Sudor. Inquietud.
Pensamientos intrusivos.
Ni la lectura ni el cansancio son suficientes.
Cambio de postura sin esperanza.
Fallan también la masturbación y el vasito de agua.
Al final, otra vez moléculas
de lorazepam surcando mi sangre.
Te echo de menos y pienso en tu cuerpo
como un cadáver aun caliente
en el maletero de mi cerebro.
Y ahora que por fin he podido matarte,
duermo.
DE NADIE EL AGUA DEL RÍO por PABLO OTERO
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No tú
no yo
no él
de nadie el agua del río
ni la plata, ni la bellota, de nadie
el susurro, ni el azahar.
Ni luz ni sombra tienen pertenencia.
Ni siquie...
Hace 14 horas
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