Ayer fue para mí un buen día. Con una lluvia dibujable y sin tiempo impactando contra la zona sur de una ciudad palpitante. Y contra el cristal del autobús desde el que la observo y me observo. Un día de reencuentros emotivos provocando desencuentros interiores con motivos. Esta lluvia fue de té con canela y una conversación que sin saberlo me salvaba de mí mismo. Palabras de regalo de navidad antinavideño. Ella, feliz como nunca, que antes había escrito "yo no sé si sabré estar en algún momento desenamorada, eso me temo". Hablamos sobre el racismo sanitario y otros miedos. Otros muchos nuestros. Y yo, que había llegado hasta allí leyendo un libro sobre el desarraigo, el exilio y el dolor, atravesado treinta años después en el vagón de media hora de metro por decenas de los propios personajes de mi ejemplar de bolsillo. Voló el tiempo por su terraza mojada y el Lambrusco sobre mi reloj de pulsera. Me iluminó el regreso atardecido con su clarividencia implacable sobre nuestros desafíos vitales inmediatos. Va a ser una gran médico. Siguió la lluvia acompañándome a casa y comenzó a saber a radiador y a tres litronas volcadas en un mini. "Si hay miseria que no se note" y la revolución pandémica del reagge y las sonrisas. Siguió la lluvia mojando de palabras necesarias la amistad. Inolvidable. Gracias.
viernes, 31 de diciembre de 2010
Hoy por ayer y más que nunca
domingo, 26 de diciembre de 2010
Anécdota de escritores: Benjamín Prado, Joaquín Sabina y Ángel González se pierden en coche por el puerto de Rota
Tomamos unos finos en un bar del muelle y cuando los barcos empezaban a moverse demasiado decidimos regresar. El puerto de Rota no sólo es que esté a diez minutos de nuestras casas, sino que lleva a ellas por un camino que yo había recorrido cientos de veces, pero ese día se me rompió la brújula. Fuimos al aparcamiento, Ángel se sentó en el asiento del copiloto y Joaquín en el trasero, sacamos el coche y empezamos a rodar. De pronto, pasamos bajo el faro antiguo y junto a un pub irlandés llamado O'Gradys, giramos a la izquierda, luego a la derecha... y allí estaban otra vez el faro y el O'Gradys.
-Vaya, no sé cómo es posible... A ver, debe de ser entonces por aquella otra calle -dije.
-¡Benja! ¿No me digas que te vas a volver a perder? -dijo Joaquín.
Tomamos por la derecha, atravesamos una plaza, bajamos por una calle en cuesta... y el O'Gradys y el faro volvieron a aparecer.
-¡Joder, no puedo creerlo! ¡Benja!
-¡Cállate, que me pones nervioso! Además, ya sé lo que ha pasado, es que no era por aquí sino por allí...
Fuimos por allí y acabamos otra vez en el faro y el O'Gradys. Ángel no decía palabra, con su cigarrillo en la mano y la vista al frente, pero Joaquín empezó a dar alaridos.
-¡No, no! ¡Me cago en la puta! ¿Será posible? ¡Si no vamos a llegar ni a la cena!
-Tío, déjeme en paz, ha sido un pequeño despiste. Lo que hay que hacer es meterse por Castelar y girar en el cruce con Isaac Peral.
Pero el caso es que tras otros cinco minutos dando vueltas, llegamos al faro y al O'Gradys, y para entonces Joaquín ya iba dando voces con medio cuerpo asomado a la ventana:
-¡Me cago en tus muertos! ¡Socorro, socorro, este cabrón me ha secuestrado!
La gente con la que nos cruzábamos nos miraba alucinada. El maestro González seguía fumando en silencio. Un auténtico caballero. Sin embargo, a la sexta vez que pasamos junto al O'Gradys, Ángel me puso delicadamente una mano en el hombro y me dijo:
-Oye, Benja. qué te parece si me dejas en este pub tomando una copa y me recoges dentro de cinco vueltecitas.
