Qué difícil, a veces.
Saber acostarse a tiempo, cuando la noche
ya sólo puede tumbarte a golpes de tristeza.
Cuneta enésima.
No pedir otra cerveza ni porqués.
No lanzarse al vacío de la herida abierta.
Qué difícil no pensarse absurdo y roto
frente a esos ojos huecos
que una vez fueron mi planeta.
Simplemente sonreír, qué difícil.
Y guardarse las palabras
para quien por fin las merezca.
viernes, 30 de diciembre de 2011
Decepción etcétera
lunes, 19 de diciembre de 2011
sábado, 17 de diciembre de 2011
Post-it entre apuntes a mi yo del futuro
No soy un chico de palabra.
De hecho, soy más de palabras
que de hechos.
Tú ya lo sabías. Pero soy.
Sigo siendo.
viernes, 16 de diciembre de 2011
Que sea cierto el jamás
Los chicos del viernes hablan de mujeres en voz alta, pero no tienes que creer todo lo que dicen. Todas las chicas tienen el corazón roto. Las carreteras están atascadas durante el fin de semana. Todo el mundo quiere estar lejos de donde ha nacido. Al menos el viernes por la noche. Los bares ya no dan dos por una, y en esta ciudad tienes que ganar mucho para poder beber en el centro. Los camareros han enterrado su sonrisa, porque es viernes por la noche y la gente coge todo lo que brilla. Con o sin permiso. Las niñas bonitas siempre son las que están más tristes, porque saben que hay más tíos dispuestos a hacerles daño. Las niñas feas se dejan ir y bailan toda la noche solas, o unas con otras, y no tienen suerte ni atrayendo las desgracias. Los tíos con coche juegan con los dardos trucados, y los que tienen dinero nos están viendo a todos las cartas. Las madres no duermen en toda la noche, porque saben que duele,pero también saben que no hay nada mejor y no acaban de decidir qué es lo más peligroso. No hay nadie que no dispare el viernes por la noche, ni hay quien esquive los disparos. Sé que las cosas no nos iban demasiado bien y sé que no era el hombre perfecto toda la semana, pero tendrás que reconocer que no había muchos como yo para un viernes por la noche. Sé que no puedo esperar que estés siempre sola, pero te pido que no te lo creas todo. No te fíes de los anillos de oro ni de las carrozas de plata. Recuerda lo bien que mentía yo los viernes por la noche.
(versión de Iván Ferreiro de la canción 1999 de Love of lesbian
+ fragmento de Héroes de Ray Loriga)
"Que sea cierto el jamás. O muérete."
miércoles, 14 de diciembre de 2011
martes, 13 de diciembre de 2011
Las ninfas V
Salimos del agua, nos secamos, nos vestimos y, caminando lentamente sobre un estío muerto que se hacía ceniza bajo nuestros pasos, volvimos a las bicicletas. Estábamos cada uno sentado en la nuestra, con un pie en el pedal.
-Ha pasado mucho tiempo -dije.
Se encogió de hombros.
-Diré que he estado durmiendo.
Quedamos en silencio.
-Ya no me quieres ¿verdad? -dijo.
Afirmé con la cabeza.
-Pero ya sabes que no me voy a casar contigo. Comprendo que ésta sería la ocasión, ahora que te quedas sola...
-Por favor, no me expliques cosas.
-Tienes razón. Perdona.
Volvimos al silencio, inmóviles.
-Te quiero -dije-, pero no quiero esta ciudad, esta vida, este trabajo que tengo. Voy a hacer algo. Voy a irme...
-No te irás nunca -me cortó, no sé si despectiva o fatalista.
-Quizá no me vaya nunca. Soy cobarde. Pero, en todo caso, no quiero unirme a nada, a nadie. Ni siquiera a ti. Por lo menos, quiero estar libre para tener ilusión de que puedo irme en cualquier momento.
Se encogió de hombros.
-No sabes lo que quieres -dijo.
