domingo, 10 de enero de 2010

Pro-specto (Impersonal Prov4)



Un golpe de vista cansada hacia una amalgama de las infinitas vidas en que podrías acabar encallado. Una sincronía alucinógena, como la voz en off que te lee estas mentiras sinestésicas rajando tus derrotas cotidianas. Un homenaje patético a esas ausencias que nos habitan y nos protegen sólo a veces de nosotros mismos. Todo esto es lo que te hemos vendido.

Abres estas páginas como abriendo los ojos a un disparo de poesía en la sien que te va a salvar la vida. Créeme. Aprieta el gatillo. Y en el centro de tu cerebro se abre una flor pirotécnica y rabiosa de plástico duro. Porque tres calles más abajo ha explotado la primavera reventando un escaparate del corte inglés. No corras. Ya te alcanza la metralla húmeda de escotes imposibles y rinitis alérgica. Y el avance de unos pétalos de palabra y hemorragia que hacen de tu cráneo una coctelera pulsátil de magia sucia. Mucho hielo por favor.

Porque seguro que eres de esos que dicen que no les gusta la poesía. Que les aburre. Que no la entienden. Por eso.

Abres estas páginas como cerrando una noche que sabes que no va a mejorar. Sellando un cielo plegable que nos deja aquí atrapados. Y las estrellas, que son chinchetas mal clavadas en la retina de alguien, van cayendo como sueños que arañan el horizonte apagados por el frío. Se desprenden, como las costras. Algunas contra el suelo, salpicando en mil silencios reversibles. Otras para posarse en unas pupilas incandescentes. O en unas amapolas de cuneta que miras por el retrovisor. A lo mejor todas son las mismas, y caen convertidas en puntos suspensivos de poesía inútil entre dos bocas.

Porque nada de lo que aquí leas es cierto. Ni autobiográfico. Ni tengas cojones a preguntarnos qué queremos decir con. Por eso.

Abres estas páginas como abriéndote una herida en el pecho a través de la que poder buscarte, y reconocerte por fin entre el óxido de abrazar alcantarillas.

Recuerdo aquella primera cerveza con Escandar en la Plaza del Carmen. Y el pacto de tinta en el Museo del Jamón que nos permitía levantarnos versos unos a otros, sólo para levantar faldas a unas y a otras. Tres años después, me toca a mí dar la cara, o ponerla para que me la partan. Pero no os imagináis con qué orgullo. Con qué tierna soberbia. Con qué dulce nostalgia casi dolorosa miramos esta nueva portada a la luz de las farolas rotas. Estamos otra vez en la calle, arropándonos con las aceras, poniendo todo perdido de gritos y susurros, con esta provocación suicida, este delirio frenético y adolescente por el que ni nosotros dábamos un puto duro.

Abres estas páginas como cerrando los ojos a un disparo de poesía en la sien que te va a salvar la vida. Es lo único a salvo de esta jodida crisis que otros provocaron. La poesía no puede estar en crisis porque está muerta. Pero abres estas páginas como abriendo los ojos a una inyección de irrealidad difusa que le va a salvar la vida.



1 comentario:

Patty dijo...

pufff...

cariño, puff...