"Tuvimos algunos escarceos que llegaron a poco, ya que ella buscaba al hombre importante y yo buscaba un polvo como fuese, y esto se me notaba demasiado. A las mujeres, como al whisky, hay que ir bien comido, que si no marean y hacen contigo lo que quieren."
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"-A mí que no me digan que me han follado tantos tíos. Siempre me pongo encima y soy yo la que se los folla a ellos. Todo depende de la postura.
Efectivamente, todo depende de la postura. El problema del feminismo lo resuelvo yo en dos días aconsejando que las mujeres se pongan encima. Claro que hay la que se te pone encima como una morsa (y no digo como un delfín porque el delfín es más intelectual que cualquier señorita telefonista). No. No es eso. La que sabe sabe. Se pone de rodillas sobre uno, una rodilla a cada lado de tu escuálido cuerpo de funcionario, o el mío, y empieza a hacer su trabajo de lengua, besos, rozamientos y ese dulcísimo cepillo del pubis que te va pasando por el cuerpo y el glande como un estropajo de ternura."
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"Se hincaba en mí y una y otra vez (tenía una vagina adolescente, impensable en una mujer tan profesional), se hincaba en mí con dulzura y cariño, con furia y desvarío, con rabia y odio, como si quisiera hacerse el haraquiri con mi picha, como los japoneses se lo hacen contra una espada."
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"Así es como Lola Machado y el Umbrales conseguían unos orgasmos repetidos, profundos, gloriosos, grandiosos, donde ella sudaba y yo le lamía el sudor de las axilas, esos dos coños supernumerarios. Quizá conseguí que su cuerpo se enamorase del mío. Los cuerpos son honrados
-Progre es la que, mientras se quita las bragas, te pregunta cómo va lo del Pakistán."
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"Yo se lo decía siempre:
-Con esa cara de Virgen de pueblo y eres la más puta de España, coño.
Y ella se reía, como cuando la llamaba guerrero cartaginés
-Echarte a ti un polvo, Lola, es como ganarle la batalla a un cartaginés. Eres agotadora y tienes cuerpo africano.
-Y tú una polla de oro que les voy a dar tu teléfono a todas mis amigas, que estos tesoros ya se van acabando. Ahora todos son unisex, o son maricones. Entre maricones y reprimidos no gana una para gatillazos."
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"La mujer (síntoma último de su frigidez) se estremece más, sexualmente, al contacto de una gema fría que de una picha caliente. Lauro Olmo quería quitármela con joyas, de una manera escandalosa. A veces almorzábamos los tres juntos, en cualquier restaurante, y yo me dopaba de comida ibicenca, vinos incunables y ginebra clandestina y mala (aún no había entrado en la época del whisky, que es como cuando Picasso pasa de la época rosa a la época azul).
Después de las repetidas fornicaciones nocturnas, yo me quedaba hondamente dormido al alba, en mi cama, con todo el mediterráneo y sus clásicos entrando en mi sueño. Es cuando Lola, supongo, aprovechaba para desaparecer y bajarse al piso de Lauro Olmo, donde echarían un casquete y ella se llevaría una sortija, aunque nunca le ví sortijitas, claro, sabía mucho. A mí lo de Lauro Olmo más bien me complacía, pues que tener un suplente se agradece tanto en el amor como en el ciclismo. Aquel sueño fresco y rico del alba se lo debía yo al viajante en joyas baratas. Sin ese sueño no habría podido soportar la marcha que llevábamos de vida."
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"Jamás he vivido mañanas tan claras, solitarias, felices, tranquilas, iluminadas e irreales como aquellas. Luego llegaba Lola y yo ya pasaba de la lividez de lo lírico a los colores del mundo y de la carne. Lola, su cintura firme, su vientre duro y como de alfarería, su ombligo insolente, su pubis negro y salvaje, sus muslos hostiles y hermosísimos, sus pies grandes."
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"Una noche se me presentó en la discoteca una pequeñita catalana, una periodista que estaba haciendo Ibiza
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"Yo bebía cocoloco y procuraba estar brillante con la periodista. Lola desapareció durante tres cuartos de hora y yo se lo agradecí, porque me apetecía ligarme aquel cuarto de kilo de mujer, después de las abundancias plurales de Lola. Polanski también había desaparecido. Jamás sabré si echaron un polvo, ni me importa. El director de fama universal era una tentación muy fuerte para una pequeña cómica madrileña. Por otra parte, yo la había abandonado largamente, por aquella joven muchacha en flor catalana que olía toda ella a Parque Güel. Después Lola me decía:
-No quiero que me folles. Quiero que me quieras.
Vaya usted a saber lo que quería decir con eso. Como para estropearse un verano en Ibiza dándole vueltas al tema."
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"Adiós, Lola, amor, iluminaste con tu cuerpo de lámpara y tu sexo de niña sabia el verano más verano de mi vida. Cuando te penetraba por el recto, era como si te estuviera asesinando. Te dolía y gritabas. La víctima feliz. (Pocas mujeres he conocido que se dejen hacer eso, aunque alguna.) Fuiste un hermosísimo cadáver en mis brazos, un guerrero cartaginés vencido, muerto y femenino.
En mis labios de decir versos y cosas eruditas, perfuma inesperadamente, en una noche culta y cualquiera, el sabor antropófago, caliente e infantil de tu irrecuperable vagina."
(fragmento extraído del brillantísimo "Memorias eróticas (los cuerpos gloriosos)", de don Francisco Umbral al que me reconozco abocado a acabar siempre volviendo.)