Era un razonamiento muy de pescadera. Algo sabía de mis inquietudes y actividades literarias, pero debía intuir que eso no daba dinero y que, por otra parte, ella no iba a entenderlo nunca.
-María Antonieta...
-Bueno, vamos -dijo.
Bajamos las bicicletas hasta la carretera y empezamos a pedalear. Ella iba ahora mucho más deprisa, muy delante de mí, y no volvió en ningún momento la cabeza. Comprendí que aquello había terminado para siempre. Me sentía aliviado, triste y sorprendido. Y traté de llenarme de gratitudes literarias hacia ella. Mi hada buena, mi Beatriz, mi... Nada. Ya no servía eso. Casi me desentendía de ella, en mi camino de vuelta a la ciudad, y sólo la veía como un punto de referencia en la carretera. Estaba despuntando el día y vi nuestra ciudad, allá abajo, en un ancho y ligero valle, con esa luz oriental de las mañanas que, irónicamente, hacía de las viejas torres cristianas, románticas, una especie de minaretes en el desierto.
(fragmento extraído de la novela "Las Ninfas" de Francisco Umbral, premio Eugenio Nadal del año 1975)
domingo, 11 de diciembre de 2011
viernes, 9 de diciembre de 2011
Las ninfas IV
En los atardeceres más desesperados de la ciudad, en esa hora en que se necesita angustiosamente algo, no se sabe qué, a la salida de las oficinas, a la salida de mi sótano con frío y negras calderas de la calefacción, casi siempre apagadas, como infiernos extintos, cuando no me apetecía regresar a casa, al hogar de muertos, enfermos y lástimas...
(...)
El cine barato y sin tiempo es el refugio negro y cálido de los que vagamos al atardecer por ciudades de niebla, el rincón vaginal donde el hombre acorralado por la vida va a parar cada anochecer, cuando todo se queda en suspenso y él ve con claridad indeseada que su existencia no va a ninguna parte, que no tiene amigos ni dinero ni amantes ni nada que hacer en todo el planeta. Son esos claros que hace la existencia, de pronto, esos remansos donde se enlaguna el tiempo, ocasiones que debieran aprovecharse para meditar en el propio destino y en el destino de la humanidad, pero que nadie aprovecha, pues nadie quiere ver con demasiada evidencia lo que hay cuando se cierran las tiendas, se van los amigos y se duermen las preocupaciones: nada.
Había, entre los jóvenes poetas y escritores de la ciudad, aquellos que, como en todas partes, habían descubierto en el cine el lenguaje de nuestro tiempo, la mística de sus vidas y la erótica de la creación, pero yo siempre les había oído hablar, incluso en el Círculo Académico, con una cierta indiferencia, y sólo por una corta temporada tuve, efectivamente, la pasión cultural del cine, e iba a las películas a perseguir ese plano magistral y momentáneo que no hay que perderse. Pero lo más frecuente en mí es que fuese al cine, solo y vencido, como todos aquellos hombres que estaban a mi alrededor, pueblo puro y confuso, a dormir un sueño de melodías y pistolas, de cabalgadas y teléfonos, de amantes y automóviles.
Decía la pedantería juvenil que el cine era el arte de nuestro tiempo, pero el cine sólo era, de momento, el opio de nuestro tiempo, para la gente derrotada y ociosa que llenaba el local. Y yo estaba allí, durante horas, quieto, cálido, descansado, haciendo el yoga del cine, que consiste en no pensar ni saber que una hora más tarde hay que estar en casa ante una cena pobre y una familia lamentable, ante una cama fría y un sueño duro.
