"Jack entra en la caravana. Es metálica, de color aluminio y contornos redondeados. La compró porque le recordaba a Carol, también fuerte y suave. Abre las pequeñas escotillas y deja la puerta abierta, así penetra un neto haz de luz que le hace compañía mientras se sienta en la zona en penumbra. Al lado de la cama plegable tiene un trozo del decorado de Corazonada, la película de Coppola, que pilló en una subasta en Palo Alto, un pedazo de cartón piedra bastante roto en el que está un automóvil de los 70 y un horizonte desértico en tonos pastel sobre el que hay un cisne gigante, una rueda rota de bicicleta y una fuente de neón de la que nunca para de salir agua. Traía los cables pelados, pero consiguió arreglarla. Ahora enciende la radio, limpia un poco la cocinilla, ordena, lee un rato Moby Dick, el único libro que tiene. Después, cuando el sol declina, sale a sentarse fuera. Suele pensar entonces que cuando Carol desapareció del planeta Tierra, alguien bondadoso de ahí arriba tendría que estar calculando que justo en ese momento la cantidad de bien dispendiado por ella en esta vida era igual en cifra a la cantidad de mal que también había infligido a sus semejantes, y que el sentido de la vida consiste en eso, en arrojar al final un saldo igual a cero. Otras veces, también por la noche, enciende la fuente de neón de la que nunca para de salir agua y se sienta fuera a ver el resplandor. Después, suele quedarse dormido con un güisqui en la mano."
(más fragmentos extraídos de Nocilla Experience, el delicioso delirio narrativo que me tiene absolutamente fascinado, de Agustín Fernández Mallo, y del que seguiré subiendo maravillas troceadas de esta subespecie remota hasta la saciedad o la denuncia)
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