(fragmento extraído de "Romper una canción. Así se escribió el disco Vinagre y Rosas de Joaquín Sabina" de Benjamín Prado)
sábado, 25 de diciembre de 2010
Estrellas en Madrid
http://www.notodofilmfest.com/index.php?corto=27928#/Home/Ficha/27928/
Escrita y dirigida por Escandar Algeet. Mucha suerte.
jueves, 23 de diciembre de 2010
Cabezabajo (a tiempo aun)
Creo que recordaré siempre que fue antes de entrar a mi examen final de Dermatología cuando me enteré por mis compañeros del fallecimiento inesperado de Micheal Jackson. Hace poco más de una semana, salía de firmar un examen nefasto de Medicina Legal y Forense cuando conocí la triste desaparición de Enrique Morente.
Soy incapaz de imaginarme la extraña relación que puede existir entre estos test, pruebas orales y preguntas de desarrollo que me vienen jodiendo y alegrando la vida los últimos 5 años, y el final de la propia vida de personajes a los que admiro profesionalmente. El caso es que si todo va bien, sólo me quedan 4 exámenes como estudiante universitario. Y cada vez menos autores apreciados que puedan morirse. Desde que mi despreciado ex-decano me diera la charla de bienvenida a la licenciatura allá por el 2005: Francisco Umbral, Fernando Fernán Gómez, Ángel González, Rafael Azcona, Antonio Vega, Mario Benedetti, Miguel Delibes...
He subido aquí demasiados homenajes póstumos. Y no sé qué tal andará de salud este genio gilipollas que es Roberto Iniesta, pero para mi examen MIR aun queda un año y algunas semanas. Por si acaso.
Necesito más olas ¡sube!
necesito cien años de tempestad
pa juntar el agua con las nubes
trajinando sin descansar
Necesito más deudas ¡corre!
con dragones debo pelear
y entre el fuego y sudores anhelo:
otras cosas en que pensar.
Perdido entre montañas, no conozco este lugar
y tengo la sensación de haber estado aquí antes ya.
Pierdo la razón cuando salen
de mi corazón: animales.
Estoy colgado en algún punto de una casa,
cabezabajo, a ver hoy si algún bicho pasa y ...
¡vamos a ver! Apareciste y ahora no sé donde morder.
¿Qué quieres que te diga? cuando me vienes a ver:
hola que tal - muy bien - me voy, tengo cosas que hacer.
- a ver si es verdad, que no haces nada
- es mi obligación: buscar un hada y ...
nada de nada
Sin hacer prisionero a ninguno,
atreverse a su lado a pasar
recordando cerrar bien el culo,
¡demasiado tarde pa cambiar!
Probaré la droga, una de cada
y volver fiel a repetir
pa encontrar la que más me degrada
y abrazarme a ella hasta morir.
Perdido entre montañas, no conozco este lugar
y tengo la sensación de haber estado aquí,
antes ya...
miércoles, 22 de diciembre de 2010
viernes, 17 de diciembre de 2010
Un poquito de historia de la medicina... legal
Hasta 1928 estuvo tipificado en el Código Penal español el contagio venéreo intersexual. La aparición del SIDA y algunas otras conductas específicas (uso de jeringuillas como armas intimidatorias en atracos y robos) llevó en la reforma urgente del Código Penal de 1989 a tipificar dentro del delito de lesiones "la propagación maliciosa de una enfermedad
tansmisible..." indicándose que... "según el grado de perversidad del delincuente, la finalidad perseguida o el peligro de la enfermedad..." se podrían imponer penas más graves. El texto del nuevo Código Penal de 1995 ha eliminado la mención específica de esta forma de delito, incluyendo el hecho de la transmisión maliciosa de enfermedades transmisibles, y concretamente el SIDA, quedando tales hechos incluidos en el delito de lesiones.
