lunes, 9 de abril de 2012

segundo cuerpo glorioso: Alma


"La vagina de Alma era como la de una camella, como la de una grande, distinguida y amantísima camella. Vagina de vertiginosas profundidades y silenciosos gritos de la carne, de la entraña femenina. Yo nunca he sentido mi picha tan pequeña como en la vagina de Alma."
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"Aparte que yo recurría a toda clase de intendencias para tenerla servida: le metía el puño entero hasta el útero (el límite era mi reloj de pulsera), le metía botellas de coca-cola recién abiertas, con toda la espuma saliéndose como una sonrisa vertical del coño, por meterle le metía, ya digo, hasta mi pequeña picha de latino, aunque tampoco soy muy latino.
-¿Y tú por qué le das tanto al piano, Alma?"
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"Conocí a Alma en el bar del Ateneo de Madrid, un bar con olor a peluquería y Derecho Administrativo, que es lo que estudiaban los jóvenes ateneístas, o sea oposiciones. Alma estaba tomándose un café antes de entrar al concierto de los jueves. Era una rubia un poco sosa, de tan perfecta, y su estatura, igual a la mía, nos permitía un tú a tú que creaba mucha intimidad."
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"-Ni Botticelli ni hostias, Alma. Tú eres un Leonardo. Leonardo. La gente es que no sabe ver en lo que es, como decía Stendhal.
-Bueno, pues Leonardo, tampoco vamos a reñir por eso.
-Yo es que riño por todo.
-Espera que te hago un café.
Y se iba a los fondos oscuros de la cocina con su cuerpo grande, armonioso, dibujadísimo, blanco y frágil. Tomábamos café, yo la estaba mirando a los ojos, más inteligentes que deslumbrantes, a la nariz perfecta de perfil, un poco ancha de frente, a las palabras que decía, siempre pocas, delicadas y lúcidas. O sea que nos cogía el anochecer hablando de Restif de la Bretonne y, mientras tanto, su cuerpo museal y desnudo había vagabundeado toda la tarde por los balcones, las amplias estancias, que eran cada una como un palacio después del paso de la horda, mirándose a los espejos rotos o masturbándose delicadísimamente con sus manos grandes, bellas y pianísticas, como tocando el arma, las arpas interiores de su alma."
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"Pero allí estaba su cuerpo, en el quicio de una puerta, como una escayola lírica olvidada en un taller, y yo comprendí pronto que la única manera de reunir su alma con su cuerpo, su inteligencia con su sexo, su sensibilidad pianística con su coño, era hacer el amor. En la cama, efectivamente, en una de las plurales, altas, doradas y deshechas camas de la casa volvía a tenerla reunida consigo misma, y era, quizá, la mujer más adorable, sabia, falsa y quebradiza que he conocido en mi vida. A veces, cuando pienso en ella, me parece que todas las demás mujeres no han sido sino rodeos y aproximaciones a esta criatura dúplice con la que había que follar muchas veces para devolverle su unidad, su unicidad de Leonardo vivo."
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"Y su cuerpo ya se había ido a tocar el piano. Tenía una transparente capacidad de ausencia. La primera vez me sorprendió comprobar que era virgen, y hasta le dolió un poco. Pocas vírgenes ha cazado uno esta vida, pero un Leonardo virgo es ya como demasiado. Alma, Alma.
Me tendía boca abajo y besaba minuciosamente todo mi cuerpo, como haciendo un mapa de besos para no perderse. Me metía la lengua en el culo. Era mujer activa que necesitaba un largo rato de caricias al macho, un prólogo/epílogo lleno de lentitudes, demoraciones y ternuras. Alguna vez le decía yo, suspicaz:
-Mucho sabes tú de todo esto, oyes.
-He tenido un buen maestro.
Se suponía que el buen maestro era yo, pero la respuesta le salía demasiado fácil como para ser verdad."
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"La recuerdo atravesando Madrid en moto, toda de cuero negro, a la grupa de una Harley, a la grupa de un hijoputa, y comprendo que la amaba hasta el crimen. La recuerdo en su primer embarazo de casada, con bello blusón, y entonces tuve la experiencia de reposar sobre un vientre abultado y dulce, de penetrar una vagina que ya tenía inquilino, de encontrarme unos pechos grandes, lechosos, premamá, habituado como estaba a sus pechos dibujados y breves (Leonardo otra vez, sí qué pasa, coño).
-¿Y esto de los embarazos dura mucho, oyes?
-Nueve meses, es la costumbre."
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"Yo, siempre en mi papel de tercer hombre, ocurre que tenía unos celos furiosos de ella, de él ,del niño venidero y hasta del médico que la atendía.
-Cómo has podido hacerme esto.
-Qué.
-Casarte.
-Las mujeres tendemos al matrimonio como los barcos al puerto."
