martes, 20 de marzo de 2012

Olor a pólvora

Me propuse con tal convición esto de vivir sólo para mí mismo, que ni de las experiencias recientes más intensas me resulta legítimo escribir. Silencio creativo como radicalización máxima de egoísmo. Vivir quemando los días, besando las esquirlas mojadas del riesgo. Y seguir oyendo la literatura constante y sublime de esa voz en off dentro de mi cabeza.

Pero pasa que observo delante de mí cómo una embarazada latinoamericana graba en vídeo el espectáculo pirotécnico con su teléfono de última generación. Y entonces me percato de que toda la ciudad de Valencia guarda silencio y mira hacia el cielo espeso, negrura especular de un Mediterraneo cansado. Trago de la botella rajada de dos litros de Coca-Cola rebosante de hielo y ron, fingiendo torpeza en el intento de no cortarme la boca con el filo irregular del plástico. Y me compadezco de esos remotos espectadores multimedia como lo haría de mis propios lectores si detallara al milímetro todas mis vivencias.

Huele a pólvora, alcohol y sangre. No sé si estoy en Fallas, en un hospital de campaña en mitad de una guerra decimonónica, o caído de nuevo muy al fondo de mis propios ojos. Empiezo a notar el ron circulando por todas mis arterias, llega la traca, y es de mí mismo de quien me compadezco, mientras veo en lo alto los proyectiles estallando como aneurismas o sueños. Ya he vuelto a rajarme la sonrisa y los principios bebiendo. Todo se llena de humo y aplausos. Desaparezco.

1 comentario:

mvua dijo...

"Y seguir oyendo la literatura constante y sublime de esa voz en off dentro de mi cabeza."

Acabas de volver a hablar de mi y de lo que me pasa(desde mi narcisismo).

Genial.