domingo, 3 de enero de 2010

"Qué sonrisa tan rara" (Pro-vocación 4)


Es porque intento llorar y no puedo

embarrar los caminos borrados

por los que te sigo buscando.

Es por confundir de nuevo

una guía nacional de carreteras

con un atlas de anatomía vascular.

A veces no hace falta vivir como si fuera necesario.

No te sé perdonar.


Sigo habitado por una sombra inquieta,

como por una infección.

Y sigo, al tiempo, deshabitado

por la misma sombra incierta,

como una amputación.

Sí...

existo como existe una amputación completa.


Y sigues tensando el aire.

Espesando el fluir intoxicado del tiempo.

“El pasado boca arriba con los ojos abiertos”

Ojos abiertos con el brillo de una cuchilla de afeitar.

Ojos abiertos con una cuchilla de afeitar.

Al dolor en espiral,

abiertos.


La distancia es una red distorsionada.

Adhesiva. Invisible.

La distancia nos atrapa.

La puta distancia, que no existe.


Me quiero arrancar de la mirada un recuerdo

con un espejo y un bisturí.

Me quiero limpiar de palabras por dentro.

Escribir

es una traición adornada y siniestra.

Y en las ausencias ajenas me encuentro

encerrado fuera de mí.


La tinta ya no sirve para escupir desde el pecho.

Y tiembla afilada una sonrisa a través del tiempo.

Sinestesia anacrónica de aceros inoxidables.

Y por mis arterias va brotando hacia el cerebro

una mata de grama que es una raja en el marfil.

“Qué sonrisa tan rara...”


La tinta ya no sirve para escupir desde el pecho.

Una navaja sí.


Me quiero arrancar de la mirada un recuerdo

con un espejo y un bisturí.

Me quiero asfaltar las entrañas con anestésicos.

Y una amnesia irreversible

encadenada a mis vísceras cansadas

de latir.

Te devuelvo la sonrisa transformada en cicatriz.

Quiero sustituir mi interior por nada.

Y equidistar, así,

de todas las nostalgias.

Muchas gracias por hacerme sonreír.


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