miércoles, 4 de abril de 2012

Nocilla Experience VII


"La verdadera culpa de que Josecho escribiera su novela Ayudando a los enfermos, y propusiera que el lanzamiento de la misma se hiciera por medio de anuncios en el 50% de las vallas publicitarias de Madrid, y que todo ello lo financiara la firma Chanel, no residía en obtener mayores ventas de lo habitual, ni en codearse con las modelos más deseables del planeta, ni, mucho menos, en pasar a la historia de la literatura, no, la verdadera culpa era de la Vespa 75 cc, color blanco, modelo Primavera, de un solo asiento [así se aseguraba de que siempre viajaría solo]. Era ésta la actividad que más le fascinaba: pasear en Vespa por Madrid pertrechando con una cazadora de plástico Graham Hill, gafas de sol patrulleras, casco con visera forrado de pegatinas y un iPod conectado a los oídos. Por eso, una vez se hubo lanzado el libro, cada día, a eso de la media tarde, cerraba el candado de su caseta en la torre Windsor, bajaba al parking, arrancaba la Vespa, que guardaba de incógnito entre dos columnas, y salía para ver su rostro en foto presidiendo el día a día de los madrileños. De Orcasitas al Retiro, de San Blas a Chueca, de Moncloa a Carabanchel, de repente, todos los barrios de Madrid se igualaban porque en todos aparecía su cara. Antes de la medianoche regresaba a la caseta, satisfecho, y cenaba un par de lonchas de Pavofrío con pan integral y una lata de Mahou. Lo hechos son ésos, pero, de todas maneras, esta explicación a su ansia por aparecer retratado en vallas publicitarias es demasiado superficial, obvia, hasta quizá inverosímil, cuesta creerla. Recientemente se ha propuesto otra: parece ser que fue a tirar una multa de aparcamiento recién puesta a una papelera urbana cuando, una vez metida la mano en el orificio, palpó lo que resultó ser un libro escrito en inglés, que guardó en la mochila para, una vez en la azotea, comprobar que era de una mujer norteamericana de Utah. El libro tenía en la primera hoja una dedicatoria de puño y letra de la propia autora que decía en inglés, "A quien lo haya encontrado. Ahora, si quieres, ya puedes tirarlo. Afectuosamente, la autora, Hannah". Movido por el interés fue traduciendo poema a poema. Se fijó especialmente en éste,

Qué pura es la soledad de los anuncios por palabras
[la valla publicitaria es otra cosa: no hay
soledad en un mundo ocupado por un solo objeto]
y la de los días del calendario
y la de las fotos de algunos corchos de algunas oficinas
y la de las teclas de los personal computer
y la de los cajones del tocador de una mujer
y la de los elementos de la tabla periódica: recintos
sólo accesibles
[de vez en cuando]
por sus correspondientes isótopos.

Quedó impresionado por los versos: la valla publicitaria es otra cosa: no hay / soledad en un mundo ocupado por un solo objeto, y entendió que era ésa una perfecta vía posible para salir de su monacal encierro, porque [y aquí radica el quid del asunto, el motivo por el cual había dejado de escribir a Marc, aun apreciándolo], en contra de las apariencias, en contra de lo pregonado por él mismo, no amaba la soledad, no, no amaba a Unabomber, ni a Cioran, ni a Wittgenstein, ni a Tarzán, sino que era profundamente infeliz viviendo en una azotea, sin un trabajo normal donde poder relacionarse y saludar por las mañanas, sin un bar en el que tomar café y un croissant y leer el As a diario, sin nadie con quien en verano acudir a las playas de Alicante, condenado así a quedarse en un Madrid vacío y caluroso, en el que el único pasatiempo estival es ir, cuando cae el sol, a cines también vacíos que proyectan películas fuera de circuito, con esas butacas tan aisladas y frías como esas fotos de los corchos, esos días cuadrados del calendario, esas teclas de los personal computer, esos elementos de la tabla periódica, de los que el poema hablaba. Estaba claro que, como decía aquel verso, la valla publicitaria era otra cosa: no podría haber soledad en un mundo ocupado por un solo objeto. Y fue a por ello."

(más fragmentos extraídos de Nocilla Experience, el delicioso delirio narrativo que me tiene absolutamente fascinado, de Agustín Fernández Mallo, y del que seguiré subiendo maravillas troceadas de esta subespecie remota hasta la saciedad o la denuncia)

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