(...)
La primera ejecución por silla eléctrica tuvo lugar en Nueva York en 1890, durante la cual se aplicó a un prisionero una corriente alterna de 1400 voltios a 150 Hz, durante 17 segundos, antes de ser declarado muerto. Según se informó, un minuto después de ésto, el prisionero se quejó y se apreciaron movimientos respiratorios que iban en aumento, Se reaplicó la corriente durante otros dos minutos y cuarto, momento en el que el prisionero fue finalmente declarado muerto. Los testigos oculares de la ejecución informaron que habían visto salir humo del cuerpo quemado.
(De mis apuntes de la asignatura Medicina Legal y Forense. Instructivo al menos.)
miércoles, 15 de diciembre de 2010
martes, 14 de diciembre de 2010
Mi tiempo al mejor postor
Sale a subasta pública blog incautado por abandono ilícito del susodicho hogar.
Puja inicial 1 conspiración.
martes, 7 de diciembre de 2010
Invertidos varios
Festival de poesía independiente Inverso 2010.
Aquí en su blog está toda la información.
Reclamad vuestra dosis anual de buenísima poesía en vivo.
lunes, 6 de diciembre de 2010
La piedad de la lluvia
Madrid, para una elegía
Pasan trenes en marzo atestados de lágrimas
palabras o susurros bajo un cielo dormido,
mejillas presurosas que de pronto se tornan
amasijo de hierros en el alba.
Claridad de la sangre. En el crepúsculo
se juntaron los rostros silenciosos.
En todos los paraguas del dolor repicaba
la piedad de la lluvia.
(Poema de Andrés Sánchez Robayna)
sábado, 4 de diciembre de 2010
viernes, 3 de diciembre de 2010
Palabralgia Express (227)
(A Esti, por sugerirme, que no sugilarme)
Sugilación: equimosis cutánea causada por un mecanismo de fuerte succión, como sucede al chupar fuertemente con los labios (sugilaciones amorosas) o cuando se ha aplicado una ventosa (pieza de material elástico) sobre la piel.
En ambos casos las sugilaciones adoptarán una forma más o menos similar al instrumento que las produjo (labios, ventosas, etc).
Se suele relacionar con la actividad sexual y la excitación, que llevan a la persona a ejercer una fuerte succión en diferentes zonas del cuerpo de su amante.
Generalmente se realiza en el cuello, aunque puede hacerse en cualquier parte del cuerpo, tardando varios días en desaparecer y dejando un fuerte dolor.
En el contexto de la medicina legal y forense es muy frecuente observar este fenómeno en delitos contra la libertad sexual.
Esta práctica puede ser realizada a nivel consciente o inconsciente y en algunas ocasiones puede ocasionar a quien lo lleva determinados conflictos como discusiones de pareja o familiares.
(Vamos, lo que popularme conocemos como "chupetón", "chupón", o "chupetazo". Un nuevo palabroto médico. Seguimos aprendiendo.)
Mitológía de martes
La mañana del pasado martes 30 de noviembre, sobre una mesa de la biblioteca de la facultad de medicina de Alcalá de Henares, hojeaba un ejemplar gratuito del diario elmundo luchando por mantener los ojos abiertos. En la sección de cultura, entrevistaban a González Iñárritu con motivo del estreno de su pelicula Biutiful. En una de las respuestas, hacía alusión a este poema:
Del mito
Mi madre me contó que yo lloré en su vientre.
A ella le dijeron: tendrá suerte.
Alguien me habló todos los días de mi vida
al oído, despacio, lentamente.
Me dijo: ¡vive, vive, vive!
Era la muerte.
(Jaime Sabines)
... y centellas
Fulguración
Intervienen potencias de descarga de aproximadamente 500 millones de voltios e intensidades entre 10.ooo y 50.000 amperios.
