Mañana, que es ya hoy, tocarán un rato los Porretas en mitad de mi más que probable nuevo barrio. Todo un poco aliñado de un sindicalismo trasnochado e impostor y de mucho vino tinto arrojado desde lo alto de una bota apretada, directa hasta el blanco nuclear e inmaculado de nuestras camisetas. Madrugar para emborracharse. Y en la puta calle. Mi forma predilecta de dar puro asco a los viandantes decentes e ir culminando a la vez periodos vacacionales de 4 meses de ninismo. Y bueno, pues que por ahí estaremos pegando botes. Y robando bebida y paciencia ciudadana.
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