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"Se me escapaba, se me había escapado, la había dejado perder, como otras veces. Quizá estaba enamorado, pero como no conocía el amor, ni lo admitía, me rebelaba contra él y hacía chorradas.
-Las chorradas se pagan, Paco.
-Qué dura eres, Alma.
Y en seguida encontré la frase ridícula y como televisiva. Ha estado siempre al fondo de mi vida, tocando el piano desnuda, alejándome con su música, con su Bach y su Mozart que yo no entiendo ni me importan. La música es la distancia que ponía entre nosotros, involuntariamente, y que me dejaba arrinconado en el suelo de la gran casa for sale, como el prender de aquella prendería deslumbrante y triste.
-La música ha estado siempre entre nosotros, Alma, separándonos.
-Te encanta hacer frases. Siempre estás haciendo frases.
-Soy escritor como tu padre es banquero. (Porque encima tenía un padre banquero.)"
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"Ah, el oro levísimo de su pubis, el pubis menos obsceno que uno haya visto jamás, pero muy levantado por el bulto del hueso, mujer de esquelatura grande y flexible, como una camella, ya digo, transformada por Leonardo en mujer."
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"Fumaba y callaba. Después de hacer el amor, se levantaba desnuda a buscar tabaco por la habitación (nunca sabía dónde lo había dejado, adorable desorden femenino), y éste era para mí el mejor momento del polvo, el instante en que tanta mitología se volvía cotidiana y su cuerpo grandioso tomaba actitudes hacendosas de mujer/mujer, cuando yo estaba convencido de que no era una mujer, sino un ángel caído del cielo con virgo y todo (hasta que se lo quité, pero eso ya lo he contado).
Me pongo insistente y eso debe ser que todavía la amo.
Los enamorados somos tan coñazos como los ciegos del cupón. No hay nada tan pelma como un enamorado, salvo la ONCE.
-Estás escribiendo una cosa muy hortera sobre mí. Tú eres un lírico. A ver cuándo te olvidas del costumbrismo.
-Perdona, Alma, pero las leyes de la literatura sí las conozco mejor que tú. Sobre todo de la mía.
-Tengo derecho a opinar, ¿no?  Soy la protagonista.
-Absoluta.
-Y encima que no me llamo Alma.
-¿Tampoco te gusta el nombre que te he puesto?
-Es como de hija bastarda de Alfonso Guerra.
-Yo pensaba en Mahler.
-Cómo coños vas a pensar en Mahler si no lo conoces."
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"Qué lejos quedan los tiempos tristes y fecundos de aquel caserón frente al Retiro. Alma tiene tardes/noches de amor urgente, violento, anhelante, cuando follamos a medio vestir, a medio desnudar. Alma tiene otros días de amor demorado, dulce, contemplativo, como si me viera desde muy lejos. La alternancia de unos días con otros es deliciosa y siempre me coge por sorpresa."
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"Creo que nunca me he acostado tantas veces con una mujer. Y eso se nota, claro.
-¿Es que ahora lo vas a contar aquí todo por vanidad?
-Por vanidad y por una pasta."
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"Siempre ha sido plural en los hombres y en las casas. Mi amor la ha perseguido por residencias de monjas, apartamentos en rascacielos, domicilios como el que he descrito, del Retiro (el fundamental en nuestra vida), clínicas psiquiátricas, clínicas de maternidad, colegios mayores, residencias universitarias, señas familiares y señas de separada. Me gustaría, ahora, hacer sobre el mapa de Madrid el mapa de mis itinerarios tras ella, con tinta roja, malva, fucsia, como la geografía de mi vida."
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"Sobre ese mapa/plano podría escribir mi mejor novela, Alma, amor.
-Oiga, señor Umbral, que usted nos prometió unas memorias eróticas, libres de sentimentalismos, y ahora se está saliendo por Corín Tellado.
-Usted disimule, señora, y razón que le sobra."
... "pero creo que el cuerpo de alma está aquí presente, recorrido en toda su geografía rosa, dorada y adúltera: la boca intensa, los pechos ingenuos, el vientre purísimo, el sexo rubio, los muslos con larga curvatura de violín, muslos/stradivarius, los pies grandes, las manos/Leonardo, en fin. Por no hablar de esa Oceanía armoniosa, amplia y caliente de su espalda sensible, que a veces recorro con la seda enamorada de mi capullo. Dudo de que hombre y mujer hayan follado nunca tanto y tan bien. Y perdone el párrafo, si me he pasado.
A punto de terminar este capítulo, cojo el teléfono y la llamo. Su voz congelada por un contestador. O sea que encima se ha comprado un contestador. Pero se oye muy mal, debe ser malo y barato. Le dejo el recado:
-Tu contestador es una mierda, pero te quiero."


(fragmento extraído del brillantísimo "Memorias eróticas (los cuerpos gloriosos)", de don Francisco Umbral al que me reconozco abocado a acabar siempre volviendo.)

1 comentario:

Sarabia dijo...

Gracias por aumentar mi lista de lecturas pendientes. Un placer de lectura y de blog :)

Sarabia.