El cine, sí, me aportaba un lirismo de melodía y noche deslumbrante, y todas las estrellas me recordaban ya a María Antonieta, y a los adolescentes que hemos visto mucho cine nos pasa siempre, en el cine interior del pecho, la película incesante de entonces, la cinta alegre y violenta, el celuloide melancólico con barcos que hacían la travesía del Mississippi, automóviles que se tiroteaban en los muelles de Brooklyn, caballos galopando al son de guitarras enamoradas, en la noche californiana, y besos gigantescos, ampliados, como de lámina de floricultura, en los primeros planos de la pantalla. Había que ser en la vida decidido como aquellos galanes de hombros cuadrados, y había que tener mujeres fáciles, frías y rubias como la protagonista de la película, pero el local del cine olía a empleado pobre, a merienda comida en secreto, a familia numerosa que ha ido al cine, a calefacción y abrigo viejo, de modo que el cine, que lo tiene todo menos el olor, tenía así una densidad de olores en su argumento, y gracias al cine sabía yo, o descubría por primera vez, el lirismo de las calles nocturnas con lluvia, de los claros de luna sobre el cadáver de un caballo blanco, de los puertos con niebla donde un hombre y una mujer se encuentran y se besan mientras un lento y sonoro barco trae la noche o se lleva el día.
(fragmento extraído de la novela "Las Ninfas" de Francisco Umbral, premio Eugenio Nadal del año 1975)
martes, 6 de diciembre de 2011
"La piel que habito" esta semana en el TSC
El jueves 8 a las 21:00 horas y el sábado 10 a las 22:00 horas.
En el Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares.
Proyectarán la última peli de Pedro Almodóvar
dentro del programa de la Muestra Internacional de Largometrajes del festival Alcine41.
La entrada son 3€ (1 para socios).
No la he visto aun y me apetece (al resto de opositores MIR que competirán conmigo por una plaza de residente también les apetece que deje de estudiar para verla). Ya veremos.
Pseudoincidentalomas (hallazgoscasicasuales)
Hoy me topé con ésto en el blog de David Gonzalez y quedé por supuesto maravillado y triste a partes y mérito iguales hasta el final de las horas de luz que siempre traen la euforia de la mano de tres cafés y buena música. Qué bueno es joder. Y (también, ¿porqué no?) qué bueno es, joder:
"...Volver no significa necesariamente
llegar huyendo de otro lugar. Esta vez sí.
Afortunadamente nadie había cambiado la cerradura.
No había luz. Cené una cerveza y me masturbé dos veces.
Me pregunto qué estarás haciendo en este momento tú
miro por la ventana, aveces eso ayuda y aveces no, cantaban.
Un amor así también es de este mundo
pensé, y me fui a la cama sin ducharme."
(es el final de un poema de Isabel Bono titulado MIRA ATENTAMENTE CÓMO SE DESHACE UN CUBO DE HIELO EN LA PALMA DE TU MANO Y CREERÁS EN LOS MILAGROS, incluído en su libro Pan Comido, editado por Bartleby)
domingo, 4 de diciembre de 2011
Las ninfas III (o de cuando sabes perfectamente que una ciudad se te ha agotado)
El viejo Empédocles era otro misterio que se me desvelaba, otra devaluación de la realidad, y escribía yo, en la habitación azul, en un diario íntimo que había empezado: "La gente tiende a enfatizar sus problemas, sus cosas, a creerse siempre protagonista de algo. Viven intensamente en un mundo que es aburrido. Tienen la convicción de su importancia, de su trance, de lo enzarzado de sus vidas. Yo, por el contrario, creo que la vida es mediocre como tal vida, pero como novela no resiste una primera lectura. Empiezo a sentirme protagonista de una novela mala y provinciana, con frailes tontos, pescaderas enamoradizas y artistas de pega. Habría que ser grande constantemente y uno sólo consigue ser constantemente tonto. Me parece que es lo que alguien ha llamado tragedias de la vida vulgar. No es un principio ético el que me impide hacer un matrimonio de conveniencia con María Antonieta. Es un principio estético. Me encantaría ser protegido y mantenido por una marquesa. No puedo soportar serlo por una pesacadera. Y para toda la vida. Del mismo modo, no es un afán de justicia, de trabajo, de libertad, lo que me distancia cada día de mi ciudad, de mi mundo, si no un puro afán estético. No tanto como romper con la pobreza, lo que quisiera es romper con la fealdad y...". Y mi primo tocaba el laúd y yo me iba a la calle, como casi todas las noches, ya, sintiendo que los fondos y trasfondos de la ciudad, en los que yo había cifrado un mundo a descubrir y a vivir, iban cayendo ante mí y no eran nada. El Círculo Literario, la Casa de Quevedo, la congregación, Empédocles y todo lo demás. Pequeños munos codiciados toda una vida y agotados en un día.