El rayo en sí determina lesiones muy diversas. A veces una descarga que cae entre un grupo de personas, mata a unas, deja indemnes a otras, y otras quedan con lesiones permanentes en el sistema nervioso central e incluso hay casos paradójicos en que se producen curaciones prodigiosas de enfermos que padecían lesiones orgánicas de sistema nervioso, reumatismo, etc...
Hay ocasiones en las que no encuentran explicaciones aparentes como el caso de sujetos que quedan afeitados sin más lesiones.
(Divertido texto extraído de mis apuntes de la asignatura Medicina Legal y Forense)
domingo, 28 de noviembre de 2010
De los últimos refugios evasivos estereotipados... (o risas)
Matorral, maleza, fregado, don nadie, árbol achaparrado, arbusto achaparrado, aborto, cepillo de cerdas cortas, barba corta, pequeño bigote, equipo de reservas, jugador suplente, fregar, restregar, depurar, estregar, anular, achaparrado, canijo.
Scrubs.
Equivalentes conceptuales de médico interno residente.
Joder, sonaba mejor sin saber lo que significa.
Defendiendo el derecho a la tibieza
La buena tiniebla
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
de modo que si sobreviene
un apagón o un desconsuelo
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda
entonces las paredes se acuarelan
el cielo raso se convierte en cielo
las telarañas vibran en su ángulo
los almanaques dominguean
y los ojos felices y felinos
miran y no se cansan de mirar
una mujer desnuda y en lo oscuro
una mujer querida o a querer
exorciza por una vez la muerte.
(Poema extraído de "Geografías" de Mario Benedetti)
domingo, 21 de noviembre de 2010
En el umbral de Umbral (dosis n elevada a n)
La silla de ruedas. Llevo al niño en una silla de ruedas. Una vez, siendo él muy pequeño, escribí un cuento titulado "La mecedora", donde hablaba de cómo dormía yo al niño todas las noches, antes de llevarle a la cama o a la cuna, en mi mecedora de leer y charlar. Ahora está esto de la silla de ruedas. Es otro viaje quieto, como el de la mecedora, otro viaje sin viaje, y vamos por pasillos blancos, por pasillo negros, a través de villorrios del dieciocho, lunas como hoces, nieves alpinas, flores y gatos, y seres vagos le dejan una sonrisa al pasar, una sonrisa blanca, perdida, y le dicen niña, porque la cercanía de la muerte afemina al hombre -más al niño-, como a veces masculiniza a la mujer, que la muerte no sabe de sexos, es espantosamente casta, y robamos flores de difuntos, geranios dóciles, en una felicidad pequeña, de pastilla para la tos.
Hasta que comprendo que la silla me lleva a mí, que el niño tira de mí, que vamos a no sé qué despeñadero, que soy un cadáver deambulando detrás de una silla de ruedas, o que llevo en la silla de ruedas una porción mínima de muerte, un niño que no pesa, una vida que no suena. Quisiera esto para siempre, seguir cruzando puertas, corredores, sonrisas amarillas de enfermos incurables, y que durase nuestro viaje, hijo, y tenerte siquiera así, viéndote desde arriba, viendo tu cabeza rizada y tus manos mínimas y enfermas, como las manos de esas momias infantiles que a veces aparecen en el alto Nilo. Por eso, todo lo que escriba, ya, quisiera que tuviese la sencillez directa del diario íntimo, de este diario, de lo que hace uno con su caligrafía más honrada, y esto por reducir al mínimo la farsa del vivir, duplicada siempre por la falsa de escribir. Leedme sencillamente, de frente, anulando entre escritura y lectura todo protocolo falsario. Ni el gran espectáculo de la filosofía ni el convencionalismo de la narración. Sólo la escritura de un hombre que hace interminablemente su diario. Lo imprescindible para no morir, pero también para no vivir.
