Fue en aquella autopista francesa, atravesando el mapa político del país y la madrugada, en una herida veloz de muerte y gasoil desde Burdeos hasta Estrasburgo. Iban saltando todos los radares a nuestro paso, iluminando en un destello violento que era nuestro presente, la frialdad del asfalto dormido. Inmortalizando una y otra vez el fotograma perfecto de mi mirada invencible, con la sonrisa y los puños apretados sobre el cuero tembloroso del volante. Condujimos toda la noche nuestras vidas inacabadas, transgrediendo leyes nacionales de tráfico y sentido común, hacia un impacto fatídico y hermoso que nos culminara. Dentro de aquel útero mortal, rodante y tapizado. Lanzado hacia el nido definitivo de hierros y sangre, añicos de cristal y de pasado, que demostrara para siempre y con la ironía macabra propia del mundo, lo vivos que nos sentimos en aquel momento. Y la luna gigantesca y cómplice, congelando de blancos y silencio las cunetas, reflejada en nuestros ojos muy abiertos y sin vida. Una colisión letal y apoteósica. Final sublime. La única posibilidad de enseñaros a todos y de una vez, la brutal belleza de las cosas rotas.
TOCAYU: David Mardaras.
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¿UNABOMBER?
El simple arte de escribir.
RAYMOND CHALDLER
Leo tu poesía y veo que está
viva de cojones.
Las palabras, lo que cuentas:
simplemente,
tiene ...
Hace 18 horas
1 comentario:
y qué alegría veros tomar cervecitas checas sanos y salvos. brutal, por cierto.1besin
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