Empezaba a temer que esta sensación de mediocridad, de ridículo, de estar viviendo con énfasis pequeñas cosas comunes, me iba a acompañar ya siempre, en todas partes, pero esto estaba aún sin formular claramente en mí, porque había por delante ciudades, gentes, aventuras, toda una cultura y toda una vida, pero en aquel momento me sentía como preso en las páginas de una novela densa y mala. Iba por calles llovidas hacia el café cantante y todavía el hecho de salir de noche era una aventura y las viejas casas eran masas oscuras que se dulcificaban con la luz de los hogares, de las ventanas, a veces sólo una rendija, y las últimas noticias de la radio, que llegaban de los interiores cálidos, o el llanto de un niño.
(fragmento extraído de la novela "Las Ninfas" de Francisco Umbral, premio Eugenio Nadal del año 1975)
viernes, 2 de diciembre de 2011
Carencia Perfecta en el Teatro Salón Cervantes de Alcalá
En el lujoso y mítico marco del Teatro Salón Cervantes
(c/ Cervantes s/n. Alcalá de Henares).
Presentarán su nuevo videoclip y de paso
nos demostrarán a todos su ya evidente carencia de carencias.
Y será un placer estar allí para verlo.
Aquí el video del tema "Ellas ganan casi siempre" rodado por las calles del centro de Alcalá (atentos al min. 1:44 en el que el jodido pequeño se marca un elegantísimo redoble imaginario con soberbia y virtuosismo...).
jueves, 1 de diciembre de 2011
Tokio ya no nos hiere VII
Ella tiene miedo a los accidentes.
-Entre los hierros retorcidos del avión, se oye llorar a un niño.
-¿Qué?
-Lo dice el periódico. Entre los hierros retorcidos del avión se oye llorar a un niño. Alrededor de los muertos se extienden desordenadas las fotografías. La gente vuelve de las vacaciones cargada de fotografías. Hay más fotografías de las que se ven en el suelo. Imágenes aun dentro de las cámaras. Algunas podrán ser reveladas y otras no. Algunas fotografías arderán en el incendio que sigue a todos los accidentes.
-No leas esas cosas.
-¿Por qué no? La lluvia no persigue al hombre del tiempo.
-¿Qué coño quiere decir eso?
-Que la fe del accidente es siempre más fuerte que la fe de las víctimas.
-No todos los aviones se caen.
-No todos los aviones no se caen, sería más exacto.
¿Vamos a seguir volando hasta que nos toque a nosotros?
Ella tiene la manía de leer el periódico en la bañera y el periódico por supuesto se moja y la parte que no se moja se humedece por el vapor y por si eso fuera poco el periódico me impide verla desnuda.
-¿Sabes lo que más me asusta?
No debe saberlo porque no dice nada.
-Tu miedo. Y el entusiasmo detrás de tu miedo.
-Es curioso porque a mí es tu falta de miedo lo que más me asusta.
-Tengo tanto miedo como el que más miedo tiene. Aunque supongo que es un miedo distinto.
-No hay un miedo distinto. Siempre es el mismo miedo.
-No exactamente.
-¿No exactamente?
-No exactamente. Tu miedo empieza cuando despegan los aviones y el mío cuando los aviones aterrizan.
(fragmento extraído de Tokio ya no nos quiere, de Ray Loriga)