Fuiste una ciudad lo suficientemente abarcable para que dos personas perdidas se encuentren sin buscarse. Y eso me fascinaba.
Ahora eres tan sólo una ciudad lo suficientemente descomunal para que nunca coincidan dos personas que sobreviven evitándose. Y lo cierto es que debería bastarme.
Pero será que he amado demasiado en cada una de tus aceras, en cada plaza, marquesina, parque, en cada descampado.
Será que se resquebraja el verano en mi piel y necesito dosificar la esperanza y el dolor que suponen el contacto de mis suelas sobre tu asfalto caliente.
Huir cada cierto tiempo en algún viaje sin mucho sentido. Esconderme de mí mismo con alguna escusa remota y mal inventada. Alejándome para poder volver, como hice con ella. Inútilmente.
Porque cada esquina tuya que cruzo se me clava entre las costillas y se me rompe en la cabeza. Cada semáforo que me salto se me atraviesa en la garganta, junto a palabras no dichas. Cada puente por el que paso se me derrumba en el pecho con el peso de otros tres mil recuerdos arrojadizos y recientes.
Sí parece que entre tus calles amé demasiado.
Y cada vez que salgo de ti, dudo si volveré.
A intentarlo.
DE NADIE EL AGUA DEL RÍO por PABLO OTERO
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No tú
no yo
no él
de nadie el agua del río
ni la plata, ni la bellota, de nadie
el susurro, ni el azahar.
Ni luz ni sombra tienen pertenencia.
Ni siquie...
Hace 14 horas
1 comentario:
Debo tener tu edad y no una cicatriz, sino una herida aún sangrante.
Muy, muy bueno, doc.
Un abrazo.
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