("Mortal y rosa" Francisco Umbral)
Curiosidad de historia de la medicina: enfermedades infecciosas
"Un clavo saca otro clavo". A finales del s. XIX, antes de la era antibiótica, los pacientes sifilíticos eran infectados intencionadamente con malaria para crear una fiebre que, controlada con quinina, minimizaba los efectos de ambas dolencias. Algunos morían por la propia malaria, pero era preferible este riesgo al de una muerte casi segura por sífilis. Esta práctica se mantuvo hasta que en 1910 se comercializó el famoso "Salvarsán", derivado del arsénico y apodado "bala mágica", por ser el primer compuesto sintetizado para la curación de enfermedades infecciosas.
(Manual AMIR de Infecciosas y Microbiología, 4ª edición)
viernes, 19 de noviembre de 2010
"Azufre", de Enfant Terrible
Me asustan los médicos que creen en Dios. Y la anestesia entrando con la pesadez del mercurio. Una mancha de sangre en el techo del quirófano con la forma de Sicilia. La sangre en las vendas. Las venas como espaguetis. Siento el sistema nervioso como un bulevar de Shibuya. Agitado, acelerado, y loco. Noto calambres como vagonetas de cocaína atravesando una mina de azufre. Trato de ordenar las ideas y alinearlas como latas de conserva en el escaparate de un colmado. Se caen al suelo y se desparraman como cimientos de arena. Los calmantes dibujando objetos que emergen de la pared y se acercan a mis miedos. Y mis miedos rodeándome como diez vaqueros encañonando al último indio. Y la anestesia desapareciendo lenta y tranquila como una niña deslizándose por el tobogán de un parque acuático. Me asustan los médicos que creen en Dios.
(Texto extraído de enfant terrible)
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Y sigues esperando
Hembra que entre mis muslos callabas
de todos los favores que pude prometerte
te debo la locura.
("Hembra" de "El último hombre" 1984. Leopoldo María Panero)
martes, 16 de noviembre de 2010
Más Umbral sobreredendosificado (n x m)
¿Y la vida? Un acecho sexual, continuo, torvo, con muebles y oficinas de por medio, nada más. Hombres y mujeres se observan de reojo, se espían, precipitan y retrasan el momento de la captura. El sexo es un crimen sin víctima o con víctima. Algo de esto decía Baudelaire. Hay una crueldad, un vampirismo implícito, algo torvo y cínico en la lucha de los sexos.
De tienda a taxi, de teatro a alcoba, desde el fondo de las sombras, por detrás de los cristales, las vitrinas, las ropas y los parques, hombres y mujeres se buscan y desencuentran en el juego cruel, monótono y eterno del crimen sexual. Entre tanto, se tienden puentes sobre el mar o se levantan escaleras hasta la cúpula del aire. Pero lo único cierto es la cloaca sexual que cada noche inunda el mundo. Una realidad zoológica y apestosa. Avergonzados de la elementalidad de todo esto, que no es sino una dinámica de rebaño, hemos hecho lirismo, filosofía, complicación y metafísica. Lo he repetido más de una vez: toda la cultura no es sino el esfuerzo desesperado del hombre por dignificarse a sí mismo, por estofarse de trascendencia. La religión quiere darnos un alma y la cultura quiere darnos un traje.
Pero somos opacos y desnudos. Otoño. Astenia. La cabeza se me decapita sola. Los brazos se me lastran de sombras. Los muslos se me espesan de sueño. Soy una ropa vacía que pisa con miedo la falsa vegetación del mundo, la trampa de ramas y hojas de la muerte.
En las escaleras mecánicas de las tiendas dialogo con mi hijo muerto. Ante los quioscos de periódicos soy una página rasgada que se lleva el viento. La vida se ha quedado hueca de tiempo, el tiempo se ha quedado hueco de días. El tiempo lo creamos nosotros viviendo, esperando, avanzando. Si uno dimite de la vida, el tiempo ya no existe. El tiempo es nuestra impaciencia. Sin impaciencia, las esferas se paran y el mundo descubre su inanidad de chisme inútil, de trasto viejo, de cosa caída.
