arde y al rato está enterrada en hielo. Cada sensor del dolor del cuerpo se activa al mismo tiempo hasta que la agonía ya no es una palabra ni un concepto, es tu única realidad. Tienes alucinaciones, pesadillas con la muerte. Y entonces empieza la carrera. El cuerpo puede desandar a rastras a tiempo, o los organismos hostiles y los parásitos te conquistan para siempre. Si ganas, vives. Si pierdes, mueres.-y traga su martini largamente hasta agotar la copa. La posa vacía sobre la mesa y vuelve a decir- Así que... ¿qué vamos a hacer, Wilson?


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