sábado, 11 de septiembre de 2010

Nueva dosis redentora de Umbral (enésima entrega)


"Escribo por el placer de desaparecer. Es mi forma de transparencia. Todos hemos querido ser invisibles alguna vez. El éxtasis, la levitación. El mundo y la escritura se intercambiaban reflejos, luces, y yo estoy en medio, entre dos fuegos, desaparecido, sin peso. Escribir es ausentarse. Escribir es perder peso. Un adelgazamiento súbito. Qué insoportables, luego, mis setenta u ochenta kilos.

(...)

...el color azul de algunos zócalos, nunca igualado por nadie, los pueblos solitarios, con un palacio abandonado, como un barco hundido hacia arriba, en los aires, por el que pasan peces de sol y aguas de atmósfera. Y nada de eso es el tiempo, sino sólo el paso del tiempo. Miro el descenso de los ascensores visto desde dentro, el despertar de las cocinas, donde la cena de la noche anterior ha tomado ya aspecto de crimen, los perros que me miran mientras defecan en la vía pública, con unos ojos de paz y egoísmo, los quioscos fragantes de actualidad, el desayuno oscuro de las viejas, la hierba que crece a ojos vistas por la mañana, las teclas de mi máquina, como un armonium desguazado, el humo de la comida del mediodía, a través del cual ve mi infancia, el color de tela triste que tienen las cuatro de la tarde, la agonía de las ciudades en el anochecer, cuando un viejo está matando a una vieja sin que nadie lo sepa hasta el día siguiente, miro mi edad en los espejos de las tiendas, el sueño de mi hijo, la lluvia sobre los faros olvidados de un automóvil, la serpiente de grasa dormida en las traseras, y nada de eso es el tiempo.

(...)

Con dolor sordo, moviéndome siempre dentro de los límites de la herida, repaso la vida del hijo, sus imágenes, las bengalas que de su existir brotaban a cada paso, la fulguración del cielo en el metal de su infancia. Regato de vida desmandada escapándosele a la vida, culebreo de la alegría que ahora cesa. Hijo."


("Mortal y rosa". Francisco Umbral)

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