Cuando nada espero ni busco ni pretendo, sólo queda el movimiento mediocre y elemental de la vida, su mecanismo torpe y repetido. Pero el tiempo, categoría y aura de todas las cosas, ha sido abolido. El tiempo, sí, lo crea nuestra impaciencia, como a Dios lo crea nuestra soledad. En cuanto retiramos nuestra adhesión a las grandes abstracciones, se disuelven en el aire. Sin anhelos por mi parte, ya no hay tiempo: sólo hay clima. Y quizá ni siquiera clima. Porque el tiempo metafísico y el tiempo climatológico van más confundidos de lo que parece. Puede ser que sólo exista el tiempo climatológico, el tiempo de los hombres del tiempo, el de los anticiclones y las borrascas. De ese tiempo hemos hecho una categoría convirtiéndolo en Tiempo con mayúscula. Pero el Tiempo sin hombre se queda en meteorología.
Tiempo, otoño, astenia. “Tiene usted una astenia” me dice el médico. Yo creo que es el mundo el que tiene una astenia.
("Mortal y rosa" Francisco Umbral)
domingo, 14 de noviembre de 2010
viernes, 12 de noviembre de 2010
11 años de Albal
Supe de ella que supo de mí.
Más que nadie hasta entonces.
Con la mirada vacía,
terminada como una litrona.
Olía a lluvia y a escombro. Eran sus pechos
dos flanes de sangre tibia. Le gustaba de sí
un lunar entre las cejas, como si su plan
fuera un planeta. Me contó ese secreto una vez.
Hacía malabares con corazones de cuarto menguante
envueltos en papel Albal. Estallaban en el aire.
Salpicando de palidez su rostro como la luz
del interior de un frigorífico viejo. Aquel día
vi sus mejillas rotas color vino, por las lágrimas
color se fue. Saltaron once años.
Jamás volví a saber.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Enésima sobredosis redentora de Umbral (n+o)
En noches de ahogo, al pie de mi hijo enfermo, velando su navegación agónica hacia la muerte, he sentido el tirón hondo de la infancia, de lo lejano, el retorno a cuando nada había ocurrido, al principio de mi vida, y he escrito cosas tan sencillas como éstas, buscando la simplicidad consoladora y aclaratoria de mi vida primera: Calle de tantos astros, rinconada del tiempo, la dimensión del mundo me la daba un vencejo. Oro de las mañanas empobreciendo el cielo, soles de cada tarde en un ladrillo eterno. De los países del alba venían los buhoneros y en sus pregones altos flotaba un hombre muerto. Calle de tanta noche, mitología del miedo, madres de los difuntos en las tapias de enero. Sonaban las iglesias enormes de silencio y pasaba la yegua inmensa de los tiempos. El hombre más remoto era sólo un lechero y el Dios de los espacios era sólo mi abuelo.
He escrito a la luz de una linterna, a la luz de una gota de agua, a la luz de la noche, sobre las rodillas, en papel sucio, buscando la consoladora asonancia de una prosa o un verso simples, y así me salían cosas como esta otra, que doy precisamente por su falta de valor literario, en este diario, y que están en los papeles originales rodeadas de los dibujos simples e inflados de le tengo hechos a la cara de mi hijo: Volver de nuevo al niño que fuiste no sé cuándo, subir de nuevo al cielo viejo del campanario: era un desván el cielo en las tardes de mayo, por donde erraban soles y agonizaban pájaros. No haber vivido nada de lo que me ha pasado, sino, a través del hijo, morir hacia mi barrio. Barrio de luces pobres, velero desguazado, cuando el mapa del aire se me queda en blanco. No haber dado el inútil rodeo autobiográfico para volver difunto al tiempo del milagro. Estoy velando un niño que soy yo mismo, extático.
("Mortal y rosa" Francisco Umbral)